Las amantes
Juan A. Morales
El chico de unos veinticinco años disminuye velocidad del automóvil para abandonar la carretera, toma un camino de terracería y se detienen en un potrero, camina bailando al “Son de la Loma”, abre la puerta del copiloto y lo abraza una mujer que le dobla la edad y que es dueña del coche quien baila y luce su falda de holanes, pañoleta al cuello y zapatos de un Rojo Salvaje, el muchacho la gira a ritmo del Son y como el cielo pardea, el potrero se satura de trinos que provienen del vallado de colorines y los mosquitos obligan a la mujer a refugiarse, ordena al chico que se tienda en el asiento de atrás y él ve como entra esa cabellera ensortijada para montarlo y amarlo frenético ritmo cubano, pero desde una cabaña cercana un hombre observa.
Dentro de la cabaña un Poeta cincuentón deja de ver por la ventana porque una chica de veintitantitos —que está imitando a las rumberas del cine mexicano— se prendió una flor en el cabello, se puso un blusa escotada y una falda negra abierta por el frente hasta los muslos, toma un trago de cerveza para animarse, saca a bailar danzón al poeta y le unta su espigado cuerpo, él la estruja y ella le pide lo imposible con un parlamento melodramático: <<Soy tu pecado, déjame vivir contigo>>.
En el camino, terminado el trámite amatorio el carro avanza y se le pincha una llanta, la mujer está molesta <<¿Arrepentida?>>, pregunta el chico, <<Un degenerado robó mi casa. Mi hija fue a Veracruz con su amiga Yolanda y no recuerdo si puse candado>>. Y mientras cambia la llanta <<¿Tu hija es liberal?>> hace una mueca <<No, es aburrida como su padre. Te la presentaré>>, se niega <<No. Reaccionará mal>> y la mujer deja escapa un viejo temor <<Creo que es lesbiana>>, y de inmediato cambia de tema <<Viste la película “Pan y Tulipanes”>> y le expone la sinopsis subrayando el final <<Imagínate, ella dejó casa, esposo e hijos para unirse a un hombre viejo. ¡Qué romántico!>>. El muchacho la reta <<¿Dejarías a tu esposo y a tu hija?>> pero ella lo pone en su lugar <<Eres mi amigo. Sólo eso. ¡Qué no se te olvide!>>.
En la cabaña el danzón se vuelve sensual y la chica impertinente <<¿Nos casamos?>>, el hombre nunca imaginó conquistar a una mujer guapa, mucho menos a la amiga de su hija, como lo acorrala se amedrenta y la esquiva <<Dices que tu mamá es una bruja, que no te entiende, ¿cómo crees que lo tomará?>>, pero a la chica parece no le importarle y la sitúa en la realidad <<Nuestra vida sería un infierno, ni me conoces>>, ella le recuerda que llevan un año mintiéndole a Yolanda, la hija del Poeta y a su mamá, porque el padre de la rumbera no cuenta y él cambia la estrategia pues una dosis de arrumacos no falla.
En el camino el joven provoca a la cincuentona <<Ve la película “Habitación en Roma” y no te preocupes por tu hija>>. Coloca la llanta de repuesto, guarda en el maletero la rueda pinchada pero la cajuela se cierra de golpe, le atrapa el codo y lo hace sangrar, la mujer se quita la pañoleta para hacerle un torniquete, pide ayuda por teléfono pero no hay cobertura, entonces ve al chico empequeñecido, comparándolo con su exmarido “le faltan agallas”, piensa, y le ordena <<Pide ayuda en esa cabaña. Yo aseguro el coche>>. El cielo presagia tormenta pero el muchacho obedece con desgano.
En la cabaña los arrumacos surten el efecto, la rumbera disfruta el momento, desiste de vivir con el viudo poeta y en eso azotan la puerta. Quedan petrificados, nadie sabe que está ahí, ni siquiera Yolanda que realmente fue a Veracruz, como golpean con vigor, el hombre toma el atizador de la chimenea y le ordena <<Abre>>. Es el joven del torniquete a quien le escurre la sangre, pero chica reconoce su pañoleta —la que le compró el poeta un domingo que escaparon a Veracruz—. <<¡Ladrón! ¡Libidinoso!>>, el Poeta reconoce la pañoleta y el muchacho asegura que es de su madre, quien se llegará en un momento. El Poeta echar un vistazo y reconoce a la mujer que vio por la ventana, mientras el chico reclama <<¡Qué celoso es tu padre!>> y ella revienta <<Es mi pareja! ¿Hay algún problema?>>. El chico se apena <<No tienes que explicar nada>> pero ella ya construyó una historia en su cabeza <<Pero tú, sí. Te gusta husmear, te excita la ropa interior>>. El joven se ofende <<Estás loca>>, entra el Poeta y la chica informa <<Robaron en mi casa, dejaron mis alhajas pero se llevaron mis pantaletas. Creo que fue este degenerado>>. El hombre trata de entender.
Llega la mujer con el coche y bramando suelta una retahíla de insultos y golpes que la chica recibe <<¡Maldita piruja!>> y el Poeta interviene pero la chica lo detiene <<¡Déjame! Esto es cosa de viejas>>. La mujer somete a la chica con tal esfuerzo que se agita y sofocada busca el quicio de la puerta <<Ve por agua, inútil>> ordena la chica al hombre, las aletas nasales de la mujer buscan desesperadamente aire, el hombre le acerca la cerveza y toma sorbos hasta que se recupera <<¿Qué haces aquí?>>, la rumbera señala su pañoleta y la mujer aclara que se la dio a su chofer <<Dijiste que ibas a Veracruz>>, pero la chica no se deja enganchar <<Y tú, de dónde vienes que hueles a…>>, la joven cambia de táctica <<Vine con Yolanda. Él es su papá>>, como el Poeta no entiende nada, la chica le pregunta <<¿Dónde fue Yolanda?>>. El hombre se molesta <<No sé, salió>> y con la humildad que envidiaría una monja le enseña el celular <<No hay cobertura, no te pude avisar>>. La señora amenaza <<Tu padre llega esta tarde, si no llegamos a tiempo nos mata>>. Le quita al chico la pañoleta, jala a su hija y salen apresuradas, el joven conmocionado pregunta <<¿A poco anda usted con la chavita?>> Y el hombre imitando su voz bobalicona pregunta <<¿A poco andas tú con la señora?>>.