OpiniónUriel Flores A.

La real política y los ideales

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La real política y los ideales


Andar en campaña electoral es una forma de hacer proselitismo para ganar votos y conciencias, adhesión a unas propuestas y apoyo a las personas y sus perfiles de candidaturas. A la vez es un curso intensivo y práctico sobre el estado efectivo de la actividad política. Aunque es a nivel municipal, en mi caso, creo que no es muy distinta en el resto del país. 

De esta reciente campaña en que incursione como aspirante a la Alcaldía xalapeña, extraigo algunas observaciones, iniciales, sobre la práctica política concreta relacionada con partidos y elecciones.


La correlación pragmatismo e ideales es abrumadoramente favorable al primero. Estamos en general ante meros membretes partidarios, sin militancia y ajenos a propuestas serias; con mínimas excepciones. Las candidaturas parecen un afán rutinario de ser políticos, lo que eso signifique. Hasta algunos candidatos pequeños hacen gala de la típica parafernalia política, con despliegue apantallante de vehículos y personal a su servicio. Es una actividad inercial, hecha porque sí, para figurar en lo personal, de simple protagonismo y donde se dice lo que sea aprovechando que no hay diálogos, ni debates en número y modalidad que suponga cierta exigencia para pensar.


En tiempos de hegemonía de la supuesta regeneración, con un dominio gubernamental casi total en todos los niveles, es impresionante la debilidad orgánica y estructural del partido morena. Es un cascarón. Todo lo paga. Sus brigadistas son contratados para fines de campaña, su propaganda la pintan empresas y sus promotores son empleados públicos obligados arbitrariamente a realizar labores ajenas a su trabajo. Hay un acelerado y prematuro cuadro de descomposición en el partido oficial. Lo que cuestionamos siempre del viejo PRI ahora ellos lo hacen sin pudor alguno, sin cuidar las formas y de manera prepotente. Es curioso que quienes se decían de izquierda estén demostrando que eran simuladores o integrantes de una izquierda abstracta que, ya en el poder, no tienen la altura, nivel ético, coherencia ideológica ni lucidez para hacer algo diferente y mejor.

En un mundo de pragmatismo, de la real política, los ideales y las ideas pierden terreno. No es que piense en una labor de santos pero si en un equilibrio donde los intereses normales de los políticos se combinaran proporcionalmente con los buenos propósitos. Tal vez sea mucho pedir en estos tiempos cuando hablamos de ideales, a lo mejor bastaría, realistamente, con que hubiera buenas intenciones.


De manera general se puede decir que nuestra sociedad local es informada y participativa; con desniveles y coyunturas diferenciadas pero opina e incide en la vida pública. Podemos hablar de que contamos con un buen nivel de capital social positivo. Eso nos exige un poco más a quienes les pedimos atención y votos. Pero todo eso es insuficiente. La mayoría de las instituciones sociales y universitarias no abren sus puertas al debate plural, hay temores o desidia; y en el peor de los casos hay cargadas y seguidismo. La disyuntiva de siempre estará entre el voto libre y el clientelar; en la medida que se imponga el primero tendremos elecciones de calidad y mejores gobiernos. Es algo vergonzoso que el partido oficial apele fundamentalmente al voto clientelar, sin que esto desmerezca la honestidad específica de algunos de sus candidatos.


Xalapa no cabe en dos o tres partidos, le quedan chicos, ni somos mejores por pertenecer a alguno de ellos. Xalapa no le pertenece a determinado partido. Un mejor gobierno municipal se debe despartidizar. Los partidos son vía y medio mientras que los Gobiernos son plurales y representan al todo social.

Recadito: contento y agradecido por esta reciente campaña.


ufa.1959@gmail.com