La derrota de Montesquieu
La derrota de Montesquieu
Por Pedro
Peñaloza
“El poder corrompe y el poder absoluto corrompe
absolutamente”.
Lord Acton
El presidente López Obrador ha
exhibido, en toda su dimensión, su inmensa sed y práctica autoritaria. Puede
desgarrarse las vestiduras y victimizarse, decir que “lo atacan como a ningún
presidente”, pero sus poses son simples desplantes histriónicos dirigidos a sus
feligreses y empleados incondicionales.
En sus acciones concretas, AMLO
no tiene ningún dique para imponer su voluntad. El caso de la consulta popular
desnudó el dominio del titular del ejecutivo sobre el poder judicial. No sé si
presionaron a los integrantes de la corte, pero sí le “obsequiaron” el aval a
su pregunta. Por ello, lo que ha quedado claro, y es un hecho irrefutable, es
que el Tribunal Constitucional se convirtió en una oficina correctora de estilo
del presidente, muy mala por cierto. Era evidente, que la pregunta enviada por
el inquilino de Palacio Nacional era inconstitucional, ya que violentaba la
presunción de inocencia y, no obstante ello, la mayoría de los ministros la
declararon válida, y no solo eso, sino elaboraron una pregunta totalmente
distinta al texto original, confusa, churrigueresca, abstracta y que tampoco
satisfizo al tabasqueño. Un misterio por resolver será por qué Santiago Nieto
no le informó oportunamente que únicamente se podría llevar a juicio a Peña y
Calderón, como lo declaró recientemente.
El objetivo de la decisión por
parte de la SCJN era complacer al presidente y parar posibles venganzas, por lo
que tuvieron que justificarla con un texto escapista. Y no se trata de estar en
contra de las consultas. En agosto la gente votará por fuegos de artificio y
por nada concreto.
Pero el exjefe de gobierno es
insaciable. Le ordenó a la mayoría del otro poder (levantadedos inerciales)
desaparecer 109 fideicomisos, lo cual atropella los intereses de diversos
sectores científicos, de asistencia social, de infraestructura, de protección
civil, etc. La justificación de semejante ataque se basa en presuntos actos de
corrupción. Si esto es cierto, lo procedente es realizar las denuncias
correspondientes y no hacer política pública a machetazos. En realidad, lo que
hay detrás de esta “cruzada anticorrupción” es la apropiación de miles de
millones de pesos para el manejo discrecional de AMLO y destinarlos a lo que le
venga en gana. Ese es el punto. Lo demás es celofán de demagogia. El llamado
del viejo Montesquieu de que “sólo el poder controla al poder” fue fracturado.
En efecto, ahora el credo dominante se sintetiza en una sola frase ¡el Estado
soy yo! Lo demás estorba. Se confirman nuestras reiteradas sospechas, viviremos
una larga noche autoritaria. Preparémonos.