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LA VOZ DE LA AMISTAD

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Rafael Rojas Colorado

rafaelrojascolorado@yahoo.com.mx

 

 

En el concierto de Alberto Cortez, las estrellas se fueron transformando en poemas y canciones para penetrar en el alma quienes escuchaban al cantante.

Inició el recital con el tema “Distancia”, versos que surcan los caminos por los que el poeta ha transitado sembrando su canto, a través del mismo hace florecer el amor a la vida. En esas coplas seguramente está contenida su gran aventura, misma que inició hace 56 años, cuando abrió sus alas para volar a ras del océano hacia el viejo mundo; dejando atrás el hogar familiar.

Las interpretaciones de su propia autoría que nos regaló esa noche del 18 de octubre de 2016 en el auditorio de la Normal Veracruzana, representan su ascenso hacia la fama, cada canción fue un escalón que fue develando su nombre a los lejanos horizontes. Cualquier parte del mundo ha sido su escenario para realizar trabajo, porque su profesión es la de un nómada que, con su voz y una guitarra de compañera, conquistó el alma de sus admiradores.

Alberto Cortez nos regaló una noche de nostalgia, sus melodías revestidas de amor nos acercaron los recuerdos, el alma se llenó de ternura cuando escuchamos “Te llegará una rosa”, “Callejero”, “Mariana”, “Miguitas de ternura”, “La vida”, mismas que contienen un fragmento de nuestro existir, cuando la juventud inquieta nos coqueteaba sin cesar. Al momento de interpretar “Castillos en el aire” los brazos de la concurrencia que los agitaba de un lado hacia otro, parecían palomas mensajeras surcando los aires. Un eco viajaba de todas direcciones tarareando “Miguitas de ternura” y fuertes aplausos cuando expresó con voz de añoranza, ese árbol que plantamos hace más de setenta años siendo yo apenas un niño. Cierto es, toda una vida dedicada al canto, la música, la composición, esa es la madera de la que esta esculpido Alberto, él que está presente en el corazón de quienes envejecimos con sus canciones y el que nos enseñó a soñar y a contemplar los colores de la vida.

Alberto Cortez, le ha dedicado todo su tiempo al canto, es una golondrina que se aparece, aunque no sea verano. Es el poeta del amor a la vida, a la que ha tributado a través de su canto e inspiración, pero la vida no perdona y cobra la factura, y Alberto no es la excepción.

Cuando encendieron las luces del escenario, lo que menos esperábamos es verlo caminar con dificultad apoyado en un bastón, y tomado de cada brazo, de un lado el pianista y del otro un joven que lo acompaña y lo cuida. El recital lo dio sentado en un pequeño sillón, su físico mermado, su voz continúa siendo vigorosa, lo demostró cantando un tema sin micrófono, pero su andar ya es lento y quedó el hueco de sus movimientos expresivos cuando estaba en actuando.

La vida no perdona, pero Alberto Cortez trazó sobre ella los mejores poemas que nacen de las cosa más simples del diario vivir, y que inevitablemente enamoran a los corazones, quizá algún día alguien tenga que rendir tributo al poeta cantándole su propio tema  “Cuando un amigo se va”.

 

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