LA CONTRARRÉPLICA SE CONSTRUYE SOLA
Cuarto Acto
Por: Alejandro García Rueda
Cuando alguien me pregunta cómo estoy, doy la
respuesta genérica: «Bien» o, en su defecto, «muy bien»
pero debo reconocer que durante la semana pasada me sentí mejor que Carlos
Loret, menos agotado que Ricardo Anaya y de mejor humor que el mismísimo
presidente Andrés Manuel López Obrador.
Vamos por partes. Cuando te dedicas al
periodismo sabes de antemano que puedes quedar mal con alguien, que no puedes
darle el gusto a todo el mundo y que vas a ser motivo de comentarios.
Vivimos en un México totalmente polarizado, en
una nación que es llamada con devoción parroquial a asistir a la hora de las
definiciones y de ahí que resulte difícil tener un punto de vista que pueda ser
considerado neutral.
Esta polarización solo sirve a los extremos de
opositores y oficialistas por igual ¿y quien pierde? la sociedad, por supuesto,
pero además se afecta el propio mandatario porque va minando el apoyo de la
clase media que lo llevó al poder.
La trayectoria, las acciones y el trato para
con otros conforman la carta de presentación de una persona y cada quién
decidirá a quien va a darle su apoyo.
Como personas tenemos el poder y el derecho a
tomar decisiones, poseemos un libre albedrío que marca —en el caso de los
representantes de los medios— con quién se logran acuerdos, cómo hacer para
ganar audiencias, si se persiguen fines de lucro o si se integra o no un equipo
de profesionales para hacer más eficiente la tarea informativa.
No estoy a favor de ejercer el periodismo con
rabia o de moldear los hechos para utilizarlos como arma en una venganza
personal.
Puede gustarme o no el estilo de un comunicador
como Loret de Mola, me puede parecer relevante o una nimiedad el escucharle,
pero, con todo respeto, desde Palacio Nacional y hasta el último creyente en
las bondades de la Cuarta Transformación deberían serenarse.
Se está generando una crisis que le puede
quitar a este país la oportunidad de mejorar la democracia y defender en
conjunto a la libertad de expresión.
Los extremos, como en el futbol, no están para
estancar el avance sino para generar oportunidades y ante nosotros se erige una
muy buena como para dejarla escapar.
¿Quienes ejercemos el periodismo somos figuras
públicas? Sí, pero no se puede jugar a ser Luis XIV y enviar el mensaje de que
el Estado es Andrés Manuel López Obrador. Una persona debe guardar distancia de
su puesto sin importar si es alcalde, regidor, director, subdirector, siervo de
la nación, gobernador o presidente, máxime si es parte de la denominada
«4-T».
Después del viernes 11 de febrero del presente
año, lo que puede entender cualquier autoridad y/o cualquier funcionario venido
a más es que va a poder agredir y denostar porque no hay consecuencias y cabe
preguntarse ¿Esta situación es coherente con los cimientos del movimiento
social encabezado por el presidente?
Quien encabeza el poder ejecutivo federal tiene
gente brillante a su lado y no creo que en este grupo sobresaliente alguien
prefiriera guardar silencio antes que decirle al mandatario que pensara dos
veces el siguiente paso.
Cualquier comunicador puede hacer buen o mal
uso del espacio en el que participa, pero afortunadamente la audiencia puede
elegir cambiar el canal o no seguir a ciertos personajes en las redes sociales.
Desde este espacio se ha hablado en incontables
ocasiones de la altura de miras que tiene esta administración, pero no se puede
confundir el golpeteo personal con el que va contra el Estado.
Incluso los críticos o los adversarios tienen
derecho a un trato digno, si no por una cuestión moral, sí por un tema de
interés, ¿cuál de todos? El de no darle la razón a quienes quieren ver la cara
más explosiva y beligerante de la izquierda.
Utilizar a las instituciones de manera
selectiva dista mucho del discurso que promueve tiempos de unidad y empatía y
honestamente eso preocupa, porque si la idea general es devolver la dignidad a
la vida pública de este país, no se puede actuar bajo una lógica vengativa.
No es inadecuado que el jefe del poder
ejecutivo se defienda o que ejerza su derecho de réplica, pero hay que recordar
también que hace una semana calificó a Carmen Aristegui como
«simuladora», cuando tiempo atrás fue de las pocas periodistas que a
nivel nacional le abrió espacios al obradorismo.
La postura firme y reposada que generalmente
caracteriza a López Obrador brilló por su ausencia, ahora parece que lo que
priva en el accionar del ejecutivo es hacer gala de la fuerza del Estado y eso
—bajo la lectura de otros analistas— puede ser visto como sinónimo de debilidad
o desesperación.
El desliz estratégico ha puesto a Carlos Loret
en el lugar de una víctima, de un perseguido y con ello se va a generar un
discurso que a la postre puede presentar al ex conductor de Primero Noticias
como un nuevo líder del bloque opositor y a López Obrador como un autoritario.
El reportaje sobre el presunto estilo de vida
del señor José Ramón López Beltrán ya había sido desestimado dentro y fuera de
los terrenos del periodismo y ya se habían desmontado algunos argumentos que
apuntaban a un conflicto de interés ¿Por qué seguir?
Periodistas, analistas, académicos e incluso
personajes ligados al mundo del entretenimiento y el deporte han alzado la voz:
Loret es visto ahora como uno más que se añade a la ominosa lista de quienes
son violentados al ejercer este noble oficio.
No todo está perdido para la Cuarta
Transformación. En ese truculento entramado con el común denominador del
oportunismo aparecen los nombres de Felipe Calderón Hinojosa, Margarita Zavala
y Josefina Vázquez Mota y la premisa es simple ¿Qué tanta legitimidad puede
tener el defender la libertad de expresión a través de Twitter cuando a la cita
concurren esta clase de personajes? La contrarréplica, si la dejan, se
construye sola.