LEGADO DE DESTRUCCIÓN
LEGADO DE DESTRUCCIÓN
Por Aurelio Contreras Moreno
Contra lo muy poco –siendo generosos- que se ha
construido en los cuatro años del régimen de la autoproclamada “cuarta
transformación”, cobra una dimensión enorme todo aquello que se ha destruido y
lo que se busca todavía destruir en los dos años restantes del sexenio.
Quizás lo más grave que el lopezobradorismo ha
demolido, junto con las instituciones y programas de salud y educación que
desapareció para quedarse con sus recursos, es la percepción sobre la
importancia del respeto a la legalidad.
Los gobiernos y políticos de la “4t”, empezando
por el propio presidente Andrés Manuel López Obrador, son un ejemplo de cómo
ignorar de la manera más bizarra las normas, con un cinismo que asquea.
El caso del documentado plagio de la tesis de
licenciatura de la ministra Yasmín Esquivel Mossa sintetiza lo que ha
representado este sexenio para el mantenimiento de los mínimos estándares que
permitan hablar de un Estado de Derecho: el vacío, la burla.
Lo que en cualquier otro país con una pizca de
valores democráticos –y vergüenza- hubiese significado una renuncia automática,
asombrosamente en México es un circo del absurdo: por un lado, una ministra y
abogada espuria que se aferra a un cargo para el que no tiene merecimientos ni
credenciales académicas ni éticas; y por el otro, instituciones a las que les
tiembla la mano para aplicar la ley, anular su título fraudulento y
destituirla, aterrados ante la previsible reacción autoritaria del régimen que
la colocó en la Corte no para impartir justicia, sino para defender sus
intereses.
Cada minuto más que pasa Yasmín Esquivel como
ministra del máximo tribunal del país significa un mayor y más grave
socavamiento de la confianza y el prestigio de la Suprema Corte de Justicia de
la Nación y de la Universidad Nacional Autónoma de México, lo que tiene un
impacto directo en ambas instituciones, pilares una de la ley y la defensa de
la constitucionalidad, y la otra de la educación superior del país.
De ese tamaño es el daño que se causa al país
solo con este caso, pero que a los pandilleros que gobiernan les tiene sin
cuidado. “No me vengan con eso de que la ley es la ley” es la frase de López
Obrador que resume a la perfección lo que sucede.
Pero no es lo único. El desvío de los recursos
gubernamentales para hacer política partidista ha elevado la impudicia y el
descaro a una nueva dimensión, en la que ya ni siquiera importa guardar las
formas, como quedó de manifiesto con la reunión a la que convocó el pasado fin
de semana el secretario de Gobernación Adán Augusto López Hernández –quien a su
vez está en campaña proselitista por todo el territorio nacional- a los
gobernadores y dirigentes de Morena, para pedirles que intervengan y operen en
los procesos electorales en puerta. Solo que lo hizo en las instalaciones de la
dependencia que encabeza, no en las de su partido.
No es que en los regímenes anteriores no se
llevaran a cabo prácticas similares, desde luego. Solo que sabían la
importancia de no dar motivos para una impugnación jurídica que pudiese
desembocar en la anulación de una candidatura o una elección, sobre todo a
partir de que en 1997 se quebró el régimen de partido hegemónico que el
neopriismo morenista busca restaurar.
Ahora ni siquiera les importa exhibirse como
unos crápulas que se burlan de la ley, pues para ello tienen a ministros como
Yasmín Esquivel en la Corte o al “magistrado billetes” en el Tribunal
Electoral. Y para eso es precisamente la embestida del régimen contra las
instituciones electorales: para debilitarlas, cooptarlas y reducirlas a oficialías
de partes del gobierno. Como en los tiempos de Manuel Bartlett y la “caída del
sistema”.
Hoy, el sistema democrático construido durante
las últimas tres décadas en el país -que con todo y sus fallas y carencias
garantizó tres alternancias partidistas en la Presidencia de la República y
cientos más a nivel estatal y municipal, tras 70 años ininterrumpidos de un
solo partido en el poder- se está cayendo a pedazos gracias a un régimen que
apunta al fracaso histórico y cuyo único legado para México será el de la
destrucción del Estado de Derecho y de las instituciones que costaron la sangre
y la vida de miles de mexicanos.
Incluida la de verdaderos militantes de la
izquierda democrática, que repugnarían en lo que terminaron sus “compañeros de
lucha”.
Desacato
En Veracruz andamos en las mismas. Como si
nada, en contubernio los tres poderes del estado desacatan un amparo de la
Corte y mantienen secuestrado el Tribunal Estatal de Justicia Administrativa.
El propio Cuitláhuac García admitió hace una
semana el desacato a la orden de detener el nombramiento de nuevos magistrados:
“el Tribunal está trabajando. Recuerden que el amparo no detuvo los trabajos
del Tribunal”.
-¿Con los nuevos magistrados?- le cuestionaron.
-Con los nuevos magistrados- aceptó García
Jiménez.
¡Qué bendición!
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