La liberación homosexual y los comics
La liberación homosexual y los comics
El mundo de los superhéroes
siempre ha estado invadido de estereotipos homófobos a veces dominado por la
testosterona, la violencia y los valores conservadores, sin embargo, las
editoriales de cómics norteamericanas han recorrido lentamente una serie
transformaciones que va reflejando los cambios sociales. El resultado es una
normalización que ahora lleva bodas gais a las mismas portadas de los cómics.
Por ejemplo, el personaje de
Linterna Verde nació en 1940. Es solo dos años menor que Superman y uno mayor
que el Capitán América, como ellos, encarna un ideal: si Superman y el Capitán
América tienen una fuerza sobrehumana por motivos diversos, Linterna Verde
tiene un anillo (como el de la célebre ópera de Richard Wagner), pero hecho de
un material verduzco y extraterrestre, capaz de hacerle volar, atravesar
paredes y destrozar lo que se le ponga por delante. Su misión es defender la
justicia y el bien, en beneficio de la patria norteamericana.
¿Qué ha pasado para que, en
siete décadas, ese personaje pasara de encarnar los ideales de la moral
conservadora a ser un icono de liberación del movimiento gay? En los cuarenta,
Linterna Verde era un señor casado y con dos hijos, pero en un número de este
verano de Tierra 2, una nueva serie de la editorial DC Comics, el Linterna
Verde original, Alan Scott, saluda a su novio con un beso, mientras le dice:
«Dios mío, cómo te he echado de menos».
Ramzi Fawad, doctor en
Estudios Norteamericanos y lector en las universidades de Georgetown y George
Washington, explica que antes de los años sesenta, «los superhéroes
encarnaban una gran masculinidad y abrazaban el ideal del vigilantismo
justiciero para defender la seguridad nacional». «Entonces el
superhéroe, emergido después de la Gran Depresión, era una personificación de
la síntesis entre los seres biológicamente naturales y las tecnologías de la
sociedad industrial», añade. Un ejemplo claro es el de Capitán América, de
Marvel, que era en realidad un experimento, un ser humano mejorado.
Luego llegó una hornada de
cómics revolucionaria, justo en el umbral de la década de los sesenta. La
quintaesencia: la Patrulla X, un cómic creado por Stan Lee y el dibujante Jack
Kirby, que comenzó a publicarse en la editorial Marvel en 1963. «Los personajes,
a partir de entonces, aparecieron como un grupo con características
monstruosas, con lo que se vino a llamar mutaciones, que procedían a veces de
particularidades genéticas o de experimentos atómicos. Ya no eran ciudadanos
ejemplares en sus naciones, sino unos parias, apartados de la sociedad, que
debían demostrar su buen civismo ante las dudas de sus conciudadanos»,
añade Fawad.
La primera Patrulla X la
conformaba un grupo de jóvenes urbanos, todos de raza blanca, reclutados por el
profesor Xavier para formar un equipo de superhéroes. En el año 1975, Marvel
los reinventó, de la mano del guionista Len Wein y el dibujante Dave Cockrum.
Ya no eran todos adolescentes. Tampoco eran todos norteamericanos o de raza
blanca. Representaban una gran diversidad. Cambio que reflejaba tanto la lucha
social contra el racismo y la xenofobia como un principio de la manifestación y
liberación homosexual.
Entonces, los superhéroes
eran una metáfora. Sus mutaciones podían compararse con las diferencias
personales a nivel sexual o racial. Un joven gay o extranjero veía a un
superhéroe ridiculizado y perseguido por sus diferencias genéticas, y podía
sentirse identificado. El recurso a las figuras retóricas era absolutamente
necesario. Desde 1954 las grandes editoriales de EE. UU. se acogían a un código
de decencia, titulado Comics Code Authority, diseñado en plena época del
macartismo, y que, entre otras cosas, prohibía que se mostrara a héroes
homosexuales.
En 1989 ese código se
modificó para pedir a los creadores que demostraran sensibilidad a la hora de
reflejar «orientaciones nacionales, éticas, religiosas, sexuales,
políticas y socioeconómicas». De las dos grandes editoriales de Estados
Unidos, Marvel renunció al código en 2001 y DC lo hizo en el año 2011.
El de la normalización ha
sido un largo camino. Lejos quedan los años en los que una escena de Marlene
Dietrich besando a una mujer en la película Morocco (1930) provocó un escándalo
de proporciones nacionales. Hoy, los personajes gais aparecen en una cantidad
ingente de largometrajes y series en televisión. Eso es ahora, en una época de
relativa normalidad, pero en los años setenta, hablar de superhéroes gais era
todo un riesgo.
El mutante Northstar tiene
el honor de ser uno de los primeros superhéroes gais del género. Se le creó en
1979, como miembro del grupo Alpha Flight, dentro del universo de la Patrulla
X. Su nombre real era Jean-Paul Beaubier, millonario canadiense, y atleta
olímpico. Tenía las mutaciones de la ultravelocidad y el vuelo. Nunca habló en
sus primeras apariciones de su preferencia por los hombres, pero quedaba claro
con anécdotas diversas, algo estereotipadas. Northstar salió del armario, con
un rugido, en 1992, «¡Soy gay!», exclamación que le seguirían muchos
otros.
Extraño, de la serie Millenium,
sería uno de los primeros en el universo de la editorial DC en admitir su
homosexualidad, de forma algo desafortunada. Amanerado y dado a llevar ropajes
extravagantes y coloristas, era más un estereotipo que un héroe. La situación
se fue normalizando poco a poco y algunos héroes, hasta entonces
heterosexuales, renacieron para cambiar de orientación sexual. Por ejemplo,
Batwoman que nacida en 1956, se reinventó en 2006, como una heroína
abiertamente homosexual.
Dos momentos definen la
evolución de la presencia de héroes gais en el mundo de los cómics, ambos
dentro de la editorial Marvel. En 1980, el alter ego de Hulk, Bruce Banner,
acude a un gimnasio, donde dos malvados gais, totalmente estereotipados,
intentan violarle en las duchas. En junio de este año, por fin, Northstar se
casó con su pareja de toda la vida, Kyle. Y la ceremonia fue portada del número
51 de Astonishing X-men, una de las entregas de la Patrulla X. Separan ambos
momentos 32 años, en los que la evolución del género, hacia una mayor tolerancia,
ha sido total.