La Candelaria
La Candelaria
Alberto Loret de Mola
“Hoy pasé por tu casa, había plumas de
guajolote.
A mí no me engañan cabrones, aquí hicieron
tamales”.
Hace ya muchos ayeres y
tras un copioso almuerzo, bañado con bebidas desde las espirituosas hasta las
espirituales, en mi casa de Xalapa, que es suya, algunos amigos tuvimos el
placer de convivir hasta entrada la madrugada brindando por la vida y por los recuerdos.

El protagonista de ese día
memorable: Miguel Iván Hernández, quien nos deleitó con un amplio repertorio de
chascarrillos desenfadados que nos hicieron soltar las carcajadas como transas
de la 4T. Una tras otra. Pero la cereza de ese instante irrepetible, fue una
inolvidable narración que versó sobre un día de la Candelaria, al que asistió
con un sobrino, vestidito de marca, y que se atrevió a tomarse una legendaria
bebida con alto contenido etílico como si fuera limonada. El final: las marcas
perdidas, la ropita hecha harapos y el pariente delirando por las calles sin
acertar caminar en línea recta.
Esa noche, inolvidable,
fue de esas cuyo recuerdo te llevas a la tumba. De esa velada, rescaté el
epígrafe de este escrito, en honor a nuestra adorada virgen, la que nos
recuerda al niño de la rosca que nos permite hoy, degustar unos maravillosos
tamalitos. Provecho. Benditas tradiciones. Benditos amigos. Bendito Dios.