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La Felicidad en la Burbuja

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Por Pedro Peñaloza

“Un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión

y no quiere cambiar de tema”.

Winston Churchill

  1. Primer informe/tercera misa.Liturgia y simbolismo. Ahí están los viejos fetiches, las estampas de lo antiguo, el penetrante olor a naftalina domina todos los rincones del patio de 400 invitados incondicionales.

¡Qué inicie la ceremonia! se ubican los actores y actrices, prestos a cumplir con su papel; hay de todo: burócratas abyectos, incondicionales eternos al poder, puñado de ricos acostumbrados a aplaudir a quienes no tocan sus jugosísimas ganancias. Todo está listo para que aparezca el Tlatoani, que dará sentido a la vida de quienes esperan sus sabias palabras con esperanza y fe. Sí, iluminará el camino de seres terrenales engañados por el viejo modelo egoísta e individualista.

  1. Dejavú .No importa que repita lo que dice en las misas de siete. Nadie lo impugnará. Repasa asignaturas de memoria: “la economía está creciendo poco, pero no hay recesión” o “ahora es menos injusta la distribución del ingreso” (Milenio, 2/9/19, p. 7). Como siempre, sin evidencias. Los ricos ríen en sus adentros. Continuó con su monocorde voz y, ¡Zaz! se aventó al océano de lo abstracto, afirmando que: “la pobreza se dio por el fracaso del modelo económico neoliberal y de la inmunda corrupción pública y privada; ésa es la causa principal de la inseguridad y la violencia” (Ídem). Vuelven a sonreír discretamente los dueños del dinero. El análisis profundo de la economía y de su política cruje; y, prosigue, para hablar de la violencia y la inseguridad (ejerce su austeridad hablando de esto sólo seis minutos), y balbucea: “todavía tenemos que trabajar mucho porque no son buenos resultados en cuanto a la disminución de la incidencia delictiva” (Ídem). Y dispara palabras de un hipotético “mundo mejor”. ¿El tema central de irritación y preocupación en el país no merece nada más? Tal vez, pronto, sus recetas y convocatorias espirituales a las “madrecitas mexicanas” darán resultados.
  2. El monopolio de la moral.La típica prepotencia que se destila desde el púlpito del poder no podía faltar. Para el infalible presidente los que discrepan de sus políticas están “moralmente derrotados”, sólo le faltó decir a sus adversarios que ya ni concurran a las elecciones. ¿Para qué? Ya están derrotados “moralmente”.

Epílogo. Mientras AMLO se regodea con su poder, el país se baña de sangre y su gobierno tiene las peores cifras históricas de homicidios dolosos. El presidente es feliz en su burbuja, en tanto, las mayorías silenciosas siguen atrapadas entre el miedo, la incertidumbre y las violencias. Primer corte de gobierno.

 

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