LA EDUCASTRADORA, SEÑORITA DELFINA
LA EDUCASTRADORA, SEÑORITA DELFINA
La
cartelera de teatro publica la reseña de Alegría Martínez de la puesta en
escena de Educastradora, señorita Delfina, de Roberto
Athayde, protagonizada por Libertad Palomo. Disfrute y vamos al teatro.
La
violencia, el abuso de autoridad y la humillación lanzadas como proyectiles a
los estudiantes, pareciera asunto del pasado cuando una porción del público se
ofende de lo que dice y hace La Educastradora, señorita Delfina, como ella se
presenta, mientras otra parte de la audiencia ríe a carcajadas por los mismos
hechos, en una especie de catarsis sonora.
Lo que
ignoran quienes se sorprenden por las vejaciones que el personaje de esta
docente aplica en escena, es que muchas generaciones han vivido maltratos de
todo tipo, tanto los de índole sexual, como uno considerado poco grave, que
acudió a mi memoria, sobre una “maestra” de tercer grado, que cuando sorprendía
a un estudiante mascando chicle en el salón de clase, le obligaba sacarlo de su
boca frente a sus compañeros y a pegárselo en el copete, la trenza o el fleco.
Aunque
en el caso de La educastradora, una acción de este tipo sería un acto menor en
la escala de abusos de este personaje -que se toma la libertad de inmiscuirse
en temas de religión, de intimidad y de prácticas sexuales de sus alumnos,
entre otros, al erigirse como una autoridad incuestionable- esta obra, escrita
por el autor brasileño, Roberto Athayde, en los años 70, abre también otra
perspectiva del debate sobre la educación y las prácticas de poder.
Es
inevitable la reflexión respecto al giro que ha dado la sociedad actual, que
señala al docente como el responsable absoluto de errores y conductas por parte
de algunos estudiantes, que instalados a priori en el papel de víctimas, se
tornan en victimarios del profesorado, impedido por ejemplo, en algunos casos,
a mencionar deficiencias en el proceso de aprendizaje de sus estudiantes.
A más
de 40 años de su estreno en México, La educastradora, dirigida entonces por
Gerald Huillier y protagonizada por la actriz Virma González (1937-200), Álvaro
Arriola, produce esta obra, que dirige Pilar Boliver y cuenta la actuación de
Libertad Palomo.
Entre
espectadores divididos, hay quienes enfrentan con rabia y a gritos a la
profesora Delfina, los que ríen y festejan, y algunos más que adoptan un gesto
adusto, al escuchar las afirmaciones de la Señorita Delfina, el único personaje
de esta obra, que dirige al público, como si fuera su grupo de alumnos,
instalado tanto en gradas ubicadas en ambos laterales sobre el escenario.
Traducida
a 22 idiomas y escenificada en 30 países, la obra que exhibe a una profesora
enferma de poder, entre otros daños, agrega en esta versión, terminaciones con
“a”, “o” y “e”, para subrayar la actual forma de comunicación inclusiva,
mientras por otra parte, coloca orejas de burro a los alumnos y advierte de
obligaciones y castigos venideros, en caso de incumplir con la regla de la
obediencia, “madre de todas las virtudes”.
Enfundada
en un vestido color naranja, con lentes y el cabello recogido en cola de
caballo, la maestra esboza una gran sonrisa, al tiempo en que anota palabras
soeces en el pizarrón, hace algún dibujo obsceno, exhala en susurro las
palabras “chamacos mierderos”, en reclamo constante a sus estudiantes y subraya
su nombre propio, como todo lo que desea inculcar en sus alumnos.
Un
pizarrón verde domina el centro del escenario, frente al que se encuentra una
gran mesa-escritorio con una delicada flor blanca en un pequeño florero y un
timbre amarillo con carita feliz, además de una silla para la docente. El
público, en calidad de grupo escolar, mira de cerca al personaje, e interactúa
a ratos con la profesora de amplia sonrisa y actitud dictatorial.
La
actitud y la voz melosa de un personaje cruel, que amenaza, ridiculiza y
humilla a sus estudiantes, crispa a parte de un público azorado a lo largo de
la representación. Una espectadora incluso, reclama a gritos desde su butaca la
actitud reprobatoria del personaje.
Las
personas en las gradas, apenadas a ratos, valientes y cooperativas en otro
momento, salen avante ante el exceso de confianza del personaje que intimida,
se acerca, cuestiona y hasta suelta algún reglazo -como en efecto ocurría en el
aula- a algún estudiante-espectador, mientras en el patio de butacas hay quien
disfruta a más no poder la reacción espontánea de adultos tratados como menores
de sexto grado de primaria.
Bromas
que endilgan apellidos de políticos actuales, opuestos a la 4T, a la audiencia
de supuestos menores, además de la referencia a la Maestra Delfina, conforman
parte del juego en el que paulatinamente la profesora se deja arrastrar por su
ímpetu exhibicionista, entre una cascada de groserías, sin que en este caso, el
final sea, de manera visible al menos, como el que plantea la obra original, lo
que deja abierta una posibilidad de rescate y esperanza a la mujer que en
realidad es presa de su propio infierno.
La
dirección de Pilar Boliver, resuelve eficazmente las dificultades impuestas por
la obra de Roberto Athayde, a la que le podría restar groserías e incrementar
dobles intenciones. La decisión de apoyar el monólogo de la actriz con la
presencia de público en el escenario, es un acierto que implica el riesgo de lo
inesperado.
Libertad
Palomo, disciplinada y comprometida con un personaje fársico muy complejo,
interpreta a una señorita Delfina perversa, en la ambivalencia de la fragilidad
en que la ubica su represión sexual, y la necesidad de imponer su autoridad
para restaurar su flaqueza. La actriz encontrará, con el paso de las funciones,
una vía de expresión relajada, divertida y libre de juicios hacia un personaje,
atrapado en su necesidad de torturar y oprimir para sentir que está vivo.
Los
diseños de escenografía e iluminación de Gabriel Pascal, enfatizan la presencia
arrolladora de la profesora a la que arropa con los elementos simbólicos
necesarios, para centrar la atención en el desarrollo del personaje, mientras
por otra parte, abre el aula hasta el último rincón del teatro, como si ésta se
expandiera, inabarcable, -como en realidad sucede-, más allá de los muros
escolares.
La
Educastradora, producida por Álvaro Arriola, urge a encontrar un equilibro
entre docentes y comunidad estudiantil sin víctimas ni victimarios, a partir de
un texto y un montaje que divide opiniones. Incomoda a una parte del público y
divierte a otra, a través de acciones y humor extremos.
La
obra se presenta los jueves en MarkeTeatro, ubicado en Coahuila 105, Col. Roma
Horario
Jueves
20:30 horas
Duración
aproximada: 90 minutos
Clasificación:
Mayores de 12 años
Boletos: Entrada general $550. De venta en taquilla.