Las resistencias del patriarcado
Las resistencias del patriarcado
Sabemos bien que el sistema patriarcal es el
responsable del patrón de la violencia hacia las mujeres como forma de
sometimiento para evidenciar el control que supone el ejercicio del poder; sin
embargo esa certeza no es suficiente para lograr erradicarla.
Innegable es que nunca tuvimos tantos derechos como
ahora, y por eso es que hoy los resabios lacerantes de ese patriarcado buscan
escatimar hasta el extremo de lo posible, cada logro que pueda significar
seguir derrocando un añejo sistema que se niega a perecer.
El momento político es de indiscutible relevancia.
En México iremos al tercer proceso electoral federal desde que la paridad se
llevó a la Constitución, pero al primero en que la Paridad Total lograda en
2019 sea puesta en práctica.
Imposible llegar a esta coyuntura sin un blindaje
que proteja a cada mujer que va a la contienda. Por eso el que ésta sea también
la primera elección en la que las reformas en materia de Violencia Política en
razón de género se aplican, la convierte en sí misma en una contienda
histórica.
Así pues de los 21 mil 368 cargos que están ya en
disputa, la mitad de todos ellos son para mujeres, ecuación ante la que la
lógica patriarcal es muy simplista: estos son cargos que les deberían de corresponder a los hombres y que al
obligar a los partidos a postular mujeres se les están arrebatando posiciones
que les corresponden.
Ante tal certeza, los partidos todos acuden a todas
las formas posibles de cooptación de derechos políticos y añade a sus viejos
esquemas de vejación de derechos políticos, nuevas modalidades que sofistican
el mismo principio de discriminación.
Si bien el condicionamiento de recursos para la
campaña, el otorgamiento de candidaturas en distritos perdedores, la selección
de mujeres sin trayectoria partidista o liderazgo local, la complicación de
trámites para dificultar sus registros y otros tantos subterfugios más son
añejas prácticas conocidas que se han aderezado por los epítetos de la
peor práctica política que pueda existir, hoy día esas mismas intensiones se
llevan a cabo con métodos que incorporan a la misoginia institucional la
tecnología digital, emprendiendo campañas de ataque a través de las redes
sociales, ejerciendo el odio o acosando masivamente a aquellas mujeres que
deciden participar por un cargo público, exhibiendo a partir de ese momento sus
vidas privadas como parte del costo por tal osadía.
La violencia política muy lamentablemente ha sido
el costo a pagar por decidir aspirar a un cargo público y pretender tener una
representación política, haciéndolo ver como si fuera un precio implícito
cuando el ejercicio de nuestros derechos políticos es una garantía que
legítimamente nos corresponde.
La peligrosa combinación de ignorancia más machismo
se convierte en un foco potencial de atención en un México que necesita
traducir la equidad en igualdad.
Por eso
no en aras de la paridad, no se trata de llevar a cualquier mujer a la
planilla, a la candidatura, a la postulación. Una mujer sin agenda de mujeres
es tanto como seguir teniendo a puros hombres en todos los escaños de un
Congreso. Si no se traduce en más derechos para una mejor calidad de vida,
entonces no sirve.