Ars Scribendi

Las campanas del Calvario

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La Parroquia de El Calvario acuna en su seno historias que el tiempo es incapaz de borrar; la más reciente es la renovación de las tres campanas, que en suave vaivén se mecen en las vistosas torres góticas de esa iglesia.

El párroco Erick Aguilar García, pendiente de su misión evangelizadora y haciendo las mejoras correspondientes a las iglesias y capillas que pertenecen a su diócesis, observó que las ancestrales campanas estaban cuarteadas, por lo que decidió renovarlas. Fundamentado en el buen metal que estaban diseñadas y el servicio que han dado a lo largo del discurrir tiempo, propuso al consejo parroquial fundir ese metal y utilizarlo en las nuevas aleaciones.

La maravillosa aventura inició el cuatro de agosto de 2015. Los fundidores Arnaldo y Joaquín Vera Burgos fueron las personas que con su experiencia bajaron las campanas en minuciosa maniobra para trasladarlas a Tizapan de Hidalgo, lugar perteneciente a la huasteca potosina, para su proceso de transformación. El 26 del mismo mes, con la finalidad de supervisar la maniobra, se trasladaron hacia Pachuca y de ahí a Tizapán el padre Erick Aguilar García,  Pbro. Luis Escobar Hernández, Ana Laura Lozada Hernández, Martha Patricia Martínez, Georgina García Panes, Elvia Martínez y el seminarista Juan de Dios Utrera Domínguez.

Antes de la maniobra de la fundición, el sacerdote Erick Aguilar García leyó un pasaje bíblico, hizo una breve reflexión y rociando agua bendita impartió la bendición a todos los presentes incluyendo el horno, las viejas campanas y las herramientas que utilizarían para la fundición.

La señora Georgina García y su hija Martha Patricia narran con suma emoción los sustanciales hechos del proceso de fundición. Los fundidores acomodaron las viejas campanas junto a un montón de piedras, les rosean diesel y les prenden fuego hasta que alcanzan el rojo vivo, las separan y cada uno de los trabajadores les da tres o cuatro golpes con un marro; se relevan porque no aguantan la alta temperatura que irradia el metal. Una vez que las despedazan las depositan en un horno similar al de leña que usan los panaderos. El horno está forrado con teflón y contiene un orificio, cuando empieza la fundición se requiere aproximadamente de cuatro horas para que se derrita el metal. Cuando el metal está en estado de ebullición se destapa el orificio del horno y el líquido se desliza por un canal y va a caer a los moldes; cuando los moldes de las campanas y del badajo se llenan vuelven a tapar el orificio, evitando así desperdicios. Los que estuvieron presentes vivieron esa experiencia a flor de piel: comentan que cuando golpeaban las campanas con el marro el metal emitía un sonido de dolor, de lamento y de agonía; quizá sufrían las viejas campanas el tormento de la muerte para luego resplandecer plenas de alegría ocupando una nueva forma, de alguna manera una especie de resurrección.

El padre Erick Aguilar y sus acompañantes estuvieron dos días supervisando que el ancestral material de las viejas campanas se utilizara eficientemente para la aleación del nuevo material. Finalmente obtuvieron  tres resplandecientes campanas de una aleación de bronce, estaño y cobre; la más grande pesa 700 Kg., la mediana 500 Kg. y la más chica 300 Kg. El peso de las campanas viejas era de 315, 300 y 270 Kg. respectivamente.

El 13 de septiembre de 2015 la comunidad religiosa recibió en el atrio a las nuevas campanas que tienen su lugar reservado en el campanario de esta iglesia. Los feligreses apreciaron de cerca y se dieron cuenta de que la campana grande tiene gravado “El calvario de Jesús”, la mediana a San Andrés y el nombre del padre Erick Aguilar García, y la de menor tamaño a la virgen de Guadalupe y el nombre de Bernardo Villarreal, anterior párroco de este recinto religioso.

El 15 de septiembre, a las ocho de la mañana, se celebró una misa oficiada por el Arzobispo Hipólito Reyes Larios, acompañado del sacerdote Erick Aguilar García, quien bendijo y repicó con el badajo las nuevas campanas. Los aplausos no se hicieron esperar y alguna vistas se nublaron por la emoción del histórico acontecimiento.

Seis horas se llevó la maniobra para montar las campanas en el lugar que les corresponde estar, iniciando una nueva historia en su servicio. A través de los repiques emitirán un nuevo sonido que diferirá de acuerdo al acto litúrgico a celebrar; los habrá de alegría, de tristeza, de urgencia y algunos repiques parecerán lamentos que lastimarán el alma humana. El mecer las campanas armoniosamente y hacerlas sonar con el badajo dependerá del talento que posee el sacristán y el tañer lo esparcirá el viento por todos los rincones del pueblo de Dios. Felicidades.

Agradezco la colaboración de la señora Georgina García Panes y su hija Martha Patricia Martínez.

 

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