La seguridad como bien común
Linda Rubi Martínez Díaz
Hola amigos lectores, les saludo con el cariño de siempre. La seguridad siempre ha representado una parte fundamental de la agenda gubernamental. Su relevancia se debe a que ha sido pieza clave para mantener la paz y la cohesión social, así como asegura la supervivencia futura de una población. Si bien algunos pensadores como Hobbes han argumentado que es precisamente la necesidad de subsistir ante los peligros de la naturaleza o de otros seres humanos, lo que da sentido al Estado (recuérdese su famosa frase “el hombre es el lobo del hombre”), hoy en día su significación se ha redimensionado de esa fábula originaria hacia una concepción teleológica, es decir, como una aspiración a alcanzar. Las circunstancias actuales no son las de hace 400 años por lo que la cuestión sobre el mantenimiento de la paz ya no van en orden explicativo.
El tema en un país como el nuestro es central quizás al mismo nivel que el de la educación y la salud. La seguridad se ha convertido en una especie de bien público y el cual nos determina en nuestras actividades y formas de comportamiento. Si antes podíamos circular por las calles de la región a altas horas de la noche, hoy parece que hay un toque de queda autoimpuesto y evitamos el contacto humano en zonas parcialmente iluminadas. Antes veíamos a los niños jugar en los parques sin necesidad de supervisión de adultos, escenario contrario a lo que hoy sucede. Las recomendaciones generales van en orden de buscar una autoprotección así como la de los más allegados, por ejemplo cuando nos dirigimos a una institución bancaria o a comprar nuestras necesidades básicas. Y cada vez va en aumento el número de robos a automóviles y casas habitación en lugares donde eran hechos aislados.
La inseguridad se ha transformado en un problema de estado en el que se están emulando los escenarios que se debían suplantar. Parece como si la sociedad se hubiese transformado en una selva donde todos buscan sobrevivir a través del principio del más fuerte. Y esto también ha sido posible porque las condiciones lo permiten, las cuales remiten a una ausencia de valores, un problema con las instituciones que nos defienden y castigan a los culpables, así como la inacción de nosotros como ciudadanos para exigir la correcta aplicación de la justicia.
Yo creo que es tiempo de reflexionar sobre nuestra situación pero sobre todo, de reaccionar ante los peligros que atentan contra la vida e integridad de las personas. Parte de nuestra tarea es siempre denunciar aquello que es ilegal, independientemente de si nosotros fuimos las víctimas o no de un delito, así como de colaborar con quienes cuidan de nosotros a través de las instituciones.
Nos leemos la próxima, que Dios los bendiga.