Las comunicaciones y el futbol
GRITOS DE PASIÓN
Las comunicaciones y el futbol
· Conmemorando el Día del Cronista Deportivo 22
de febrero
Por
Héctor Larios Proa
Un binomio indisoluble. La
aventura del futbol es un viaje en el tiempo tiene punto de partida procedencia,
en diferentes tiempos y espacios emerge de forma diversa un país, pueblo o
ciudad tienen historia propia. En este largo y lento proceso socio cultural los
medios de comunicación han sido un actor fundamental.
Al principio la prensa escrita
reportaba de forma escueta en diarios de las grandes ciudades los pasatiempos a
inicios de la era industrial y los primeros juegos colegiales en Europa. En
América Latina su adopción fue diferente con rasgos parecidos, en México el
futbol tuvo otra emergencia, los primeros partidos fueron de equipos
representativos de fábricas de mineros ingles en Pachuca, cerveceros alemanes
en Orizaba, empresas de textiles en Jalisco, principalmente, comerciantes
ingleses en la ciudad de México y comerciantes españoles.
Una red se fue tejiendo a la
velocidad del vapor, porque se trasladaban en trenes de la reciente red
ferroviaria nacional. En cada punto del mapa, una iglesia, un parque, un hotel,
una cantina llenaban la estampa de la localidad, y a la salida del pueblo un
campo de futbol. El futbol fue entretenimiento para unos y para otros una
representación social, fidelidad a su empresa o ciudad, sobre esos ejes surgió
la afición que se identificó con colores dándoles sentido de pertenencia, la
dinámica social se fundó en sentimientos y pasión. No existen razones para ser
de un equipo, un verdadero aficionado no dice, le voy a este o aquel equipo, responde soy del …, gran verdad que los
modernos estudiosos del mercado buscan en puertas giratorias encontrando
respuestas falsas.
La victoria era algo más que
un juego. El futbol ganó espacio en los diarios, las crónicas de los partidos
lograron insertarse como notas informativas. Encontraron en el juego un
atractivo comercial y publicitario.
Al tren le siguieron, los
autobuses en las modernas carreteras, después por aire hicieron posibles
traslados más rápidos que fortalecieron competencias internacionales, dejando
atrás los largos viajes en barco para los primeras Copas del Mundo y Juegos
Olímpicos de la era moderna. La masificación del futbol se debe en gran parte a
los medios masivos.
Aumentaron los juegos, los
estadios y con ello aparecieron las secciones deportivas, el primer diario
deportivo en México “La Afición”, le siguieron muchos más que requirieron de
plumas que describían el juego, le daban color a la nota y también voces que a
través de las ondas hertzianas viajaban a velocidad del sonido para narrar el
suceso en directo que hipnotizaba al radioescucha, las voces las reproducía en imágenes
mentales, jugadas futbolistas que pronto se convertirían en ídolos. “El uso de la voz en la radio requiere de
palabras precisas para cautivar un segundo”, escribió Juan Villoro. Sus
narrativas recuperaron simbolismos sociales, pobres frente a ricos, regionalismos
frente a frente.
Voces con lenguaje masculino
conquistaron el mercado, hasta le llamaron el “Juego del Hombre”, frase inconfundible de Ángel Fernández Rugama,
locutor profesional que conquistó con su estilo original al auditorio de la
radio y la televisión. Personaje de fácil palabra, capaz de descifrar un duelo
en el cuadrilátero o el ciclismo, en el diamante del béisbol, se encumbró
narrando el futbol gracias a su afición por episodios épicos de la historia universal,
bautizaba a jugadores con sobrenombres precisos, el “Capitán Furia”, “el hijo
del General”, “el confesor”, Superman, Kalimáaaaannnn, y muchos apodos propios
de la cultura popular, alargaba las silabas mientras los decibeles alcanzaban la
catarsis en su orgasmo: el gol.
Le apodaron Ángelgrito,
su fama lo llevó a los salones de baile de pueblos y ciudades para anunciar al
grupo o canción de moda, animador nato. Tal fue su impacto que Raúl Velasco, lo incorporó para dar los
resultados de futbol en su clásico programa, Siempre en Domingo. Con
un look muy “in”, salía a cuadro con pantalones acampanados, camisas de seda
multicolor con cuellos largos, luciendo patillas y cabello engomado, zapatos plataforma,
un reto de equilibrio. Rompió esquemas acartonados, llegaba brincando y con voz
estentórea ponía jicamo a la trasmisión. De estilo único, por todos imitado
jamás igualado. Hacía de los partidos aburridos una escenografía teatral.
Fernando
Marcos, un erudito del futbol fue jugador del Germania, árbitro y
entrenador. Capaz de resumir el partido en cuatro palabras, inolvidable con
argumentos para discutir tácticas y estrategias. Fernando Von Rossum, elegancia, emoción y conocimientos conjugaba
para enseñarnos el deporte de las tacleadas. El querido doctor Alfonso Morales, su capacidad de observación y análisis
acuñó frases cortas que definían el box o la lucha, su mayor virtud escuchar
como buen psiquiatra. Son voces y plumas que dejaron huella.
Ignacio Matus Jiménez, joven universitario que había jugado en las reservas del América su habilidad para sortear la vida lo llevó de la colonia Guerrero a conocer el mundo, disfrutar Roma, Londres o Paris e ir descubriendo la savia de la vida. Cubrió doce Copas del Mundo, y Juegos Olímpicos, reportero de oficio, amante de la gramática y el buen decir, sus letras describieron sucesos dentro y fuera de la cancha. Nadie pudo imponerle un criterio, ni con “mantenimiento de campo”, respetuoso de la delgada línea entre lo público y lo privado. Dejó escuela, ganó respeto y se convirtió en Don Nacho.
Todos ellos le dieron otra dimensión al deporte, sin ellos no pudiéramos entender el fenómeno del deporte de masas y hoy la industria del entretenimiento. Fueron testigos de la transformación humana del deportista que abordo de la rueda de la fortuna de la vida, vive entre la pasión, la gloria y el infierno.
A todos ellos gracias mil, por regalarnos su pasión. Felicidades a todos quienes siguen los pasos de estos maestros de la crónica deportiva. “Me quito el sombrero y me pongo de pie”, como hubiera dicho Ángel Fernández y nos despedimos con 4 palabras al estilo de Don Fernando Marcos: “Que viva el Futbol”.