La rebelión chilena
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Por: Pedro Peñaloza
“Sólo es digno de libertad aquel que sabe conquistarla cada día”.
Johann Wolfgang von Goethe
1.- La anémica respuesta de Piñera. De acuerdo con el seguimiento que ha dado el periódico El País del resultado neto y concreto de la situación que se vive en el país andino, se describe lo siguiente: “tras una histórica manifestación en Santiago, que congregó el reciente viernes a más de un millón de personas, la mayor protesta del país desde la vuelta a la democracia en 1990, el presidente Sebastián Piñera, anunció que ha pedido la renuncia a todo su gobierno. Se trata de una decisión esperada en medio de una crisis política y social que estalló hace unos días con la subida del precio del metro en la capital y en la cual han muerto 19 personas”. (27/10/19, p.5).
No obstante, esta intentona superficial para resolver una crisis que ya adquirió dimensiones profundas, no se detuvo el efecto multiplicador de las movilizaciones y exigencias, como ha sucedido, no sólo en Santiago, sino también en Valparaíso, Concepción, Antofagasta, Talca y decenas de otras grandes y pequeñas ciudades del país que se suman diariamente en acciones multitudinarias. Es más, el miércoles, según reportan algunos medios, la Central Unitaria de Trabajadores y diversas organizaciones gremiales hicieron un llamado a un paro nacional.
Como es evidente, el panorama se presenta muy complejo y con pocas posibilidades de una negociación que detenga la dinámica insurrecta de diversos sectores de la población, máxime que Piñera no tiene una propuesta que satisfaga las demandas estructurales que subyacen en las movilizaciones y que han superado con mucho la protesta inicial por el alza en el transporte. Resulta paradójico que se presente este cuadro en un país que había sido ejemplo de políticas reformistas. Sin embargo, estalló el matrimonio entre supuestos igualadores económicos y el libre mercado, la disciplina fiscal, privatización de servicios públicos y del sistema de pensiones. Todo se derrumbó.
2. El contexto regional. Se ha dicho que América Latina vive ahora una situación parecida a la “primavera árabe”. Guardadas todas sus proporciones, podemos afirmar, con cuidado y responsabilidad, que las protestas que se escenifican en varios países vecinos tienen un ingrediente especial: la dirección de las clases medias proletarizadas, endeudadas y frustradas por la ilusión de la capilaridad social prometida. En efecto, no es el proletariado, sino el “precariato” (dixit Bauman) el que está poniendo en jaque, no sólo a los gobiernos neoliberales, sino, de igual manera, a presuntos gobiernos progresistas que no han logrado satisfacer las idílicas promesas igualitarias. ¿El fantasma de la frustración podrá extenderse a México?
pedropenaloza@yahoo.com/Twitter: @pedro_penaloz