LA EMBESTIDA FINAL Y EL “COLABORACIONISMO”
LA EMBESTIDA FINAL Y EL “COLABORACIONISMO”
Por Aurelio
Contreras Moreno
El proceso para aprobar
en el Congreso de la Unión la extensión de la militarización de las tareas de
la seguridad pública, marcó la ruta que el régimen de la mal llamada “cuarta
transformación” buscaba para doblar a la oposición e intentar –con altas
probabilidades de lograrlo- destruir el sistema electoral que ha costado más de
40 años construir en este país.
Por medio de la
coacción, la amenaza, el chantaje y el soborno, el gobierno que iba a
“transformar la vida pública del país” aprovechó las falencias, miserias y
larga cola de los legisladores de varios partidos “opositores”, a los que se
les acabó la valentía cuando les dieron a escoger entre sus posiciones
políticas –sería darles demasiado crédito creer que tienen convicciones- y su
libertad o sus intereses.
Así, de manifestar
posiciones totalmente contrarias a lo que representa un retroceso histórico
como la militarización, los legisladores colaboracionistas del régimen de
pronto le encontraron “virtudes” a las iniciativas redactadas en los cuarteles
militares, a las cuales solo les agregaron promesas de “transparencia” y
“rendición de cuentas” que a la primera oportunidad, los jefes castrenses
incumplieron.
Lo mismo está
sucediendo en los congresos locales. Diputadas y diputados que llegaron a sus
legislaturas enarbolando un plan de acción y una postura programática por la
cual sus electores votaron y los pusieron en sus curules, traicionaron a sus
votantes y se sumaron sumisos a los designios de un régimen que cada día es más
violento, verbal y políticamente, sin que se pueda descartar que llegue a otros
niveles.
Ahora, van por la
reforma que más le importa al lopezobradorismo: ésa que le permita perpetuarse
en el poder como a su abuelo el PRI, para lo cual necesita destruir lo que se
le tuvo que arrancar por la fuerza al régimen priista, que es la posibilidad de
elecciones libres, con certeza sobre el sentido y el conteo del sufragio.
Con todas sus fallas
–al fin, creación humana-, el sistema electoral que opera en México desde
principios de la década de los 90 permitió un real equilibrio y división de
poderes, rendición de cuentas y alternancia en el poder, condiciones mínimas
para hablar de un sistema democrático, junto con la libertad de expresión.
Todo eso está en riesgo
de perderse si se llega a aprobar la malhadada iniciativa de reforma electoral
con la que el morenato pretende hacer retroceder al país 50 años en materia política,
prácticamente a un estadio como el de las elecciones de 1976, en las que el
candidato oficial de plano no tuvo competencia alguna enfrente y, como él mismo
lo reconoció con cinismo, con que su mamá votara por él, ganaba. López, también
se apellidaba.
Pero a diferencia de
aquel López –Portillo, quien entendió que esa simulación era insostenible y
promovió la apertura del sistema para que al menos existiera realmente la
oposición y tuviera voz en las cámaras-, el actual López añora los tiempos del
echeverriato, época en la que se afilió al PRI y éste era el partido
hegemónico, aunque en términos de competencia y alcances, era el único.
La reforma electoral
por la que va el régimen es un bodrio sobre el cual se pronunciaron especialistas
de 61 países que conforman la Comisión de Venecia y que advirtieron que
socavaría la confianza ciudadana, al provocar ineficiencia en la organización
de elecciones.
La Comisión de Venecia -órgano
consultivo del Consejo de Europa responsable de brindar asesoría legal sobre
cuestiones constitucionales en materia electoral- destacó que la parte más
preocupante de la reforma de marras es la idea de que “el pueblo” elegirá a
las autoridades electorales, pues esto lo único que garantiza es que
dichas autoridades sean afines al partido en el poder, mientras que la elección
de diputados y senadores por listas nacionales –plurinominales, a diferencia de
lo que en la propaganda se quiere hacer creer- afectará la pluralidad, pues ante
un escenario como el actual, ganarán los partidos grandes y con más recursos a
su disposición. El que esté en el poder y sus rémoras, para decirlo claramente.
Pero Morena y López
Obrador eso es precisamente lo que buscan, un mecanismo para controlar por
completo el sistema electoral, manipular los resultados y borrar cualquier
rastro de pluralidad, lo que invariablemente llevaría al autoritarismo, y que con
el añadido de una clase militar más que empoderada, entronizada, significaría
la muerte de la democracia en México.
La embestida está en marcha.
Y lo más asqueroso de todo son los colaboracionistas y facilitadores que
saldrán con pretextos a decir que si se le hacen cambios cosméticos a la
propuesta, la aprobarán.
Ésos, como en otras
épocas y contextos, terminarán siendo vomitados por la historia por su traición
al país.
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Twitter: @yeyocontreras