LA MARCHA DE LA EXTORSIÓN
LA MARCHA DE LA EXTORSIÓN
Por Aurelio Contreras
Moreno
El “desfile” que el
presidente Andrés Manuel López Obrador se autoorganiza para autoglorificarse en
el inicio de su quinto año de gobierno es, además de un grosero y soez derroche
de recursos públicos –se tirarán millones en el acarreo de personas este
domingo-, un intento desesperado por aferrarse a un poder que irremediablemente
comenzará a desvanecerse.
Las diversas
encuestas y sondeos de opinión aún le confieren una alta aceptación, de cerca
de 60 por ciento en promedio. Pero además de que es un nivel que otros
presidentes anteriores también tuvieron a estas mismas alturas de sus sexenios
–por ejemplo, Carlos Salinas de Gortari-, en el caso de López Obrador se
sostiene de algo a la vez tan poderoso como irregular: el dinero.
Lo único que explica la
popularidad de López Obrador a pesar de sus dislates, de su pésima
administración, del daño causado a la educación, la ciencia y la salud, del
encono que alienta todos los días desde el púlpito presidencial, de la
violencia generalizada en todo el país, es la repartición de recursos públicos
a través de sus “programas sociales”, en una exaltación delirante y hasta energúmena
de una de las prácticas por excelencia del viejo régimen priista: el
clientelismo. Al final del día, se cumple aquello de que Morena es la “cuarta
transformación”… del PRI.
El dinero aún no se
acaba, así que la popularidad presidencial se mantiene, aunque cada vez en más
sectores que antes lo apoyaron incondicionalmente han comenzado a pintar su
raya, a tomar distancia y algunos a romper abiertamente con el
lopezobradorismo, ante la evidencia de que se trata de un régimen autoritario,
antidemocrático y al que solo le falta ser represor… a nivel federal, porque en
estados como Veracruz no han tenido ningún empacho en aplicar la “ley del
garrote” contra quien protesta, contra quien disiente y especialmente contra
quien ejerce su derecho a oponérsele políticamente a un gobierno que disfruta
siendo tan “bananero” como le sea posible.
La marcha que el
pasado domingo 13 de noviembre se celebró en unas 50 ciudades del país en
defensa del Instituto Nacional Electoral y contra el bodrio de reforma
electoral del presidente López Obrador logró algo que seguramente no se
propuso: sacó de sus casillas al inquilino del palacio virreinal, aun cuando
intentaron minimizarla con una muy intensa campaña de propaganda y
desinformación a lo largo de ése y los días subsecuentes.
Y como hacen todos
los regímenes autoritarios, se llamó de inmediato a un acto de “desagravio”
para quien se cree incuestionable: una marcha que no es marcha, pues no
encierra reclamo ciudadano alguno. Un desfile de ostentación del poder por el
poder en el que con todos los recursos del Estado se buscará empequeñecer la imagen
de la avenida Reforma de la Ciudad de México llena de tonos rosas y blancos,
para sustituirla por la de una marejada de “camisas guindas”, en un despliegue
que no está lejos de las expresiones más fascistoides.
Si bien habrá muchas
personas que a pesar de todo sigan creyendo en la “4t” y acudan por su propia
voluntad, el acarreo es el arma fundamental para lograr el propósito de
avasallar. Y como ya ha hecho antes el gobierno que se decía “diferente” a los
que le precedieron, llevarán gente por carretadas al primer cuadro de la Ciudad
de México desde todos los estados en los que gobierna Morena. A algunos les
ofrecerán refrigerios, bebidas y un “apoyito” extra por las “molestias”; a
otros les condicionarán permisos para trabajar y la entrega de sus becas y
pensiones –engañándolos, porque ése es el oxígeno del que vive este gobierno-;
y a una buena parte, a los empleados de los tres niveles de la administración
pública controlados por Morena, los obligarán a acudir y hasta a poner de su
bolsa para llegar y acarrear a otros tantos, so pena de perder sus empleos.
Eso es, por ejemplo,
lo que sucede en la Secretaría de Desarrollo Social estatal en Veracruz y
seguramente en todas las demás dependencias: a los trabajadores de confianza
los “invitan” a poner de su bolsa dos mil pesos y a los de contrato 500, para
financiar la renta de camiones para el acarreo de burócratas. Además de que
deben ir a… fuerzas el domingo a la Ciudad de México o se despiden de su trabajo.
Ya lo dijo la semana
pasada la “mandamás” del Tribunal Superior de Justicia del Estado de Veracruz,
la directora de Administración Joana Marlen Bautista: “en el Poder Judicial
somos ‘obradoristas’ y muchos “van a querer ir” a la marcha. Una extorsión en
toda forma.
Lo que va a pasar el
domingo es previsible. López Obrador sanará su ego herido con “amor comprado” y
retacará de gente el zócalo y todo el primer cuadro de la Ciudad de México. Eso
no cambiará el hecho de que una marcha ciudadana, sin recursos públicos de por
medio, hizo fracasar su embestida contra el sistema democrático del país, aunque
éste tampoco saldrá incólume. Será otra lucha que los ciudadanos habrán de dar.
La marcha de la
extorsión tendrá su espeluznante imagen color sangre seca inundando el zócalo.
Pero a la legitimidad ya renunciaron.
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