La resaca.
Martín Quitano Martínez.
…El vino puede sacar cosas que el hombre se calla.
Cosas que queman por dentro,
cosas que pudren el alma de los que bajan los ojos,
de los que esconden la cara.
El vino entonces, libera la valentía encerrada y los disfraza de machos,
como por arte de magia…
Y entonces, son bravucones, hasta que el vino se acaba
pues del matón al cobarde, solo media, la resaca…
Canción el Vino
Alberto Cortez
Después de la borrachera electoral, frente a la amargura de nuestros padecimientos y un ambiente de perniciosa inamovilidad gubernamental, en Veracruz es obligado replantearse las causas de que el hartazgo le diera a la abstención el 60%, mientras que 36 de cada 100 individuos que salieron a votar los hicieron por el PRI o su comparsa el Verde, si ambas opciones políticas concentraron en los días previos la mayor parte de las notas negativas.
Más allá de “entender” que la “política” es ese espacio donde se dirimen los asaltos al poder y se pueden utilizar todas las herramientas a la mano, sin que ello justifique todo lo que representa el “haiga sido como haiga sido”, el ejercicio político ciudadano mostró que el grupo hegemónico se sigue comportando con las maniobras conocidas por todos porque le sigue dando resultado, como sucedió en la mayoría de los distritos veracruzanos, socavando de manera permanente el juego limpio que exige la ley, misma que es violentada de una y mil maneras.
Detrás o antes del manejo discrecional o ilegal de los recursos públicos están la pobreza y la ignorancia, que se constituyen en los baluartes de sus triunfos, apuntalando la permanencia de los cuadros dirigentes que ostentan sus intereses regularmente mezquinos, comprometidos con esos comportamientos por las contraprestaciones que calculan obtener. Nada nuevo respecto de hace 50 años, con excepción de que ahora lo juegan más actores.
Al final del día queda la resaca de un proceso veracruzano que convalidó las viejas mañas, los nuevos cinismos, mientras que del lado ciudadano, el concurso social distó mucho de encontrar las alternativas para responder a las ruinosas condiciones de una entidad que pese a los discursos oficiales se encuentra postrada ante la ineficiencia, la opacidad, la corrupción, la impunidad y el autoritarismo, que tiene más de 4 millones de pobres y un ejercicio de los recursos públicos que ha generado fortunas para los triunfadores y subdesarrollo para las mayorías.
La resaca es profunda, los desencantos se vuelven lugares comunes donde coinciden la apatía y el hartazgo. Vencer la apatía ciudadana es sin duda un reto de enorme proporciones que los gobernantes ayudan a acrecentar, y que como individuos de una colectividad debemos trabajar para que la gente descontenta salga a pronunciarse.
Queda claro que tenemos pendientes todos aquellos que más allá de rumiar la desesperanza pensamos que las cosas se pueden y deben cambiar, que la edificación de una democracia que rinda frutos y logre participaciones amplias, involucra el convencimiento de asumirnos y actuar como demócratas insatisfechos frente a lo que ocurre, buscando las vías que den oportunidad para corregir el camino.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Frente a la contundencia de la realidad social, las iglesias insisten en presentarse con sus viejos y pestilentes atavíos de intolerancia; peor para ellos.
Entre Columnas
La resaca.
Martín Quitano Martínez.
…El vino puede sacar cosas que el hombre se calla.
Cosas que queman por dentro,
cosas que pudren el alma de los que bajan los ojos,
de los que esconden la cara.
El vino entonces, libera la valentía encerrada y los disfraza de machos,
como por arte de magia…
Y entonces, son bravucones, hasta que el vino se acaba
pues del matón al cobarde, solo media, la resaca…
Canción el Vino
Alberto Cortez
Después de la borrachera electoral, frente a la amargura de nuestros padecimientos y un ambiente de perniciosa inamovilidad gubernamental, en Veracruz es obligado replantearse las causas de que el hartazgo le diera a la abstención el 60%, mientras que 36 de cada 100 individuos que salieron a votar los hicieron por el PRI o su comparsa el Verde, si ambas opciones políticas concentraron en los días previos la mayor parte de las notas negativas.
Más allá de “entender” que la “política” es ese espacio donde se dirimen los asaltos al poder y se pueden utilizar todas las herramientas a la mano, sin que ello justifique todo lo que representa el “haiga sido como haiga sido”, el ejercicio político ciudadano mostró que el grupo hegemónico se sigue comportando con las maniobras conocidas por todos porque le sigue dando resultado, como sucedió en la mayoría de los distritos veracruzanos, socavando de manera permanente el juego limpio que exige la ley, misma que es violentada de una y mil maneras.
Detrás o antes del manejo discrecional o ilegal de los recursos públicos están la pobreza y la ignorancia, que se constituyen en los baluartes de sus triunfos, apuntalando la permanencia de los cuadros dirigentes que ostentan sus intereses regularmente mezquinos, comprometidos con esos comportamientos por las contraprestaciones que calculan obtener. Nada nuevo respecto de hace 50 años, con excepción de que ahora lo juegan más actores.
Al final del día queda la resaca de un proceso veracruzano que convalidó las viejas mañas, los nuevos cinismos, mientras que del lado ciudadano, el concurso social distó mucho de encontrar las alternativas para responder a las ruinosas condiciones de una entidad que pese a los discursos oficiales se encuentra postrada ante la ineficiencia, la opacidad, la corrupción, la impunidad y el autoritarismo, que tiene más de 4 millones de pobres y un ejercicio de los recursos públicos que ha generado fortunas para los triunfadores y subdesarrollo para las mayorías.
La resaca es profunda, los desencantos se vuelven lugares comunes donde coinciden la apatía y el hartazgo. Vencer la apatía ciudadana es sin duda un reto de enorme proporciones que los gobernantes ayudan a acrecentar, y que como individuos de una colectividad debemos trabajar para que la gente descontenta salga a pronunciarse.
Queda claro que tenemos pendientes todos aquellos que más allá de rumiar la desesperanza pensamos que las cosas se pueden y deben cambiar, que la edificación de una democracia que rinda frutos y logre participaciones amplias, involucra el convencimiento de asumirnos y actuar como demócratas insatisfechos frente a lo que ocurre, buscando las vías que den oportunidad para corregir el camino.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Frente a la contundencia de la realidad social, las iglesias insisten en presentarse con sus viejos y pestilentes atavíos de intolerancia; peor para ellos.