LA RECETA MALDITA
LA RECETA MALDITA
Rúbrica
Por
Aurelio Contreras Moreno
Una de las varias advertencias que la
Auditoría Superior de la Federación (ASF) hizo sobre el manejo de las finanzas
del estado de Veracruz, que apenas si despertó un poco de interés mediático, es
la referente a todos los empréstitos que ha contratado el gobierno de
Cuitláhuac García Jiménez a través de la Secretaría de Finanzas y Planeación
(Sefiplan).
La ASF explicó que Veracruz es la entidad de
la República con mayor riesgo de afectar la sostenibilidad de sus finanzas
públicas precisamente por el elevado monto de la deuda pública que arrastra.
Pero sobre todo, por el uso que le da a ese dinero. Por el destino que tienen
esos créditos.
En la tercera y última revisión del Informe
del Resultado de la Fiscalización Superior de la Cuenta Pública de 2020, la ASF
señala que Veracruz fue la segunda entidad del país con la mayor cantidad de
obligaciones contraídas, al solicitar créditos por 20 mil 631 millones de
pesos. Lo cual no representaría problema alguno si esos recursos se destinaran
para obra y servicios públicos. Finalmente, contratar deudas no es un delito y
los instrumentos financieros son para eso.
Sin embargo, las cosas se ponen mal cuando el
dinero con el que el gobierno se endeuda no se utiliza para inversión pública
productiva, sino para “tapar hoyos”. Esto es, para resolver problemas de falta
de liquidez ante compromisos ya contraídos e ineludibles, o peor aún, para
pagar los intereses –ni siquiera el capital- de otra deuda que se venga
arrastrando.
Y justamente eso es lo que encontró la ASF en
el “eficiente” –dicen ellos mismos- gobierno de García Jiménez: su
administración dedicó el 84.9 por ciento de los recursos contratados a operaciones
de refinanciamiento. O sea, a “echarle piedras a los baches”, a intentar cubrir
los “agujeros negros” de unas finanzas que se sostienen con alfileres.
No es exageración. El órgano fiscalizador
federal advirtió que Veracruz encabeza el grupo de entidades federativas con
mayor riesgo de afectar la sostenibilidad de sus finanzas públicas en el largo
plazo, debido al monto elevado de su deuda pública y por la mayor dinámica de
crecimiento del saldo de sus obligaciones financieras.
La ASF expuso que “más del 50 por ciento de
la contratación de obligaciones fue para refinanciar la deuda existente”, lo
que le permitió al gobierno “una mejora en el perfil de los pagos, cambio en el
esquema de las amortizaciones, mejores plazos de vencimiento y periodos de
gracia”. Empero, tuvo que “endeudarse más para cumplir con los pagos de deuda
contraída”, acota.
Por lo anterior, la ASF consideró que en los
años subsecuentes “podrían limitarse los recursos por financiamiento para
inversión pública productiva”. Esto es, ya ni siquiera habrá manera de pedir
prestado para esas obras y servicios que ahora sabemos por qué razón se han
dejado de hacer en el estado.
Contratar deuda para pagar deuda es una mala
práctica que refleja el desorden administrativo de un gobierno. Y no solo eso.
Termina pasando de ser una bola de nieve a un alud que acaba por arrasar con la
economía de los estados en los que se ha optado por ello. Como Veracruz.
Esto y la “licuadora” eran las “estrategias”
favoritas de Javier Duarte para aparentar que todo estaba bien, que había
recursos y liquidez en Veracruz, hasta que fue insostenible. Quienes lo
vivimos, recordamos el final de su sexenio con pavor.
Pero lo “mejor” de todo es que el informe de
la ASF corresponde hasta lo ejecutado en 2020. Falta lo que se contrató en 2021
y lo que ya están pidiendo en este 2022, en el que el Congreso de Veracruz
–donde opera un mafioso que a duras penas sabrá sumar y restar- le aprobó un
techo de deuda al gobierno de Cuitláhuac García por ¡ocho mil 145
millones de pesos solo para este ejercicio fiscal! Y de los cuales, ya pidieron
mil 800 millones nomás empezando el año.
Esa receta maldita ya nos la
aplicaron a los veracruzanos. Y sabemos bien cómo termina.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras