La borrachera de poder
Por Aurelio Contreras Moreno
La estridencia y
maledicencia expresada durante la discusión del Presupuesto de Egresos de la
Federación la semana pasada es apenas un atisbo de lo que veremos en adelante
en México, en los tres años que restan al gobierno de la autoproclamada “cuarta
transformación”.
El bajísimo nivel
–salvo honrosas y contadísimas excepciones- mostrado en la Cámara de Diputados
entre el miércoles y la madrugada del domingo pasados es retrato fiel de la
situación por la que atraviesa en general el entorno de lo público en el país,
con una oposición frágil, carente de imaginación, autoridad y credibilidad, y
un partido supuestamente “transformador” que replica al pie de la letra las
peores prácticas autoritarias de un pasado que se creía superado y al que se
está llevando de regreso a la nación acelerada y peligrosamente.
Lo más grave es que
esa narrativa de la confrontación permanente que alimenta el discurso oficial y
a la que la oposición responde exactamente como el régimen desea, está siendo
asumida por la sociedad cada vez con mayor naturalidad y virulencia, en la
lógica del “conmigo o contra mí”, el maniqueísmo que no admite más tonalidad
que el blanco y negro y que, en esa dinámica, rechaza cualquier cosa que no se
ajuste a una cerrada manera de entender y ejercer la política, y hasta de
concebir la vida.
Las redes sociales,
especialmente Twitter, son un ejemplo de cómo, por lo menos en los círculos que
participan del debate público, esa inocultable fractura se manifiesta. La
diatriba y el insulto sustituyeron al diálogo y el debate de las ideas hace
mucho. Las posturas se han vuelto irreconciliables y las generalizaciones para
descalificar a quien opta por ejercer su libertad y capacidad para pensar por sí
mismo, sin atender consignas ni dogmas, se convierten en sambenitos infames que
convenencieramente ignoran la historia personal para endilgar etiquetas,
pertenencias políticas o de grupo y hasta supuestas conductas de las que no se
ofrece prueba alguna, más que la calumnia que algo deja.
El libreto de la tragicomedia
de la “4t” está planteado abiertamente y no es de esperarse que cambie en algo
en los tiempos por venir. Las intenciones del régimen por taladrar las
instituciones que aún le representan un contrapeso quedaron totalmente
expuestas con los recortes presupuestales a organismos como el Instituto
Nacional Electoral o al Poder Judicial de la Federación, que han puesto diques
a los afanes cuasi-totalitarios de un gobierno al que no le interesa escuchar, que
no acepta más verdad que la suya, que desprecia a lo que llama “minorías” y que
se encamina a cerrar el cerco sobre las libertades ciudadanas. Y no es exageración.
La militarización
del país, el terrorismo fiscal, la represión policiaca, el uso faccioso de las
instituciones de procuración e impartición de justicia están ante los ojos de
quien quiera verles, en todos los niveles de gobierno. La libertad de expresión
languidece con la facilidad e impunidad con que se sigue asesinando periodistas
en México mientras se les amedrenta oficiosamente, con recursos públicos, desde
el “púlpito” presidencial.
Tampoco hay certeza
jurídica para hacer negocios con un gobierno que con la mano en la cintura
desconoce acuerdos, contratos e incluso tratados internacionales. Y las
consecuencias ya están a la vista también: en lo que va del año han salido del
país 266 mil millones de pesos en inversiones extranjeras. No es difícil prever
en lo que eso terminará.
A la borrachera de
poder que tiene embriagados hasta la intoxicación a muchos facilitadores y
promotores del régimen, y que encontró su máxima expresión en los excesos del
fin de semana en San Lázaro –desde la cerrazón absoluta para no tocarle ni una
letra al Presupuesto hasta la vulgar abyección para el culto a la personalidad
del presidente- inexorablemente llegará la resaca. Por desgracia, sus efectos
no los alcanzarán únicamente a ellos, sino al país por entero.
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Twitter: @yeyocontreras