La docente y el efecto de su mini
René Sánchez García
La escuela es y ha sido por tradición, la institución donde se trasmiten y se construyen los saberes y conocimientos que permitirán que la cultura y la ciencia cumplan con los objetivos de servir a la humanidad. Igual, es el espacio privilegiado donde se reafirman los valores y los principios que nacen en el seno del hogar. También, es el lugar donde los niños, jóvenes y adultos se comunican y se socializan a diario, por lo que es común que en dicha interacción surjan lazos de amistad, de convivencia, pero también diferencias y conflictos por la variedad de formas de ser, pensar y actuar.
Lo anterior viene al caso para comentar acerca de un suceso escolar que se inició en el aula y que trascendió a otras instancias, debido quizá a que no se le dio una solución pronta y adecuada. Resulta que en una telesecundaria ubicada en una comunidad de entre las localidades de Cárdel y Nautla, llegó a laborar el año escolar pasado, una joven profesionista de quizá 23 o 24 años de edad, a la que se le asignó encargarse de la educación física y de una asignatura más en uno de los grupos.
Debido a su actividad, la nueva docente gustaba de vestir a diario ropa deportiva en colores vivos de acuerdo a su edad. Rápidamente y como era de esperarse, se identificó plenamente con todos sus alumnos, quienes la trataban más como una amiga que como su profesora. El caso es que, según me lo comentaron posteriormente, a la joven maestra se le ocurrió llevar un día viernes (en la que no le tocaba la actividad deportiva) una muy atractiva minifalda, misma que gustó a las niñas y arrancó suspiros en los niños.
Para no hacer largo la narración de este suceso escolar, dice la persona que me lo comentó, que como siempre “nunca falta ese chamaco malcriado que no mide las consecuencias de sus actos” y que ni tardo ni perezoso se atrevió con su celular a filmar en diferentes ángulos a la citada profesora. Pasó las fotos a algunos de sus compañeros varones, los subió a las redes sociales e incluso envió dicho material gráfico a un canal televisivo, a ese donde siempre expresan: “¡¡Chulada de imagen que nos envían!!”.
Pues bien, al lunes siguiente el director se enteró y fue al grupo a proporcionar un gran regaño y citó a los padres de familia de inmediato. En dichas reuniones amenazó con no entregar boletas, menos los certificados, si no aparecía el culpable.
La reunión de padres sólo sirvió para empeorar las cosas, pues ellos bastante molestos denunciaron el hecho con el inspector escolar de la zona y para rematar a la SEV en la capital, argumentando signos de provocación de índole sexual y otras exageraciones más por parte de la docente enjuiciada. Lo malo de este asunto es que nunca apareció el culpable (aunque los niños y niñas lo sabían) y las actas levantas sirvieron únicamente para que la profesora fuera enviada a otro plantel al final del año escolar.
Ahora, son las niñas quienes a diario y bajo ese frondoso árbol de mango que se encuentra en el patio de la escuela, recuerdan a la hora del recreo a su maestra, quien como una verdadera amiga, compartía con ellas no sólo los alimentos, sino también las risas y las tristezas de todas ellas. Como vemos, también en la escuela se tejen y construyen sentimientos y afectos y no sólo conocimientos de las ciencias.
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