La real política y los ideales
La real política y los ideales
Andar en
campaña electoral es una forma de hacer proselitismo para ganar votos y
conciencias, adhesión a unas propuestas y apoyo a las personas y sus perfiles
de candidaturas. A la vez es un curso intensivo y práctico sobre el estado
efectivo de la actividad política. Aunque es a nivel municipal, en mi caso,
creo que no es muy distinta en el resto del país.
De esta
reciente campaña en que incursione como aspirante a la Alcaldía xalapeña,
extraigo algunas observaciones, iniciales, sobre la práctica política concreta
relacionada con partidos y elecciones.
La correlación pragmatismo e ideales es abrumadoramente favorable al primero.
Estamos en general ante meros membretes partidarios, sin militancia y ajenos a
propuestas serias; con mínimas excepciones. Las candidaturas parecen un afán
rutinario de ser políticos, lo que eso signifique. Hasta algunos candidatos
pequeños hacen gala de la típica parafernalia política, con despliegue
apantallante de vehículos y personal a su servicio. Es una actividad inercial,
hecha porque sí, para figurar en lo personal, de simple protagonismo y donde se
dice lo que sea aprovechando que no hay diálogos, ni debates en número y
modalidad que suponga cierta exigencia para pensar.
En tiempos de hegemonía de la supuesta regeneración, con un dominio
gubernamental casi total en todos los niveles, es impresionante la debilidad
orgánica y estructural del partido morena. Es un cascarón. Todo lo paga. Sus
brigadistas son contratados para fines de campaña, su propaganda la pintan
empresas y sus promotores son empleados públicos obligados arbitrariamente a
realizar labores ajenas a su trabajo. Hay un acelerado y prematuro cuadro de
descomposición en el partido oficial. Lo que cuestionamos siempre del viejo PRI
ahora ellos lo hacen sin pudor alguno, sin cuidar las formas y de manera
prepotente. Es curioso que quienes se decían de izquierda estén demostrando que
eran simuladores o integrantes de una izquierda abstracta que, ya en el poder,
no tienen la altura, nivel ético, coherencia ideológica ni lucidez para hacer
algo diferente y mejor.
En un
mundo de pragmatismo, de la real política, los ideales y las ideas pierden
terreno. No es que piense en una labor de santos pero si en un equilibrio donde
los intereses normales de los políticos se combinaran proporcionalmente con los
buenos propósitos. Tal vez sea mucho pedir en estos tiempos cuando hablamos de
ideales, a lo mejor bastaría, realistamente, con que hubiera buenas
intenciones.
De manera general se puede decir que nuestra sociedad local es informada y
participativa; con desniveles y coyunturas diferenciadas pero opina e incide en
la vida pública. Podemos hablar de que contamos con un buen nivel de capital
social positivo. Eso nos exige un poco más a quienes les pedimos atención y
votos. Pero todo eso es insuficiente. La mayoría de las instituciones sociales
y universitarias no abren sus puertas al debate plural, hay temores o desidia;
y en el peor de los casos hay cargadas y seguidismo. La disyuntiva de siempre
estará entre el voto libre y el clientelar; en la medida que se imponga el
primero tendremos elecciones de calidad y mejores gobiernos. Es algo vergonzoso
que el partido oficial apele fundamentalmente al voto clientelar, sin que esto
desmerezca la honestidad específica de algunos de sus candidatos.
Xalapa no cabe en dos o tres partidos, le quedan chicos, ni somos mejores por
pertenecer a alguno de ellos. Xalapa no le pertenece a determinado partido. Un
mejor gobierno municipal se debe despartidizar. Los partidos son vía y medio
mientras que los Gobiernos son plurales y representan al todo social.
Recadito:
contento y agradecido por esta reciente campaña.
ufa.1959@gmail.com