LA NARRATIVA DEL NARCO
LA NARRATIVA DEL NARCO
Los Tocables
Por Héctor Guerrero
La carta de Ismael «El
Mayo» Zambada, en la que detalla su versión sobre los hechos que rodearon
su captura, ha generado una tormenta política en México, exacerbando las
tensiones entre el gobierno federal y el estado de Sinaloa.
Zambada, en su misiva, no solo
pone en duda la versión oficial de su detención, sino que además vincula este
hecho con el asesinato de Héctor Melesio Cuén, un político influyente y rival
del gobernador Rubén Rocha Moya.
Estas revelaciones no solo
apuntan a una relación preocupante entre el crimen organizado y los políticos
locales, sino que también agudizan el escándalo al implicar a figuras de alto
nivel en una trama que mezcla corrupción, poder y violencia, como
lamentablemente relatan las series televisivas y novelas de “ficción” que
encumbran a este tipo de historias.
Pasa en la tele, pasa en la
vida real, dijera el clásico.
En su carta, Zambada afirma
que el día de su arresto, el 25 de julio de 2024, tenía planeada una reunión
con el gobernador Rubén Rocha Moya y otros actores clave del Cartel de Sinaloa
en Huertos del Pedregal, un lujoso salón de eventos en las afueras de Culiacán.
Según Zambada, en esa reunión
se discutiría un conflicto en la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), donde
Cuén, ex rector de la institución, también debía estar presente.
Zambada asegura que momentos
antes de ser capturado, saludó a Cuén, un «amigo mío desde hace mucho
tiempo», y que el asesinato del político no fue un robo al azar, como
sugirieron las autoridades, sino un acto deliberado relacionado directamente
con su captura.
Las implicaciones de estas
afirmaciones son graves. De ser ciertas, no solo indican que un alto
funcionario del gobierno estatal tenía conocimiento o participación en
actividades vinculadas al narcotráfico, sino que además revelan la fragilidad y
permeabilidad del sistema político mexicano ante las influencias del crimen
organizado.
Zambada sostiene que fue traicionado y
entregado a las autoridades estadounidenses por Joaquín Guzmán López, uno de
los líderes de Los Chapitos, la fracción del Cartel de Sinaloa que lideran los
hijos de Joaquín «El Chapo» Guzmán.
Como en la ficción, podemos
alcanzar a ver una compleja red de lealtades y traiciones dentro del propio
cartel, así como una relación cercana
entre los narcotraficantes y sectores
del gobierno.
El gobernador Rubén Rocha Moya
ha negado rotundamente haber estado presente en la supuesta reunión y asegura
que el día de los hechos se encontraba fuera de Sinaloa, volando hacia Los
Ángeles.
Sin embargo, las inconsistencias
en la versión oficial y la falta de detalles precisos sobre su paradero en
momentos críticos han sembrado dudas y alimentado sospechas.
¿A quién le creemos, a un
delincuente con décadas dedicándose al trasiego de drogas, o a un gobernador de
Morena con el agua hasta el cuello? Difícil decisión.
La respuesta del presidente
Andrés Manuel López Obrador, que inicialmente había respaldado a Rocha, ahora
parece estar marcada por un intento de distanciarse del escándalo, aunque sin
romper completamente con el gobernador, quien es un aliado político de su
partido, Morena.
Y esto nos recuerda la
tradición en México, de la cual para nada esta exenta la presente
administración, del gobierno y narco, narco y gobierno o narcogobierno, como
gusten ustedes llamarle, más reciente el caso de Genaro García Luna, ex
secretario de Seguridad Pública durante el gobierno de Felipe Calderón, quien
fue condenado en Estados Unidos por sus vínculos con el Cartel de Sinaloa.
Al igual que en el caso de
García Luna, las acusaciones de Zambada han generado un juicio mediático que
pone en tela de juicio la integridad del gobierno. Sin embargo, a diferencia de
García Luna, quien fue procesado y condenado en un tribunal, las acusaciones
contra Rocha y otros políticos involucrados en este escándalo aún no han sido
sometidas al escrutinio judicial.
Esto deja en manos de las autoridades
estadounidenses, y de la voluntad política de Washington, la posibilidad de que
las declaraciones de Zambada sean judicializadas en un futuro cercano.
Zambada jugó de forma astuta
al presentar su carta, diseñada para manipular la narrativa pública y presionar
a las autoridades de ambos lados de la frontera.
En su carta, Zambada no solo
describe con detalles vívidos su arresto, sino que también siembra dudas sobre
la versión oficial, utilizando una estrategia común en las cortes
estadounidenses, donde la construcción de una narrativa convincente puede ser
tan efectiva, o más, que la presentación de pruebas contundentes., o como dicen
en el barrio “choro mata carita”.
Esto coloca al gobierno
mexicano en una posición delicada, ya que cualquier intento de desmentir la
versión de Zambada podría ser interpretado como una defensa débil y poco
convincente frente a la creciente sospecha de corrupción que pesa ya sobre el
gobierno de López.
Obviamente la carta impacta
desde quien la escribe, no se limita al ámbito de la política local en Sinaloa.
Sus efectos resuenan a nivel nacional, en un momento en que la administración
de López Obrador enfrenta críticas por su política de seguridad y su enfoque
hacia el narcotráfico, que ha sido interpretado por algunos como demasiado
conciliador. Los abrazos, pues.
La narrativa presentada por
Zambada pone de relieve las debilidades estructurales del Estado mexicano en su
lucha contra el narcotráfico, el crimen organizado sigue profundamente
arraigado en las instituciones.
La carta de «El
Mayo» Zambada es un nuevo golpe de realidad que exhibe la corrupción que
aún persiste en México y de la continua colusión entre el crimen organizado y
el poder político en un país que sigue siendo rehén de la violencia y la
corrupción.
El desenlace de este caso
podría tener implicaciones profundas para la política mexicana, la política
estadounidense y para la lucha contra el narcotráfico en los próximos años
Y ya viene la nueva temporada,
con “Batman” Harfuch en los controles…
Tiempo al tiempo.
@hecguerrero