LA VACUNA PFIZER EN XALAPA
LA VACUNA PFIZER EN XALAPA
Por Uriel Flores Aguayo
Después
de un año de terror la llegada de la vacuna anti Covid a Xalapa, significó una
ráfaga de aire fresco y esperanzador. Cincuenta y cinco mil vacunas para
adultos mayores que representan un diez por ciento aproximado de la población.
Expectación, sensación liberadora, agradecimiento y la ilusión de un mañana
inmediato con salud y tranquilidad fueron las actitudes visibles en las filas
de rostros cubiertos pero con ojos expresivos. En medio de esta imborrable
tragedia la llegada de las anheladas vacunas es la mejor noticia de este año.
La masiva asistencia, con un inicio desordenado, da una idea de los
pensamientos, actitudes y sentimientos abrumadoramente mayoritarios de las
personas convocadas. Hay mucha información relativa a las medidas curadoras del
Coronavirus; basta que se publiquen las fechas y lugares de vacunación con un
par de días de anticipación para que acudan masivamente los interesados.
La
organización gubernamental para proceder a la vacunación en Xalapa ha sido la
correcta y eficaz. Son notables las capacidades institucionales y experiencia
en la materia para hacer frente con solvencia a estas jornadas. Mención
especial merece el personal médico y de salud en general.
La
existencia de las vacunas en el mundo significa una hazaña científica. En un
año, o menos, se cuenta con varias vacunas anti Covid. A la pandemia, asesina y
brutalmente expansiva, se le ha combatido con los esfuerzos científicos
mundiales. Seguramente se le derrotará. A diferencia del cuasi heroísmo,
sacrificio y aportes técnicos del personal médico y científico los gobernantes,
el componente político, en muchos países han sido un desastre, ante poniendo
prejuicios y cálculos electorales. Es impresionante que regateen algo tan
elemental como el uso del cubre bocas.
Mi
experiencia con la vacuna es sencilla y común a todos y todas. Apenas enterado
de la convocatoria, con sedes establecidas de acuerdo a la residencia y fechas
fijadas por orden alfabético, me organicé con mis hermanas para acudir en
grupo. Nos tocaba el segundo día en el estadio xalapeño. La información de la
primera jornada de vacunación era preocupante. Había amontonamientos y filas
enormes. Ningún llamado oficial, ni siquiera la presencia del titular de Salud,
hacia desistir de apartar turno desde muchas horas previas al inicio de las labores.
Se pensaba en la posibilidad de que no alcanzaran las vacunas. Por si las dudas
llegamos a las cinco de la mañana, encontrando ya formadas a unas
trescientas personas, en general guardando suficiente distancia e instalados
con sus respectivas sillas. Nos tocó una fría madrugada. Abrieron el
acceso a las siete, con lo que se avanzó inmediatamente en la fila. Nos
instalaron en una sillería confortable protegida con una amplia carpa.
Ahí se aportaban documentos, básicamente copia de la CURP, y se firmaba la
aceptación. Como a las ocho veinte llegaron las vacunas en un acto
seguramente planeado así, como de entrada triunfal, con el resguardo de
militares. En unos cuarenta minutos más ya habíamos recibido la vacuna, acción
de segundos. El resto de la estancia en ese lugar consistió en la media hora de
observación que se pasa en otra carpa, donde se recibe información sobre las
posibles reacciones a la vacuna y el comportamiento sugerido para las fechas
que transcurrirán hasta que se reciba la segunda dosis, de parte de una doctora
que cumple un papel lúcido y convincente. A las nueve
cuarenta estábamos saliendo del estadio, satisfechos y esperanzados.
Contento
por la vacuna pero preocupado por la lentitud y formas raras con que se ha
manejado la vacunación. No me gusta ver el teatro que se hace para recibir la
vacuna ni que se utilice en la propaganda del partido oficial. Fue patético ver
en diciembre a medio gabinete federal recibir un paquete de vacunas. Ofenden
cuando resaltan el carácter gratuito de las vacunas, en un intento de despertar
agradecimiento social para lo que se ofrezca. La gratuidad es común en el mundo
respecto a estas vacunas; en México siempre han sido manejadas como un derecho
humano, no podría ser la excepción ahora. En tanto, vamos viendo una luz al
final del túnel de este horror.
Recadito: no caigamos en la
trampa del fatalismo electoral en Xalapa. Hay más que melón o sandia.