Especial

LA CRUZ DE LOS ALBAÑILES

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Maximiliano I de Habsburgo, emperador del sacro imperio romano germánico, padre de Felipe el Hermoso y por consiguiente consuegro de los católicos Fernando e Isabel de Castilla, cuenta uno de sus historiadores que, siendo un mozalbete de 20 años, hacia 1480, en la ciudad de Gante engendró un hijo que no reconoció, al cual bautizaron con el nombre de Pieter Van der Mören. Los datos que se tienen de la infancia de este notable, narran que, siendo adolescente demostró sus vocaciones sacerdotales por lo que quedó inscrito en la orden de los franciscanos. En esa vida conventual, permaneció algún tiempo como hermano lego, que esto no es más que, desempeñar cargos de asistencia a otros monjes, con la única responsabilidad de ocuparse de los servicios domésticos o sea, de criado. En 1522, el emperador Carlos V de Alemania, I de España, nieto del Maximiliano I, se ve en la necesidad de enviar catequistas a su nuevo reino y el tio Pieter, uno de los convocados, después de una escala en España donde recibe instrucciones, se embarca y cruza al nuevo continente.

Año y medio después que Van der Mören dijo adiós a la ciudad flamenca y sorteado todos los embates en tierra y agua, arribó al Puerto de Veracruz, donde le encomiendan la formación de gremios. Supo de la inmensa y necesaria labor, por lo que se entregó en cuerpo y alma a la educación en las lozanas tierras conquistadas.

Recién desempacado en Tezcoco, su actividad la inicia fundando un convento. En una intensa  campaña de trabajo, atrae la atención del capitán general don Hernando Cortés que, inmediatamente le asigna nuevos cargos. Por su popularidad le llamaron Fray Pedro de Gante, nombre obtenido en la construcción de un hospital, una librería, y varias escuelas, pero sobre todo, la popularidad se la ganó a pulso por la dedicación a la evangelización de los indígenas. La cruz de Cristo fue indispensable en todas sus diligencias, es por ello que, según las viejas crónicas, se le atribuye la práctica de colocar una cruz adornada en lo alto de las construcciones en proceso para recibir la gracia del ALTÍSIMO.

Casi cinco siglos de esta bellísima tradición, los que nos dedicamos al oficio de la mezcla y del andamio, nos encomendamos a las bendiciones de Dios Nuestro Señor para que durante varios años más, sigamos obsequiando el “parado de la cruz”, preservando el sincretismo de las culturas española y prehispánica, rodeado de los imprescindibles albañiles que, son los que dan forma al arte del diseño. Este día, escucharemos el estentóreo trueno de los cuetes, sin que falte el taco de chicharrón y los cartones de cerveza que, debido a esta crisis, es seguro que  tocará solo una chela por cabeza, pero aun así la devoción y el denuedo no declinarán.

Amigos, en nuestras sesiones seculares, nos enseñaron que: “El trabajo más productivo es el que sale de un hombre contento” y contentos seguimos haciendo promoción para permanecer en el ejercicio libre de nuestra profesión, creando y ejecutando necesarios espacios habitables. Cómo re’ingao no, hay que morir en la raya. Qué nadie se raje.

 

¡Ánimo ingao..!

Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz

 

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