Coatepec

La Tierra del café y Ruperto Opoch García

Comparte

RUPERTO OPOCH GARCÍA

1921 – 2020

Un coatepecano distinguido

Por Héctor Larios Proa

Nació el 15 de mayo de 1921, en la 3ª calle de Miguel Lerdo, en Coatepec, Veracruz.  Un coatepecano distinguido, se caracterizó por su trabajo y amor a su tierra, Coatepec y por supuesto al café. Forjó su patrimonio desde muy joven. Una vida de esmero y determinación ingresa a las aulas del saber a la edad de 56 años, hasta titularse como abogado. Su solidaridad se hizo patente por las causas nobles de Coatepec, fue cofundador y alumno de la escuela Sec. Para Trabajadores Joaquín Ramírez Cabañas, la unidad deportiva, impulsor de la feria del café, entre otros.

Cursa la primaria en la Escuela Cantonal Benito Juárez, en 1940 ingresa a la secundaria para Trabajadores No. 9, años después, 1977, se matricula en el sistema de enseñanza abierta para hacer sus estudios de bachillerato continuó sus estudios profesionales en la carrera de Derecho en la Universidad Veracruzana, en la generación 81-85. Este hecho muestra la tenacidad y el gusto por aprender todos los días y concluir todo lo que inicia.

A los 11 años ya realizaba labores en el campo. Cuenta inspirado: “mirando al cielo aquellos días de infancia, fue cuando mi abuelo me confió la administración de sus parcelas. Me dijo: ayúdame hacer cuentas para pagarle a mis trabajadores, él se vio sorprendido de mi destreza en la resolución de problemas, en las cuentas, en los resultados que yo le había dado eran los mismos que él ya tenía en su poder, pero yo lo hice mucho más rápido este hecho lo sorprendió y ¡cómo no! Si yo iba en la escuela Juárez y teníamos al maestro Sosa quien, nos daba catedra en aritmética, civismo y otras materias, este personaje muy querido siempre encontraba la mejor manera para enseñarnos, divertirnos, nos interesaba en repetir y repasar tareas, también en la solución de problemas. Nos estaba enseñando a pensar a solucionar mentalmente los problemas y a responderlos en voz alta a cada uno de los integrantes del grupo, por eso le tengo un gran cariño al maestro Sosa, cada año voy al panteón a llevarle sus flores”. Prosigue pausado, esbozando una sonrisa.

“Como les contaba esa práctica y las tareas del campo me ayudaron mucho a ganarme la confianza de mi querido abuelo, mi padre Anastasio Opoch, mi madre Isabel García con sus cuidados me enseñaron el amor a la tierra y así por temporadas mi abuelo me ponían distintas tareas como ayudante del arriero, del jornalero, de los cortadores de café, de cada uno de esos grandes y humildes hombres me enseñaron los secretos del campo y particularmente el cultivo del café que ha puesto a Coatepec en el mapa Mundial”. De fácil palabra, y buena memoria, continúa su perorata.

Estas prácticas me sirvieron para desempeñar la administración de los campos del señor licenciado Juan Martínez Ruiz, persona altruista, pues refaccionaba económicamente a pequeños productores de café para cubrir su gasto de cultivo y levantamiento de cosecha sin cobrar ningún redito.

¿Cómo lo conoció? Un día mi abuelo me pidió ir a la casa de don Juan para que le mandara el dinero y le pagara a los trabajadores. Yo era un chamaco al llegar a verlo le di el recado-

-Él respondió sorprendido, cómo crees chamaco que te voy a dar el dinero y te vas a ir solo, dile que mejor venga.

– Está bien, contesté, caminé unos cuantos metros y me volvió a llamar……

Don Ruperto reflejaba en su mirada sus recuerdos como si hubiera sido ayer, los gestos de sus manos, nos hacían revivir esas escenas, la narración está viva, más que viva.

Sr. Opoch, continuó, me dijo: “Muchacho, si tu abuelo te dio esa confianza, quien soy yo para quitártela, ven por el dinero, así fue por muchos años, hasta que un buen día, me dijo: Ruperto, quiero que te hagas cargo de estas tierras, porque yo voy a salir y necesito de tu ayuda. Así fue que empecé a trabajar con él, ayudaba a preparar el campo, el corte, la limpia de café, podar, quitar las marañas secas, y ollar para desembrar. En unos días le trabajé 10 hectáreas y terminé trabajando 33 años con ese gran hombre, don Juan Martínez. Un hombre que se integró a diversas actividades como a la junta de mejoras, con señores personajes de Coatepec, quienes realizaron donativos y fueron precursores de importantes obras para esta bendita tierra”. Entrega al trabajo, responsabilidad fueron sus cartas de presentación, gracias a ello se abrió camino.

“Tuve contacto y aprendí de todos los ingenieros, carpinteros, mecánicos, arrieros, ellos me hicieron comprender más a la naturaleza y el cultivo de café. También conocí y tuve trato con grandes exportadores del café de ellos también aprendí mucho. La exportación del café cayo muy fuerte porque existía un impuesto para la explotación del café, nos unimos todos los cafetaleros de la región y del país y llevamos la propuesta al Presidente de la Republica, López Mateos los productores del café del país, campesinos, patrones y exportadores nos unimos y viajamos hasta México para manifestarnos, para impedir la imposición del impuesto que nos perjudicaba, una comisión se entrevistó con el Presidente yo entre ellos, y este nos dijo: “Se salieron con la suya, en cinco minutos se pusieron de acuerdo para chingar al gobierno, los felicito”.

La amistad, lealtad y agradecimiento son valores que lo acompañaron siempre, como el  reconocimiento a su mentor Juan Martínez y su familia.

Don Ruperto, nos platicó de la vida tranquila en aquellos tiempos, las calles empedradas en una ciudad colonial que trazaba un cuadrado perfecto, casi no circulaban automóviles, el transporte eran los caballos y las bestias que jalaban carretas para transportar productos agrícolas, el famoso ´piojito’. Recuerda: “El salario valía, alcanzaba para cubrir las necesidades, hoy no alcanzaba para vivir con el salario mínimo. Por ejemplo, podíamos comprar los frutos que traía la gente de los alrededores a vender, duraznos, mangos y variedad de ricas frutas, eran baratas. La vida provinciana era de trabajo y tranquilidad, podíamos escuchar las campanas de la parroquia que anunciaban las horas de la jornada en todo el pueblo, principalmente las de la mañana, las tres de la tarde y las seis que anunciaba el fin de la jornada, actualmente el ruido impide escuchar las campanas y qué decir del trinar de las aves, imposible. Teníamos dos cines, hoy no hay ninguno, el progreso….”. La nostalgia invade su rostro, al contar la estampas del Coatepec de hace unos años, continúa.

“Tuve la oportunidad de conocer a Don Adolfo López Mateos, se encontraba terminando su gira siendo presidente de la república mexicana en la casa que actualmente se ubica el DIF municipal, me tocó recibirlo cuando se bajó del autobús, estando presente el señor Sebastián Flores presidente municipal de Coatepec, vino a inaugurar las obras del Seguro Social, la escuela primaria Carlos A. Carrillo, las ampliaciones de la escuela Miguel Hidalgo y Morelos entre otras más. Por cierto, Don Justo Félix Fernández, donó los terrenos del primero y del segundo de los inmuebles antes mencionados. A partir de esos acontecimientos Coatepec, superó su ambiente provinciano”. Con añoranza acotó. “Otras costumbres provincianas eran que las señoras amas de casa hacían sus mandados portando en sus canastas mercancías, arroz y frijoles. En la actividad comercial existían tiendas de abarrotes grandes y medianas, las más chicas denominado changarros estaban en las orillas de la ciudad estas fueron desapareciendo cuando se instalaron centros comerciales. En las actividades culturales existía una banda musical que tocaba en el kiosko, los jueves y domingos de 7 a 9 de la noche. Coatepec contaba con dos cines el Imperial y el Fénix las funciones de las películas eran acompañadas por una pianola”.

Ruperto Opoch, exponía sus apuntes de la vida cotidiana frente de la vida provinciana de Coatepec que se fue y deja en el imaginario la comparación con el hoy pueblo mágico.

Hablar de Coatepec de sus amigos de sus vecinos como de las tierras sus frutos y particularmente del café, de las asociación de productores de café y de todas las organizaciones nacionales del aromático.

Don Ruperto, una enciclopedia viviente, poseedor de una memoria privilegiada que va adornado la vida cotidiana del Coatepec antiguo, sus costumbres y tradiciones. Es una invitación a reflexionar y pensar en los saberes invisibles en los conocimientos de los trabajadores del campo que hoy están en el olvido. Como él nos dice:

La juventud ya no acepta el trabajo del campo. No hay quien reciba los consejos sabios de nuestros cultivos, hoy nuestra tarea debería ser, saber quién quiere al campo, quién quiere aprender a trabajar la tierra, tenemos que despertar el interés por el campo en los jóvenes”, sentencia.

“Tierra que no se cultiva, empobrece”, remata para finalizar diciendo: “De coatepecanos quedamos pocos ahora sus nuevos pobladores van en aumento, como las pequeñas colonias y crece la población. Ya no es el Coatepec empedrado donde todos se ayudaban porque todos se conocían y cuidaban mutuamente”.

Esta es una breve semblanza de don Ruperto Opoch García, un maestro del café coatepecano. Hombre de palabra que ama la tierra del café.

*Entrevista publicada en El Regional # 1789, edición del 18 de septiembre de 2010

Don Ruperto Orgullo de Coatepec.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *