La dialéctica del voto
Pedro Peñaloza
«Sólo porque puedes votar y ellos no te disparan no deberías pensar que vives en democracia».
Noam Chomsky
1. ¿Votar por colores o por ideas? De nada vale ilusionarse, la democracia a la mexicana es así: atrabiliaria, grotesca, de utilería, de actores muy bien pagados y de extras miserables. Los partidos deciden desde la soledad de su arbitrariedad quienes deben ser los gobernantes y cirujanos del presupuesto. La clase política «otorga» democracia electoral y además exige que los «extras» concurran a votar. La patria está en peligro sino se llenan las urnas. Tomémonos de la mano, olvidémonos de exóticas diferencias de clase y mostremos al mundo que somos civilizados y resolvemos temporalmente nuestros traumas y enojos tachando un pedazo de papel que se almacenará para incinerarse.
2. El jolgorio democrático. La clase dominante y su aparato estatal requieren, aunque sea un voto, para legitimarse. Vale un comino partido en tres que se anule el voto, que se pongan insultos o verdades en la boleta, que se inunden las redes de indignación, de nada sirve, sino se tienen las masas y la inteligencia para disputar el poder. Los abstencionistas, en cualquiera de sus modalidades tienen razón sentimentalmente, pero no la tienen políticamente ¿de qué carajos sirve que estén semivacías las urnas? De nada trascendente. El 8 de junio y los días subsiguientes los partidos sólo hablarán de sus triunfos y logros electorales. La ley «la dura ley que hicieron esos padres de la patria que cobran mucho y razonan poco» no exige ningún porcentaje de votos para obtener triunfos electorales. Así es la descarna realidad mexicana, que no se puede modificar únicamente con reacciones callejeras o explosión de tensiones.
3. Partidos de temporal y candidatos anodinos. Que nadie se confunda, los candidatos a cualquier cargo, van a cumplir funciones específicas, mandatadas por dirigentes luminosos e iluministas, por cofradías sectarias y familiares, o también, por su inmensa ignorancia y estupidez. A eso van, desde una curul, desde un palacio de Gobierno estatal o desde la misma presidencia de la república. No hay ingenuidades, menos casualidades, la clase política se nutre de los pactos no escritos y de las complicidades tácitas; y de una masa enorme de habitantes, proletarios, campesinos sin tierra, pequeños burgueses acomodaticios y pusilánimes, incapaces de organizarse para defender sus derechos y prerrogativas básicas. Esas son las fortalezas de una burocracia parasitaria que sigue gozando de esa notable pasividad de las mayorías silenciosas.
4. El espectáculo no cesa. 13 millones de spots (impactos), para recordarle a las masas enajenadas y embrutecidas, que deben votar por colores, rostros, tonaditas, ocurrencias y demás chabacanería. Nada de ideas ni mucho menos debates que eduquen y formen conciencia. En tanto, el deterioro salarial, la desigualdad social y la impunidad galopan sin freno. De lo que se trata, es de, dilapidar recursos económicos para reproducir controles y modelos de dominación. Dinero político, constante y sonante.
Epílogo. El ciclo de las elecciones intermedias es el preámbulo para el arribo del Tlatoani. Por eso, como un signo prematuro, López Obrador le da un primer coscorrón a Mancera, y éste reacciona inmediatamente con su conocido tono monocorde. Los otros actores ya velan sus armas presidenciales. Los juniors de Chiapas y de Puebla aspiran llegar a Los Pinos. Votar el 7 de junio por la inercia propagandística o abstenerse «en cualquier modalidad», confirma la ausencia de una democracia con proyectos y sólo queda la ruleta de los intereses minoritarios, no más.
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