LA EMBESTIDA DEFINITIVA DE LA “4T”
LA EMBESTIDA DEFINITIVA DE LA “4T”
Rúbrica
Por Aurelio Contreras Moreno
El presidente Andrés Manuel López Obrador
finalmente sacó la carta que todo mundo esperaba mostrara desde que asumió el
cargo: la del desmantelamiento del sistema electoral que le permitió acceder al
poder.
La iniciativa de reforma electoral que presentó
la mañana de este jueves en Palacio Nacional y que más tarde envió a la Cámara
de Diputados contiene, en su parte fundamental, la desaparición del Instituto
Nacional Electoral (INE) para sustituirlo por un Instituto Nacional de Elecciones y Consultas
(INEC) integrado por siete consejeros que serían elegidos por voto popular.
Los candidatos a
consejeros del INEC –así como los magistrados del Tribunal Electoral del Poder
Judicial de la Federación- serían propuestos por los tres poderes de la Unión
(Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y competirían por el voto popular el primer
domingo de agosto de cada seis años. Un mecanismo que por su propia naturaleza destruiría
los objetivos y principios de ciudadanización y especialización de los órganos
electoral y jurisdiccional, al someter a sus aspirantes a los vaivenes y la
deriva de una campaña en la que terminarían por imponerse criterios partidistas
y politiqueros –que son los que mueven el voto popular mayoritario-, en lugar
de los de mínima imparcialidad y conocimiento de todas las áreas del sistema
electoral, tanto en su organización como en su sanción legal.
Otra propuesta
controversial de la iniciativa es la referente a la integración del Congreso de
la Unión y las legislaturas estatales, que se pretenden reducir en su número de
integrantes, lo que en primera instancia no suena tan mal, habida cuenta de la
improductividad y chambonería que caracteriza a muchos de los legisladores que
pasan con más pena que gloria por sus curules y se limitan a ser “levantadedos”
en favor del poder en turno o de sus particulares intereses.
Empero,
contrario a lo que se anunció originalmente en el sentido de que desaparecerían
los plurinominales, la iniciativa de decreto de reforma constitucional lo que
en realidad elimina es la mayoría relativa, pues ahora los diputados federales
serían elegidos a partir de listas de candidatos por cada entidad federativa,
que aportaría representantes en función de su porcentaje poblacional. A
Veracruz, por ejemplo, le tocarían 19 diputaciones federales –de un total de
300-, que representarían el 6.33 por ciento de la Cámara baja. Para el Senado
aplica un criterio similar: listas de candidatos por estado, cada uno de los
cuales contaría con tres representantes para un total de 96.
Quizás el
planteamiento que generará mayor debate –junto con la andanada contra el INE-
será el de desaparecer el financiamiento público ordinario para los partidos
políticos y limitarlo únicamente a los periodos de campaña proselitista, lo que
de igual manera pareciera no ser tan mala idea, ya que la principal crítica al
sistema electoral en México es su altísimo costo, lo que además embona perfecto
con el discurso de supuesta “austeridad” de la “4t”.
Pero la trampa
es evidente. Esta medida implicaría en realidad la desaparición de los partidos
de oposición, que se quedarían sin forma de subsistir, mientras que Morena, el nuevo
partido oficial en vías de convertirse en hegemónico, no tendría problema, pues
en este momento tiene abierta el arca de los recursos públicos del gobierno,
como quedó evidenciado con el brutal y multimillonario derroche en la promoción
–ilegal, no hay que dejar de mencionarlo- de la -a pesar de ello- fallida consulta
de revocación de mandato de López Obrador.
Aun cuando la
oposición en las cámaras manifestó de inmediato su rechazo abierto a la
iniciativa presidencial y juran que no pasará, no hay que perder de vista que
el régimen presionará por todas las vías y con un alto grado de virulencia a
los legisladores. La campaña de “traidores a la patria” por votar contra la
reforma eléctrica tiene precisamente esa intención, a lo que se sumarán otro
tipo de coerciones, en especial las de tipo legal. No por casualidad participó en
la presentación de la iniciativa Pablo Gómez, titular de la Unidad de
Inteligencia Financiera y ex luchador social rebajado a golpeador y verdugo del
régimen.
No hay lugar
para la incredulidad sobre el objetivo de una reforma de este tipo: la
centralización y concentración absoluta del poder. Por eso López Obrador
pretende que se apruebe lo más pronto posible, pues es ahora cuando tiene el control.
Si se aprobase
en sus términos, por ejemplo, los candidatos a consejeros y magistrados
electorales serían todos afines a la “cuarta transformación” que encabeza el
Ejecutivo, tiene mayoría simple en el Legislativo y cada vez gana más terreno
en el Judicial. Los nuevos organismos carecerían de autonomía e independencia
y, en los hechos, sería como volver a la época en la que la Secretaría de
Gobernación organizaba las elecciones y las ganaba siempre, invariablemente, el
partido oficial.
Pero aún si no
se aprueba y corre la misma suerte de la reforma eléctrica, es predecible lo
que podría ocurrir en 2024: el desconocimiento del resultado de la elección si
les es desfavorable, aduciendo que el árbitro les hizo “trampa” porque es
“parcial” y no se cambió por otro.
Quieren un
sistema a modo para la restauración del viejo régimen del que provienen y al
que añoran. Ésta es su embestida definitiva. Aquí se juega la viabilidad
democrática del país.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras