LA PSICOTERAPIA: ¿PARA QUE SIRVE Y HASTA DONDE LLEGA?
LA PSICOTERAPIA: ¿PARA QUE SIRVE Y HASTA DONDE LLEGA?
Cuando una persona decide vivir la experiencia de
colocarse ya sea en un diván o frente a un terapeuta, no significa que esté
“enfermo/a”, más bien nos dice que ha optado por iniciar un camino alejado de
las respuestas inmediatas o garantías de felicidad. Por ello, en un mundo donde
se busca inmediatez, la psicoterapia parece ir a contracorriente bajo la
consigna de detenerse a mirar hacia adentro y tolerar la incertidumbre. Pero
¿para qué sirve realmente la psicoterapia? ¿Cuáles son sus alcances… y también
sus límites?
Una de las primeras ideas que conviene cuestionar
es la creencia de que ir a terapia es “para los que no pueden solos”. Esta
visión, todavía presente en muchos discursos, refuerza la falsa idea de que
pedir ayuda es signo de debilidad. Por el contrario puedo decir que iniciar un
proceso terapéutico requiere valentía para mirar nuestras heridas, revisar
nuestras decisiones, analizar nuestra acciones y cuestionar nuestras creencias
más arraigadas.
Desde la psicología contemporánea, se reconoce que
la terapia puede ofrecer recursos para manejar la ansiedad, la depresión, el
estrés o las crisis vitales. Pero su alcance va más allá del alivio del
síntoma: la psicoterapia puede ser también una herramienta para conocernos en
profundidad, para comprender nuestras relaciones, y para identificar los
patrones que repetimos sin darnos cuenta.
El psicoanálisis, por su parte, nos recuerda que
no todo lo que somos está a la vista, aquí me detengo a comentar que aunque hay
personas que tienen una capacidad autocrítica envidiable que pareciera que no
temen observarse, existe una parte de nuestra humanidad que permanece en la
oscuridad en lo que conocemos como inconsciente, y que desde esa penumbra
influye en nuestros deseos, nuestras elecciones y nuestras contradicciones.
Para citar algunos ejemplos de su manifestación, podría mencionar algunas
preguntas típicas que la gente se hace: ¿Por qué repito vínculos que me hacen
daño? ¿Por qué me saboteo justo cuando las cosas comienzan a ir bien? ¿Por qué
reacciono con tanta intensidad ante situaciones aparentemente simples? Este
tipo de preguntas abren la puerta a un trabajo profundo que no siempre tiene un
final definido.
Es importante señalar que la psicoterapia no es ni
de cerca un camino hacia una “cura” como la que se nos vende con los
medicamentos, ni “soluciona” las cosas que nos pasan desde el sentido técnico
del término. En muchos casos, su trabajo es más bien acompañar, dar lugar a la
palabra, y permitir que el sujeto se escuche a sí mismo de una forma distinta.
Esto puede generar malestar en un principio: hay
personas que, al comenzar su proceso, se sienten más confundidas que al llegar.
Pero no es un retroceso: es parte del proceso de abrir preguntas nuevas,
desordenar lo sabido y construir sentido.
Tampoco se trata de “recibir consejos”. El
terapeuta no está ahí para decirte qué hacer, sino para ayudarte a descubrir
cómo piensas, sientes y decides. La función del analista o terapeuta no es
dirigir tu vida, sino acompañarte en el camino de autorreflexión. A veces, este
acompañamiento es silencioso; otras, se da a través de una pregunta que
incomoda, pero que deja resonando algo profundo.
Un límite importante de la psicoterapia es el que
impone la propia voluntad del paciente. Con esto me refiero a que no se puede
avanzar en un proceso si no hay disposición para implicarse, si no se está
dispuesto a sostener la incomodidad que trae consigo mirar hacia adentro. Y es
que la psicoterapia no se impone, se elige; y es desde esa elección que se
renuncia a las certezas, para en su lugar asumir la responsabilidad de las
cosas y así dejar de culpar únicamente al exterior.
Pero también hay posibilidades inmensas en este
trabajo. Quien se permite el proceso puede descubrir nuevas formas de
vincularse, de poner límites, de tolerar el dolor sin quedar atrapado en él. La
terapia no transforma la vida desde afuera, pero sí puede transformar la forma
en que la habitamos.
En muchos casos, la psicoterapia permite nombrar
lo innombrable: dar sentido a experiencias pasadas, comprender el lugar que
hemos ocupado en nuestras familias, resignificar decisiones o duelos. Pero esto
no se da en una sesión, ni en un mes y me atrevo a decir que ni en un año, a
veces nos toma toda una vida, pero cuando se establece una relación de
confianza y de escucha con uno mismo, la forma en que transitamos por ese
tiempo será significativamente más consciente.
Desde una perspectiva social, también es
fundamental dejar de ver la terapia como un último recurso, ya que no es
extraño que la mayoría de las personas
acuda con el especialista como si se tratase de un extintor que tiene la
leyenda “rómpase en caso de emergencia”. En su lugar, les invito a cuidar de su
salud mental como un acto de la mayor naturalidad, sin la expectativa de
“arreglar” lo que está roto, sino de sostener lo que duele, explorar lo que se
repite y dar espacio a lo que aún no ha sido dicho.
Así como una taza de café puede ser el pretexto
para detenernos, conversar o simplemente estar con nosotros mismos, el espacio
terapéutico puede ser ese lugar donde el tiempo se suspende un poco, y lo más
íntimo encuentra un lugar para ser escuchado, para ser elaborado y finalmente,
para ser integrado en nuestra vida de una forma no conflictiva.
Nos leemos en el próximo Café desde el Diván.
Paulo César Soler Gómez
Contacto: psoler@live.com.mx
Youtube: : https://youtube.com/@paulosoler