LAS VERDADERAS SIEMPRE REINAS QUE ESTE AÑO CUMPLEN 80
LAS VERDADERAS SIEMPRE REINAS QUE ESTE AÑO CUMPLEN 80
Por
Enrique Saavedra
1. En
la versión mexicana de la comedia musical a ritmo de rock and roll sesentero,
Vaselina, la villana de la historia le canta, en son de burla, a la
protagonista: “Soy Angélica María / dulce y buena todo el día…”. La frase, que
se tornó famosa en el ámbito de los musicales, proviene de la adaptación que
hizo Julissa, quien en 1973 tradujo, produjo, dirigió y estelarizó la obra que
hoy en día lleva 50 años escenificándose en nuestro país a través de distintos
montajes. La frase no es gratuita, como tampoco es la que le sigue: “Soy
Julissa y no juego al amor / soy la consentida de mi profesor…”. En ambos
versos, la propia Julissa deja en claro que es imposible hablar de la década de
los sesenta en México -la cual sigue siendo fundamento del tiempo que vivimos-
ni del movimiento del rock and roll en español sin mencionar a las dos figuras
femeninas que lo encabezaron: la novia de la juventud y la chica rebelde.
2. En
un camerino teatral, dos actrices maduras conversan sobre las trayectorias de
cada una. De pronto, gracias a la magia de un cambio de luz, cada una revive
sus éxitos: una, éxitos teatrales, cinematográficos y musicales. Incluso, las
vemos imitarse la una a la otra. Una es una estrella del espectáculo y la otra
es una de las actrices más prestigiadas. Durante la charla y durante las
imitaciones es claro que a la estrella le encantaría ser como la gran actriz y
que esa gran actriz lo daría todo por ser esa estrella tan querida. Son
personajes de ficción, claro. Es un texto teatral, por supuesto. Es una puesta
en escena que nunca se estrenó. Se quedó en una idea de los escritores Luis
Zapata y José Joaquín Blanco a partir de un deseo de dos amigas: la estrella
mexicana Angélica María y la prestigiada actriz María Rojo, que nunca han
tenido empacho en decirlo: a la una le hubiera encantado ser lo que fue la
otra.
3.
Casi al final de la filmación de Las Poquianchis, las dos protagonistas del
filme le jugaron una broma a su director, Felipe Cazals. Por un momento ambas
se despojaron de sus sufridos personajes -que fueron obligados a prostituirse-
y se caracterizaron como dos mujeres de la vida galante al más puro estilo de
la época de oro del cine nacional. Visto a la distancia, el juego era un justo
homenaje hacia las grandes actrices que las precedieron y, tal vez sin saberlo,
María Rojo y su compañera de escena Diana Bracho no hicieron más que tomar la
estafeta para convertirse en auténticas leyendas del cine mexicano de nuestros
días.
Estas
anécdotas nos ponen de frente a cuatro figuras del espectáculo que hoy en día
siguen siendo ubicadas y reconocidas por sus trayectorias que han tenido, en
mayor o menor medida, en uno u en otro momento, al teatro como punto de
anclaje.
Una
copa de champagne para Angélica María
Ese
lugar común que reza que alguien “nació siendo estrella” es imposible no
aplicarlo a Angélica María. Con cinco años de edad debutó interpretando a un
niño en la película Pecado y un lustro más tarde fue invitada por Rita Macedo
-madre de Julissa- a debutar en teatro en La mala semilla. Tras lucir en varias
películas como actriz infantil, al entrar a la adolescencia demostró que había
llegado para quedarse.
A la
par de su éxito como cantante y actriz en películas para públicos jóvenes y
telenovelas, participó en el musical Las fascinadoras de Felipe Santander y en
obras de Alfonso Paso como El canto de la cigarra y Sí, quiero, además de
Cuando oscurezca de Frederik Knott, dirigida por Rafael Banquells y Manolo Fábregas.
En
1968, año crucial para el país y para el mundo, Angélica realizó dos de sus
trabajos más arriesgados y arrojados: la película Cinco de chocolate y uno de
fresa -con guión de José Agustín- y la obra coproducida por la UNAM y el INBA,
Marat/Sade de Peter Weiss, que tras su mítico montaje y filme a cargo de Peter
Brook fue escenificada en nuestro país por Juan Ibáñez en el marco de la
Olimpiada Cultural, con un reparto de ensueño que, además de La Novia de la
Juventud, incluía a Wolf Rubinski, Sergio Jiménez, Ana Ofelia Murguía, Lilia
Aragón y Héctor Bonilla.
Si ya
era famosa y popular, en los primeros años de la década de los setenta lo es
todavía más gracias al impacto de la telenovela Muchacha italiana viene a
casarse y de la canción “A dónde va nuestro amor”. El cineasta Jaime Humberto
Hermosillo la elige junto con Carmen Montejo -aunque la idea original era tener
a Julissa y Rita Macedo- para protagonizar La verdadera vocación de Magdalena,
con guion de José Agustín.
El
éxito lo aprovecha no solamente para estelarizar obras como las comedias
musicales Gigi y Papacito piernas largas sino también para incursionar, sola o
junto al cantautor y comediante Raúl Vale -su entonces esposo-, en el ámbito
del cabaret y el centro nocturno, en donde realizó distintos espectáculos en
los que lucía a plenitud su talento como cantante, comediante e imitadora -su
imitación de Rocío Durcal, a quien le impusieron como rival artística en la
década de los sesenta, es de antología-.
Desde
finales de la década de los setenta y hasta mitad de los noventa, Angélica
María participó en obras producidas por su madre, la empresaria teatral
Angélica Ortíz, quien durante varios años estuvo al frente del Teatro Aldama.
En esas obras también apareció su hija, la actriz, cantante, comediante e
imitadora Angélica Vale.
Con
Ortíz como productora, las Angélicas complacieron al gran público con musicales
originales como Una estrella, Mamá ama el rock y La isla de los niños. En 1993,
interpreta la opereta La viuda alegre de Franz Lehár y en 1995 es invitada a la
segunda temporada del segundo montaje mexicano del musical de John Kander y
Fred Ebb, La mujer del año. Al abrir el nuevo milenio, su encanto maduro logró
quitarle la polilla al viejo astracán español Mamá nos quita los novios y, bajo
la dirección del legendario José Solé, divertir a la audiencia en una larga
temporada. Su trabajo teatral más reciente es en la comedia Emociones
encontradas de Richard Baer, bajo la producción de OCESA, en 2007.
En los
años recientes, Angélica María, quien radica en Estados Unidos junto a Angélica
Vale, se ha dedicado en mayor medida a revivir en conciertos los éxitos
musicales que la encumbraron en las décadas de los sesenta, setenta y ochenta y
a declarar, velada o abiertamente, que se siente relegada como actriz.
De
hecho, en este año retomará lo que alguna vez hizo en formato de cabaret y
centro nocturno gracias a que madre e hija iniciarán en la Ciudad de México, el
espectáculo Las Angélicas, que incluirá canciones del repertorio de ambas, así como
imitaciones, con lo cual La Novia de México demostrará que a sus 80 años sigue
joven y mereciendo que su público levante, por ella y con ella, como uno de sus
éxitos musicales lo indica, una copa de champagne.
La
princesa rebelde que no se durmió en sus laureles
Aunque
en su infancia no incursionó en el mundo artístico, Julissa estuvo allí desde
la cuna. Hija de la extraordinaria actriz Rita Macedo y del legendario
productor teatral y televisivo Luis de Llano Palmer, Julissa irrumpió en el
espectáculo en la adolescencia, como la chica rebelde del rock and roll
mexicano, pues además de cantar canciones más atrevida, era vocalista,
baterista y líder de un grupo musical -Los Spitfires- cuando lo común era que
ese puesto lo tuviera un hombre.
Si
bien el éxito ya le sonreía como baladista y como actriz de películas juveniles
y de telenovelas tan exitosas de Ernesto Alonso como La mentira y Corazón
salvaje, no se confió y eligió proyectos como Las dos Elenas, única película
del director teatral José Luis Ibáñez, las obras: ¡Ay, papá, pobre papá! Estoy
muy triste porque en el clóset te colgó mamá de Arthur Kopit y Mudarse por
mejorarse de Juan Ruiz de Alarcón, ambas dirigidas por el niño terrible del
teatro, Juan José Gurrola. Y, por supuesto, ese ejercicio cinematográfico del
cineasta y director teatral Juan Ibáñez, con guion del escritor Carlos Fuentes
-su entonces padrastro. La Sagrada Familia les decían a Macedo, Fuentes y
Julissa-, que hoy en día es objeto de merecido culto, estudio y veneración: Los
caifanes.
Desde
la década de los setenta hizo mancuerna con el ya mencionado José Luis Ibáñez
al estelarizar las obras Hay una chica en mi sopa de Terence Frisby, Las
mariposas son libres de Leonard Gershe y La fierecilla domada de William
Shakespeare.
Y es en
la década de los setenta cuando Julissa inicia el quehacer que durante tres
décadas le mereció un amplio reconocimiento: traducir, producir y en la mayoría
de los casos dirigir y protagonizar obras musicales como Pippin, Jesucristo
Súperestrella, El show de terror de Rocky, Los novios, José el Soñador,
Hermanos de sangre -que actuó junto a sus hijos Alejandro y Benny Ibarra, con
dirección de Ibáñez-, La casita del placer y Menopausia, el musical, todos
probados éxitos de Broadway, Off Broadway y el West End.
De la
ya mencionada Vaselina hay que decir que es tal vez el musical que más
ocasiones se ha representado en nuestro país y que se ha escenificado de todas
las maneras posibles, incluida la más popular: la interpretada por los miembros
del grupo musical, entonces adolescente, Timbiriche, en 1984.
Si hay
duda del éxito de esa versión, no hay más que asomarse a la actual Cartelera de
Teatro para ver que, 39 años después, casi todos los miembros originales del
grupo están cantando y bailando nuevamente, en plena madurez, canciones como
“Noches de verano” e “Iremos juntos”, conservando la traducción de Julissa.
Su
labor como productora la extendió hacia la música y la televisión. Durante once
años produjo el grupo musical Onda Vaselina -basado, como el nombre lo indica,
en la famosa obra- y entre la década de los ochenta y los noventa propuso
telenovelas que se alejaban del común denominador: La indomable, Tal como somos
-un sabroso libreto de Carlos Olmos que también protagonizó-, Dulce desafío y
La sombra del otro. Su más reciente participación teatral sucedió en 2015 en el
segundo montaje de la comedia Las muchachas del club, bajo la dirección de
Salvador Garcini.
Entre
2020 y 2024, su nombre ha estado vigente en las marquesinas -es un decir, pues
en las marquesinas no se visibiliza aún a los traductores, ni aunque se trate
de figuras como ella- gracias a las recientes puestas en escena que OCESA ha
hecho de Jesucristo Súperestrella y José el Soñador, que conservan sus
traducciones. Y aunque las canciones de El show de terror de Rocky en su más
reciente montaje tienen una nueva traducción, a cargo de Rafa Maza, la
producción no resistió el antojo de dejar el exuberante número “Time Warp” con
la popular versión de Julissa, “El baile del sapo”.
Con
ello, el teatro, por ahora en su veta comercial, le agradece sus aportaciones a
esta artista que bien pudo quedarse dormida en sus laureles, pero no lo hizo y
se rebeló. Y rockeó. Y vaya que triunfó.
La
reina del danzón es más bien una estrella de cine
María
Rojo, quien en agosto de de 2023 cumplió 80 años de edad, inició su carrera en
la televisión cuando era una niña, en el Teatro Fantástico creado por Enrique
Alonso “Cachirulo” para más adelante debutar en el teatro y ser colmada de
elogios por su actuación en La mala semilla -cuyo personaje alternaba con otra
talentosa niña actriz: sí, Angélica María-.
Muchos
años después, en su calidad ya de primera actriz, participó en obras como Aroma
de cariño de Jesús González Dávila -que después protagonizó en cine bajo el
título Crónica de un desayuno– y Cada quién su vida de Luis G. Basurto en
versión de Víctor Hugo Rascón Banda. En el nuevo milenio, fue la actriz elegida
-a pesar de ser muy joven para el personaje- para interpretar El chofer y la
Señora Daisy al lado del primer actor Salvador Sánchez. También fue parte del
elenco de la muy amplia temporada del drama Made in México.
Sin
embargo, el punto más alto de la carrera teatral de María Rojo se da varios
años atrás, cuando la actriz Ana Ofelia Murguía la recomendó para estar en
reparto del montaje que el recién llegado director español Manuel Montoro
preparaba, Mariana Pineda de Federico García Lorca, con la Universidad
Veracruzana.
Bajo
sus órdenes participó en El triciclo de Fernando Arrabal y El malentendido de
Albert Camus, para luego trabajar con directores como Ludwik Margules en Fiesta
de cumpleaños de Harold Pinter, Adam Guevara en La mudanza de Vicente Leñero y
Rafael López Miarnau en Manos arriba de Víctor Hugo Rascón Banda -quien
escribió el texto a petición de Rojo y Murguía, para tener una fuente de
trabajo-. En un curioso experimento, llevó a escena la versión teatral de La
Tarea -escrita y dirigida por el cineasta Jaime Humberto Hermosillo– uno de sus
muchos éxitos cinematográficos.
Porque
aunque es bien sabido, no está de más reiterarlo: si hay una actriz que merece
el mote de estrella cinematográfica contemporánea de México, esa es María Rojo.
Títulos tan importantes de nuestra pantalla grande como El apando, Las
poquianchis, Naufragio, María de mi corazón, Los confines, Rojo amanecer, El
callejón de los milagros, De noche vienes Esmeralda, El infierno y, por
supuesto, Danzón, lo refrendan.
Por
ello, en 2020 recibió un Ariel de Oro, en 2022 mereció el Premio Nacional de
Artes y Literatura en el rubro de Bellas Artes y en 2023 fue objeto de un
Homenaje Nacional en el marco del Día del Cine Mexicano y la apertura de la
nueva sede de la Cineteca Nacional.
La
princesa de los cuentos de Cachirulo se convirtió en la más notable actriz del
cine nacional contemporáneo y gracias a eso, precisamente, se sabe que, además
de todo, María Rojo es, por si fuera poco, reina absoluta del danzón y bajo ese
ritmo sigue seduciendo a sus espectadores.
Una
máster class llamada Diana Bracho
Si
bien Diana Bracho, quien al final de 2024 llegará a las 8 décadas de vida, es
una notable figura cinematográfica, está anclada al teatro desde que tuvo uso
de razón, pues es hija de Julio Bracho, quien amén de tener un amplio
reconocimiento como cineasta, es uno de los principales renovadores del teatro
mexicano en la primera mitad del siglo XX.
Al
igual que Angélica, Julissa y María, Diana incursionó desde niña en la gran
pantalla, en los filmes de su padre San Felipe de Jesús e Inmaculada. Sin
embargo, se considera como su debut profesional es El castillo de la pureza de
Arturo Ripstein -aunque antes filmó, del mismo realizador, El Santo Oficio-.
Desde
entonces se convirtió en una figura infaltable del cine nacional, con títulos
de referencia como, además de la ya mencionada Las poquianchis, El cumpleaños
del perro, Actas de Marusia, El infierno de todos tan temido, Redondo, El
secreto de Romelia e Y tu mamá también -que aunque aparece escasos minutos en
pantalla, su participación es memorable por ser la madre aludida en el título-.
Pero
Diana Bracho le pertenece al teatro. Tras debutar en la obra Israfel de
Abelardo Castillo dirigida por Héctor Azar, continuó bajo las órdenes de
directores como Germán Castillo en la Santísima de Sergio Magaña, Rafael López
Miarnau en Trío de Kado Kostzer, Abraham Oceransky en Las dos Fridas, Raúl
Quintanilla en el estreno mundial de la hoy multi escenificada Los negros
pájaros del adiós de Oscar Liera, Walter Dohener en el segundo montaje de Las
relaciones peligrosas de Cristopher Hampton -la actriz renunció al primer
montaje, dirigido por José Luis Ibañez en la década de los ochenta. Blanca
Guerra estrenó el personaje de la Marquesa de Merteuil- y Diego del Río, en Espejos
de Annie Baker.
Aunque
ya había iniciado su carrera dentro de la televisión, en 1986 Diana Bracho se
convierte en una auténtica estrella de la pantalla chica gracias a su personaje
protagónico en Cuna de lobos. Aunque originalmente interpretaría a la
contraparte de Angélica Aragón, la renuncia de ésta al proyecto permitió que
Diana Bracho personificara a Leonora Navarro y, con ello, se convirtiera en una
de las figuras más sólidas, rentables y queridas de la televisión mexicana.
A la
fecha, es la única actriz de la tercera edad que ostenta personajes
protagónicos y obtiene el primer crédito en las telenovelas en las que
participa. Aunque cada vez son más y por ello distintas en su calidad, es de
destacar su participación en seriales como Cadenas de amargura, Pasión y poder,
El vuelo del águila, Retrato de familia y Mi marido tiene familia.
La
popularidad de Cuna de lobos permitió que el autor, el productor y director, la
protagonista y la villana de la telenovela, Carlos Olmos, Carlos Téllez, Diana
Bracho y María Rubio, respectivamente, aprovecharan el éxito para reponer la
primera obra de Olmos, Juegos fatuos, con resultados triunfales. Entrando en la
década de los noventa, la actriz fue esencial para el rotundo éxito de Entre
Pancho Villa y una mujer desnuda de Sabina Berman.
La
obra, junto con Sexo, pudor y lágrimas de Antonio Serrano, inauguró un formato
que actualmente le es común a nuestro teatro: la fusión entre una manufactura
artística y un interés comercial. La obra tuvo una notable versión cinematográfica
dirigida también por Berman y por Isabelle Tardán, estelarizada, por supuesto,
por Diana Bracho.
En
1983 interpretó a Stella DuBois en una controvertida puesta en escena de Un
tranvía llamado Deseo de Tennessee Williams dirigida por Martha Luna, junto a
Jacqueline Andere y Humberto Zurita como Blanche DuBois y Stanley Kowalski.
Trece años después decidió producir un nuevo montaje con ella encarnando a la
mismísima Blanche, personaje mayor de la literatura dramática contemporánea.
Tras un conflicto con el director que originalmente la dirigiría, Bracho invitó
a Francisco Franco a retomar el proyecto.
La
mancuerna de ambos se repitió también exitosamente en 1998, cuando la actriz
asumió un personaje que marcó su trayectoria teatral: la diva María Callas en
la versión mexicana de Master class de Terence McNally. Dieciocho años después,
la actriz volvió a encarnar a la mayor cantante de ópera del siglo XX, ahora
bajo la dirección de Diego del Río. Con Franco volvió a colaborar en el montaje
de Todos eran mis hijos de Arthur Miller y en el espectáculo Amor, dolor y lo
que traía puesto de Nora y Delia Ephron, junto a la diva mexicana Silvia Pinal.
Para
celebrar sus 80 años de vida, la también escritora -su poemario Pronóstico
reservado se publicó en 2022- estrenará la obra Madres e hijos de su amigo
Terence McNally, quien murió a principios de 2020. Ella misma realizó la
traducción y luego de cuatro años de trabajarlo junto a Del Río, el proyecto
por fin se concreta y estrena el 10 de mayo, con lo cual seremos testigos de un
punto muy alto de su trayectoria y confirmar que, más que ofrecer una clase
magistral, la clase magistral es ella misma.
Angélica
y Julissa han alternado en conciertos dedicados a los grandes años del rock y
han compartido créditos en un par de telenovelas. Como ya se dijo, Angélica y
María comenzaron en la misma obra su trayectoria teatral. María y Diana han
sido parte del elenco de un par de películas.
Sin
embargo, nunca las hemos visto a las cuatro juntas -o a dos o tres de ellas,
como sea la combinación- en un proyecto reciente, lo cual sería muy antojable,
pues se trata de cuatro artistas todoterreno que a sus 80 años de vida siguen
activas y vigentes de una u otra forma, se sigue aplaudiendo sus aportaciones
teatrales, siguen gozando de la admiración de un público amplio en generaciones
y, al final del día, se les reconoce como a mujeres que todavía tienen mucho
que darle al espectáculo y a la cultura de este país. Ellas sí que son genuinas
reinas. Siempre.
Fotos:
tomadas de la web