La silenciosa deserción
La silenciosa deserción
Por Pedro
Peñaloza
“Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo,
involúcrame y lo aprendo”.
Benjamín Franklin
La nueva realidad por la pandemia
del Covid-19 ha implicado modificaciones en diversas esferas de la vida pública
del país, una de ellas es la educación. Los datos y proyecciones que dan varias
instituciones nacionales e internacionales muestran la gravedad en que estamos
inmersos. Hablemos de la deserción escolar.
La UNAM, afortunadamente, ha
asumido una actitud realista y lejana a una visión autocomplaciente. La
Secretaría General calcula que cerca de 72 mil estudiantes universitarios en
riesgo de abandonar la escuela se dieron de baja el semestre pasado, derivado
de la pandemia y la crisis económica generada por el coronavirus. Según la más
reciente Encuesta de Movilidad de la UNAM, de los 111 mil 67 estudiantes de la
Escuela Nacional Preparatoria y 46 mil 346 del CCH no tienen acceso a internet,
lo que representa el 42%. Además, 39 mil 120, el 35%, no tienen computadora y 4
mil 172, 4%, no tienen celular.
Por su parte, las estimaciones
del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) indican que
alrededor de 590 mil, de los 3.8 millones de estudiantes de licenciatura que
hay en México, podrían abandonar sus estudios, lo mismo podría pasar con cerca
de 40 mil de los 248 mil estudiantes de Posgrado. Esto equivale a 15% del total
de los alumnos universitarios del país.
Ante este panorama, la UNAM ha
anunciado un Plan de Emergencia de Apoyo a Estudiantes para facilitar y mejorar
las condiciones de aprendizaje de su alumnado, en especial a los de familias
con escasos recursos o que se han visto afectados económicamente en esta crisis
económica y de salud. Ya antes, en plena pandemia, la UNAM había hecho un gran
esfuerzo para concluir el semestre. El impacto fue desigual y contrastante
entre las facultades y escuelas. Aquí, destacó a la Facultad de Derecho, la
cual terminó mucho antes y dio garantías a la chaviza para evitar, en lo
posible, ser afectados académicamente.
No obstante, todas las
iniciativas que se hicieron y que se están haciendo pueden ser insuficientes
para detener el “tsunami” económico y social que nos está arrasando. La
dimensión del problema es multidimensional y caleidoscópico, se requiere que el
Estado asuma un papel activo en la contención de un problema que escapa a los
esfuerzos locales de las universidades, aunque no se ve que al gobierno le
preocupe demasiado la deserción. El fantasma de esta crisis recorre la UNAM y
al país entero, afectando a los pobres, a los excluidos, a los de siempre.