Especial

La dictadura perfecta

Comparte

 

 

Alejandro García Rueda

 

Cuando se maneja la conexión entre el cine y la política, generalmente se niega su existencia porque bajo una mirada somera, la impresión que queda es que en el cine nada está tan planificado como para exponer -bajo un argumento ficcionado- aquello que intuimos pero no sabemos a ciencia cierta.

El idilio, el coqueteo y en suma el romance entre ambos universos existe. Lo vemos en la ciencia ficción con «Star Wars» o «Blade Runner», en filmes como «Belleza Americana» o «Lawrence de Arabia» e inclusive en películas como «Juno» o -si hablamos de películas taquilleras con manufactura mexicana- en «Nosotros los Nobles».

Si bien en el cine mexicano comercial la política no está del todo explotada, llama la atención que de esa conexión nazcan -cada cierto tiempo- productos audiovisuales que funcionen momentáneamente por contar con elementos utilizados dentro de cualquier película de vaqueros para después ser simplemente reconocidos por la crítica y cierto público «especializado».

Al principio, la siguiente idea le podría parecer risible pero, al mismo tiempo descubrirá que no es así: Las películas votan e inclusive, nos gobiernan.

Hace dos años, por ejemplo, se estrenó «Colosio: el asesinato», del director Carlos Bolado, el filme salió a las salas en un momento coyuntural para la vida política del país porque justamente era año electoral y la cinta reunía los suficientes ingredientes para generar un gran impacto en la percepción del votante de cara a los comicios de 2012, aunque éste no fuera su propósito.

Los personajes involucrados en la trama, el acontecer social, los valores del mexicano de 1994 y el abordaje de los sucesos, además del manejo de cuestiones como el hambre de poder y las pugnas dentro y fuera del gobierno ayudaron a sembrar un mensaje que, aunque soluble, tuvo efectos importantes en el elector.

Dos años después, en octubre próximo para ser precisos, llegará a la cartelera la película «La dictadura perfecta,» dirigida por Luis Estrada (El infierno, La ley de Herodes, Un mundo maravilloso) y el marco de su estreno no puede ser mejor pues se acercan peligrosamente elecciones el año siguiente en buena parte del país.

Divagando un poco

Independientemente de que la trama y el mismo público meta sea distinto, ambas cintas cinematográficas («Colosio: el asesinato» y «La dictadura perfecta») salieron en el momento idóneo, vestidas de éxito más allá de lo que se pueda percibir en la taquilla y la ventaja que ambas comparten es que la exposición en las salas de cine de estas historias se da en medio de un rencor social contra el partido en el poder y el medio más visto en México. Por eso funcionó la película de Colosio y es por eso que funcionará la propuesta de Luis Estrada.

En la trama de cada una se ven distintos personajes que tienen algo para contar, pero en los mencionados thrillers políticos el verdadero protagonista es tricolor, eminente y evidentemente juega a la política y mueve los hilos de la democracia por los medios (o mejor dicho, el medio con domicilio conocido en San Ángel y Chapultepec) necesarios.

Aun no se estrena, pero ya emitió su sufragio

La dictadura perfecta (por lo menos desde la concepción de su director, expresada en su película) no es la de un partido hegemónico sino la de un medio de comunicación que usa a la política y con ello se teje una alegoría crítica a la idea de política mexicana que está presente en el inconsciente colectivo desde hace dos años.

La dictadura perfecta relaciona y plantea problemas clásicos de la política nacional: los valores de quienes están en los círculos de poder se encuentran en entredicho, se focaliza la mirada en su comportamiento y se pone especial atención en su accionar frente a los asuntos públicos de gran relevancia.

La radiografía de lo que sucede en el país retroalimenta su trama y la permenente desconfianza hacia los políticos, así como la suposición de que el poder ejecutivo federal tiene como única misión representar el poder acumulado en su figura dirigen directa o indirectamente al elector en su paso por la ruta a los comicios del próximo año.

La película va creando condiciones, provoca y exhibe, tiene una línea determinada y así justifica lo que presenta en pantalla.

La base de esta visión de la realidad es que cuando el poder actúa contra el pueblo, pierde toda legitimidad y no queda de otra más que derrocarlo, en este caso no con las armas sino desde las urnas, pasando claro está, por las salas de cine.

La dictadura perfecta aun no se estrena, pero ya emitió su sufragio.

Como cada semana                                                                                                           

Le invito a seguir en comunicación directa, sea parte activa y ayude a moldear los contenidos de este espacio con toda libertad.

Lo espero en Twitter: @RealAleGarcia y/o en Facebook: /Alejandro García Rueda

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *