Ars Scribendi

La Mesa del Café

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Por Rafael Rojas Colorado
                Cada vez que deambulaba por la céntrica Avenida; al pasar frente al “Café Paris” me llamaba la atención la mesa que esta acomodada junto al ventanal, siempre la veía sola, a pesar de su buena ubicación, daba la impresión de que nadie deseaba usar sus sillas y paladear una rica taza de café, y al mismo tiempo apreciar el paisaje de la calle, al menos, siempre que cruzaba por ese lugar la veía abandonada por la clientela.
                No fueron pocas las veces en las que fantaseé, me miraba sentado en esa mesa al lado de la joven que, con una dulce sonrisa, me robó el corazón, ironías de la vida. La sublime expresión fue como un destello de ternura que se convirtió en un amor inalcanzable, pero con él me parecía conversar animadamente mientras el vaho del café se difuminaba en el aire. Mi vida era vana y solo esa ilusión me alimentaba haciendo sobrevivir a mi corazón, pura fantasía.
                Llegó el 24 de diciembre y con la soledad a cuestas deambulé por la gran Avenida cuando las sombras de la noche ya cubrían la ciudad. Las luces y los adornos decembrinos despedían un halo de melancolía, al menos así me parecía; la gente presurosa invadía los comercios en busca del regalo para el ser amado. En cambio, yo más solo que nunca, sin darme cuenta cruzaba frente al “Café París” y detuve mi paso para mirarlo, en su interior, muchos parroquianos ya festejaban la navidad, inexplicablemente, la mesa del ventanal estaba desocupada, totalmente abandonada, o tal vez, pensé, me esperaba, y por esa razón sin titubeos entré al lugar en el que se respiraba calor humano, solo yo sentía frío en el alma.
                Ocupé la mesa y ordené mi café, mi vista la dirigí a través de la ventana hacia la calle, atestigüe el regocijo de la gente, el fluir del tráfico, todo mundo se dirigía hacia un lugar distinto, pero a donde alguien los esperaba, en cambio yo seguía sumergido en la tristeza, di lentamente dos sorbos a la taza que contenía al café, de pronto y sin esperarlo, dentro de mi ser se dibujó aquella tierna sonrisa que una vez vi por vez primera cuando despertaba el alba, y sí, en verdad era ella coqueteando en lo más hondo de mi ser.
  Mi estado de ánimo cambió, ya no me encontraba solo, sino que ella me acompañaba para celebrar la navidad.
A todos mis lectores les deseo un Feliz Navidad y un luminoso año 2020.

 

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