La casa del arpa
Rafael Rojas Colorado
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La última semana del mes de septiembre es de regocijo en el pueblo coatepecano; por un lado, se celebran las fiestas patronales en alusión a San Jerónimo y al Arcángel Miguel; por otro, se desarrollan importantes programas culturales e históricos, como la conmemoración del setenta aniversario del Mercado Municipal Ing. Miguel Rebolledo.
En el seno de estos festejos se unió el altruismo del arpista Raúl Monge Alarcón, quien desde temprana edad ha cultivado la música folclórica en el grupo “Tlenhuicani” (que en náhuatl significa “Los Cantores”). Obedeciendo a este inevitable impulso abre las puertas de un liceo musical llamado “La Casa del Arpa”, con la noble intención de mostrar a los niños el camino que conduce al aprendizaje del arpa, instrumento que en cada acorde devela una imagen de los pasajes de la vida que inspira el ser humano.
En esta noble acción, Raúl reafirma un compromiso consigo mismo, con el pueblo y con los jovencitos que aspiran a la conversión musical. A los alumnos les mostrará el camino: primero a través de palabras, luego mediante los primeros acordes, y con toda seguridad ese talento, aún virginal en los infantes, les despertará hacia el horizonte musical.
Raúl Monge Alarcón evoca con ternura al abuelo de infancia y con emoción acerca los inolvidables momentos en los que don Abel Alarcón Pozos lo llevaba a escuchar conciertos y le compró su primera arpa. Tal vez fue como un juguete, pero se convirtió en su inseparable compañera que lo guiaría en esa aventura llamada música y que sólo finaliza cuando el alma deja de soñar. Ese fue su primer contacto que el paso del tiempo le reservó un lugar en importante grupo folclórico.
El lenguaje musical se le fue adhiriendo a la piel familiarizándose con un sinfín de instrumentos a los que aprendió a ejecutar con cierta maestría como el bajo, las percusiones, el charango y unos veinte más a causa de su predilección por el arpa, instrumento que posee las huellas de los juglares que desahogaban el sentimiento, la pasión y el amor en la Europa medieval.
La presencia de Raúl Monge Alarcón en el mundo del canto y la música fortalece su formación y aprendizaje que ha cultivado por diversos puntos del planeta, proporcionándole amplia concepción e incluso misticismo acerca de la música. Su inclinación hacia el arpa desea perpetuarlo a través de la enseñanza a los niños, los adultos quienes se sientan atraídos no están excluidos.
La historia de la enseñanza comenzó hace dos años en el palacio municipal con una beca de Conaculta y apoyo del gobierno que ya finalizó, pero su sed por la enseñanza jamás se calma; esta razón lo induce a tomar la decisión de abrir una escuela llamada “La casa del arpa” en la calle de Arteaga número 55-C, en su natal Coatepec, para que esa oportunidad que él tuvo en su infancia la comparta con aquellos que desean iniciarse en el inspirador oficio del músico. Su anhelo es constituirse como asociación civil. Por el momento tiene veinte alumnos matriculados y seis adultos, esperando que cada día se sumen más discípulos a este proyecto.
El maestro Raúl escogió esta fecha para la apertura de su escuela por el profundo significado que gira en su entorno; creció aspirando el perfume de los arcos y sus flores, la fiesta del santo patrón, la sangre del pueblo desahogando su fe, la alegría, la pasión y quizá la tristeza conjugada en estas costumbres provincianas en este clímax se reafirma a sí mismo. Raúl, en una de sus composiciones y acompañado del arpa, le canta unos inspiradores versos al patrón del pueblo.
Raúl Monge Alarcón posee un talento y conocimiento que trasmite a los jovencitos, les injerta los acordes en el alma y ellos con dedicación y entusiasmo lo irán depurando hasta lograr fusionar los sentimientos con el sonido que producen las cuerdas: el resultado será una melodía que nacerá en lo más hondo del alma del alumno. ¡Felicidades!