La hora de Brasil
Pedro Peñaloza
«El mundo se divide, sobre todo, entre
indignos e indignados, y ya sabrá cada
quien de qué lado quiere o puede estar…»
Eduardo Galeano
1) Crisis política y crisis social. Por segunda vez en un mes, salieron a la calle a protestar contra Dilma Rousseff, su Gobierno y su partido. La anterior protesta, celebrada el pasado 15 de marzo (quizá mayor que esta), puso en el centro de sus demandas la renuncia de la Presidenta, por el método denominado impeachment, esto es, una iniciativa parlamentaria que obliga a Rousseff a abandonar el cargo, acusada de haber permitido a sabiendas la corrupción rampante de la empresa pública Petrobras, durante los últimos años.
Desde la óptica jurídica, diversos analistas, consideran que no hay base judicial para llevar a cabo este proceso, sobre todo, cuando se tienen en cuenta que la jefa del ejecutivo ganó las últimas elecciones celebradas en octubre del año pasado. Pero, por supuesto, la recolección de firmas y las expresiones públicas sirven para minar, aún más, la ya devaluada popularidad de la Presidenta brasileña. El 63% de la población, según una encuesta publicada el 12 de abril por el diario Folha de Sao Pablo está a favor de que el parlamento lleve a cabo el proceso de abandono del cargo. Independientemente de los vericuetos formales y legislativos, lo que está claro es que Rousseff tiene un problema insalvable y que representa un freno al ejercicio de su gobierno, nos referimos a un congreso hostil, en dónde su partido está en minoría.
2) 100 días de tormenta. Las primeras 14 semanas del mandato del PT, han resultado particularmente convulsas, ya q ha pasado de todo: por un lado, se han sucedido los números económicos negativos (inflación ascendiendo hasta el 7.7%, crecimiento del 0.01% del PIB, las amenazas de las agencias calificadoras para rebajar la nota de calificación del país); y por otro lado, la ya mencionada debilidad política de Rousseff, que aunque ha tratado de compensarla con dos operadores políticos, Joaquím Levy, el Ministro de economía y Michel Temer, vicepresidente. Ninguno de los dos pertenece al partido de la Presidenta y ninguno es enteramente confiable para ella.
En esta frágil situación, son evidentes las presiones para abandonar las políticas de igualación social e imprimir una política más liberal, que consistiría en llevar a cabo este año recortes de gastos sociales, lo cual sería intentar apagar el incendio con gasolina, puesto que el panorama económico presiona aún más a las capas proletarias y a segmentos de la pequeña burguesía empobrecida. El desafío no es sencillo, no tiene capacidad de maniobra en el parlamento y se enfrenta a movilizaciones callejeras integradas por personas de clase media o media alta que han aprovechado el fenómeno de la corrupción como un detonante que abre el telón para exhibir otros vacíos en las políticas gubernamentales.
3) Otro frente abierto. Desde el pasado mes de enero se ha presentado una nueva ola de violencia que ha causado la muerte de 40 personas en Río de Janeiro, entre policías, traficantes y moradores inocentes atrapados por balas perdidas. Todo ello a menos de 15 meses de los juegos olímpicos. La política de pacificación en las favelas, mediante la Policía Pacificadora (UPP), buscaba expulsar a los narcotraficantes y ocupar las comunidades con una policía cercana a los ciudadanos. En el plano nacional, con una policía militarizada, mal preparada y controlada por los estados, en 2013 dejó un saldo de 2,212 muertos, cuya responsabilidad fue atribuida a las policías.
Epílogo. El cocktail de factores no anuncia buenos tiempos. Veremos.
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