LAS OPOSICIONES PARTIDISTAS EN VERACRUZ
LAS OPOSICIONES PARTIDISTAS
EN VERACRUZ
Por Uriel Flores Aguayo
La ciudadanía tiene derecho a la libre expresión
de sus ideas como una de las principales garantías individuales amparada por la
Constitución General de la República. En esa libertad cabe la crítica a los
poderes públicos como parte del ejercicio de la condición ciudadana. No es un
favor ni acto gracioso que otorguen las autoridades aunque, paradójicamente, en
tiempos de auto llamada transformación la crítica se ha vuelto incomoda.
La
indispensable participación ciudadana en la vida pública, clave en una democracia
real, debería ser respetada y estimulada desde los Gobiernos y las
representaciones legislativas en términos de cercanía, transparencia y la
rendición de cuentas. Sin eso, consolidado y con efectos, no hay cambio alguno
que se respete.
No estaría completa la crítica social a los
políticos sin la parte correspondiente a las oposiciones. Desde la ciudadanía
la crítica y exigencias debe ser pareja, aunque el acento se dirija a quienes
ejercen poder. Las oposiciones son parte insustituible de la vida democrática
donde, entre otros elementos, coexisten mayorías y minorías; la uniformidad es
propia de dictaduras. El punto a considerar es el papel que juegan o deben
jugar las oposiciones en la coyuntura actual, al menos en Veracruz.
Es desolador para los veracruzanos observar unas
oposiciones que tienen importantes espacios municipales y legislativos pero que
se desenvuelve en la irrelevancia, con un sentido patrimonial y de auto
consumo. Ocurren hechos cuya gravedad ameritaría la fuerte opinión y movilización
de las oposiciones. Sin embargo, brillan por su ausencia a la hora de hacer
denuncias fundadas y acompañar a sectores sociales golpeados por malas
autoridades.
Si las representaciones legislativas se ausentan
del debate, si forman parte de acuerdos facciosos, si no se ponen al frente de
los grupos que los necesitan, si no investigan asuntos fundamentales para los
veracruzanos, dejan de tener sentido y nos colocan en la indefensión. Igual que
los partidos opositores que no se oponen más allá de aisladas declaraciones las
diputaciones apenas cumplen con las formalidades de su función sin ir más allá.
En ese sentido hay un déficit opositor, dejando a la ciudadanía sin canales de
expresión para hacer oír su voz en los asuntos públicos.
Las poblaciones asoladas por la violencia
oficial y delincuencial, los sectores golpeados por la pandemia del covid-19,
los grupos sin atención a demandas de servicios, los estudiantes sin acceso a
escuelas, los movimientos feministas, la defensa del medio ambiente, las reivindicaciones
de las comunidades indígenas, los enfermos sin medicinas, los ediles
presionados para alinearse, la falta de rendición de cuentas del Ejecutivo, los
despropósitos legislativos, la represión a opositores, la manipulación
electorera de los programas sociales, etcétera, exigen la participación
efectiva, documentada, firme y comprometida de las oposiciones. Mientras no lo
hagan estarán lejos de cumplir con su función política en la democracia, siendo
parte pasiva, conformista y cómplice de un sistema que obstruye la
participación y el ejercicio de los derechos ciudadanos.
Debe advertirse que las oposiciones partidistas
reciben jugoso financiamiento público para realizar sus labores que,
lamentablemente, muchas veces se reduce al sostenimiento de una burocracia y al
ejercicio palaciego. Las oposiciones, todas, deben renovarse abriéndose a la
sociedad y cumpliendo con su misión de oponerse constructiva y lealmente a los
Gobiernos. Si no se opone y alienta la expresión ciudadana, se vuelve
irrelevante y prescindible. Vienen tiempos de prueba para todos los partidos,
gobernantes y opositores: vuelven a ser medios y recolectores de demandas
sociales, así como reivindican un mínimo ideario, no rollos ni propaganda, o se
pudren en el vil pragmatismo y el mercantilismo político.
Recadito: hay que seguir buscando opciones de participación
política que no dependan de los partidos.