LARA EL JAROCHO TROVADOR DE VERAS
· La música y las letras de Agustín Lara marcaron el mapa musical
· Había nacido músico y bohemio. Era su sino y le fue fiel hasta el final
· En la recién inaugurada XEW se estrenó como conductor
Por Miguel Angel Cristiani Gonzalez
Comentábamos en la anterior entrega de Bitácora Política, el extraordinario
concierto que ofreció la Orquesta Sinfónica de Xalapa OSX el pasado fin de
semana, que incluyó un popurrí de las canciones de Agustín Lara con arreglos
del maestro Mateo Oliva, pero también vale la pena destacar la información que
se brindó en el programa de mano -que ahora se puede descargar de internet-
donde se publican datos muy interesantes de la vida y obra del músico jarocho.
Entre otros, los de su lugar de nacimiento, que algunos lo ubican en La
Merced en la Ciudad de México o en Tlacotalpan Veracruz, de donde el Flaco de
Oro dice haber nacido y viajado muy niño. Compartimos a continuación algunos de
esos datos:
La música y las letras de Agustín Lara (1900 – 1970) marcaron el mapa
musical y el imaginario erótico-amoroso de México, desde finales de los años
veinte, cuando animaba con sus canciones arrabaleras y sentimentales el
ambiente de cantinas, centros nocturnos, “casas de citas” y burdeles de menor
rango, espacios sin censura para cantar a las pasiones prohibidas por la moral
de su tiempo. Pero su carrera se fraguó desde la niñez. Había nacido músico y
bohemio. Era su sino y le fue fiel hasta el final.
Un armonio olvidado en la capilla de la casa de su tía Refugio, en
Coyoacán, fue su primer teclado y, aunque estudió con varios maestros, él
completó su formación de manera autodidacta, tocando en cabarets y salas de
cine, mudo por entonces y necesitado de fondos musicales para las películas que
afianzaban en Hollywood a estrellas mexicanas como Ramón Novarro o Lupe Vélez
entre otros. Con el tiempo, aquel muchacho que acompañaba con sus notas los
filmes silentes, musicalizó la primera película sonora mexicana, inspirada en
la novela de Federico Gamboa: Santa, cuya canción emblemática, del mismo
título, se convirtió en un éxito en 1931.
Lara irrumpió en un contexto de la música popular donde convivían sones
tradicionales, corridos y canciones de la revolución como “La Valentina” o “La
Adelita” con valses y tonadas porfirianas. Él instaura la modernidad con el
“bolero romántico”, pero su versatilidad lo hizo incursionar en muchos géneros
preexistentes que evidencian influencias internacionales como el danzón y el
son cubanos, el tango argentino, el chotis centroeuropeo (Bohemia), el vals
austro-germánico y la rapsodia, cuya forma moderna fraguó el húngaro, Franz
Liszt. Como ferviente admirador de España y aficionado a la tauromaquia,
escribió pasodobles y otras formas musicales españolas.
Todos, sin excepción de edad, conocíamos la música del “Flaco de Oro”,
porque en la recién inaugurada XEW (septiembre de 1931), se estrenó como
conductor del programa nocturno, La hora íntima de Agustín Lara y más adelante
fue el anfitrión
En La hora azul, demostrando sus dotes de conversador espontáneo,
ingenioso y elegante. Como creaba atmósferas íntimas, platicando y poetizando
sobre la mujer y el amor, su audiencia era inmensa. Éramos “Todos” porque
corrían años en los que la familia entera oía, quisiera o no, la “La voz de
América Latina desde México”, inolvidable rúbrica de la estación para
generaciones que de niños la escuchamos.
Había un aparato de radio en cada hogar y la variada programación de la
“Dobleú” sonaba casi todo el día, todos los días, puertas adentro y afuera. Los
niños y jóvenes no se aislaban en unos audífonos para escuchar su propia
música, como sucede ahora. Lara reconocía la deuda que tenía con ese medio
cuando decía: “A la radio le debo todo y estoy casado con un micrófono”.
Independientemente de esos programas, las canciones de Lara se difundían en
grabaciones de sus iniciales intérpretes como Toña La Negra, Las Hermanas
Águila o el trío Los Panchos, entre muchos otros.
Podemos decir que los medios de comunicación se “larizaron” pues de la
radio pasó al cine, figurando en treinta películas del “cine de oro”, como
musicalizador en unas y como cantante o actor en otras. Los títulos de sus
canciones se utilizaron como nombres de filmes y, por supuesto, los guiones
desarrollaban historias acordes, por ejemplo: Coqueta, Novillero o Señora
tentación. También se convirtieron en titulares algunos versos interiores de
sus letras, como sucedió con Distinto amanecer del bolero “Cada noche un amor”.
Las llamadas “películas de rumberas o cabareteras” como Perdida,
Aventurera, Pecadora y varias más, resultaron muy apropiadas para ilustrar a
las mujeres sensuales, disipadas y “corruptoras” que al mismo tiempo podían ser
ingenuas víctimas de explotación mercantilista y objetos de escarnio y
desprecio en la hipócrita moral imperante. Mañana, la segunda y última parte.
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