La vena autoritaria
La vena autoritaria
Por Pedro Peñaloza
“Trincheras de ideas valen más que trincheras de
piedra”.
José Martí
Poco sirven los desplegados y los
llamados para que López Obrador evite utilizar calumnias e injurias para
referirse a quienes mantienen posturas públicas distintas a él. La pedagogía
para gobernar que utiliza el tabasqueño es tan sencilla como burda: todo aquel
que cuestione a su gobierno es defensor de viejos privilegios y milita a favor
del neoliberalismo.
Convoca, en actitud retadora, a
que se agrupen y organicen sus opositores en un frente conservador, para él no
hay matices. Es el típico recurso de los dogmáticos y mesiánicos. Dividiendo a
la población con una clara frontera donde, por un lado, se encuentran los
nobles y buenos seguidores lopezobradoristas, quienes no permiten crítica
alguna ni dudas; contra esos seres aviesos, enviados por las fuerzas
conservadoras, ya sean investigadores, intelectuales, políticos, organizaciones
civiles, luchadores sociales, medios de comunicación nacionales e
internacionales, todos caben en la bolsa. Los primeros son herederos de la
estirpe de Benito Juárez y los otros tienen origen contrarrevolucionario, es
más, son vistos hasta como “golpistas” y “fascistas”.
El estilo de gobernar del
tabasqueño consiste en dividir y aplastar a sus detractores, su defensa para
ello la justifica declarando cada mañanera que él sólo “ejerce su derecho de
réplica”. ¡Caramba! Hacerlo desde el inmenso poder que le otorga el aparato
gubernamental resulta grotesco y evidentemente desproporcionado.
¿Quién puede competir en difusión
con el presidente? Además, cuenta con la ventaja de que no existen espacios
institucionales para puntualizar desacuerdos con los otros poderes. AMLO rehúye
al debate público, le encantan los soliloquios. Pudo impulsar la modificación a
la perniciosa práctica ceremonial del informe presidencial y convertirla en un
espacio para intercambiar opiniones con los legisladores y defender sus
políticas públicas. Pero no, ha preferido continuar con la liturgia. Un desfile
insulso de los secretarios de despacho, que no deciden nada y poco tiene que
ver con cuestionamientos serios.
Así, el panorama mexicano está
atrapado por las inercias aldeanas de una democracia de párvulos, donde su
clase política no debate, se esconde en la bruma de lo inmediato y la
desmemoria. Los partidos son de temporal y sólo existen en ciclos electorales.
El caso de Morena corrobora lo
anterior. Su única brújula es apoyar acríticamente al Tlatoani. En la carrera
por posiciones legislativas y de gobierno para el próximo año reproducen los
vicios del viejo y rancio sistema político mexicano. Y con un presidente
autoritario y enemigo de posturas discrepantes, el cóctel no puede ser más
complejo. El pensamiento único domina y subyuga. Y lo que nos falta ver y
padecer.