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LET IT BE

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LET IT BE

Rafael Rojas Colorado

 

La película LET IT BE la vi con mi esposa en el cine Xalapa, en aquel ayer se ubicaba en la Avenida Manuel Ávila Camacho, todavía con halos provincianos. El cine más lujoso de esos años, no hay duda. Mi gusto y admiración por el cuarteto de Liverpool me hizo estar presente en ese estreno de la pantalla grande. Con admiración vi esos rostros que conquistaron el mundo musical de esa época. La cinta documental refleja el arduo trabajo que el grupo de artistas realiza en Abbey Road Studios. Día a día se reunían para preparar un álbum para su último concierto en público. En la cinta se ve Paul MaCarney tecleando el piano, interpreta “Bésame Mucho” de la compositora mexicana Consuelo Velásquez, quizá lo hizo porque le agrada la melodía y para romper la acumulación del estrés que los presionaba. I Me mine, aportación de George Harrison, especie de vals intenso que con soltura y gracia baila Lennon con su amada Yoko.  Fue una película que disfruté mucho como todo seguidor de los Beatles.

 

El tiempo siguió su curso y mi juventud se escapó, mi camino me condujo casi sin darme cuenta a la edad senil. Precisamente, con la nueva tecnología y canales televisivos que todo acercan, me llamo la atención el documental LET IT BE, cinta que, como ya lo mencioné, vi en mis años mozos en una sala de cine comiendo palomitas y pistaches. Hoy estaba a mi alcance con solo hacer funcionar el control remoto para seleccionar esa película que vi hace más de cincuenta años. No dudé un segundo y accioné ese archivo que contiene un fragmento importante en la vida musical de los Beatles.

 

El documental comenzó a correr y volví ver a los Beatles muy jóvenes, exitosos y ya rondando en su entorno el deseo de la separación; algo ya no funcionaba desde que los dejó su manager, Brian Epstein; quien siempre los mantuvo unidos y en orden como todo buen líder, pero esta vez ya no estaba con ellos, se había marchado para siempre de esta vida. A Paul se le ve el liderazgo musical, intentando a cada momento, y con esfuerzo, armonizar a sus compañeros los que caían en frecuentes discusiones. Billy Preston, músico estadunidense, también muy joven y convocado para trabajar con ellos en ese álbum al que no le encontraban pies ni cabeza mientras el tiempo avanzaba. Malcolm “Mal” Evans, asistente y muy amigo de esta banda de Rock, siempre atento en todo lo que podía asistir a los genios musicales. Yoko Ono, siempre a lado de Lennon, George Harrison haciendo magia con su guitarra y Ringo Estar, un hechicero de los tambores que con sus golpes en los platillos y cueros parecía invocar a los mismos dioses. Pero algo estaba pasando y ya estaba decidido, ellos mismos tenían en su alma profetizado el momento de la separación del grupo, sus fans aún no lo sabían, pero muy pronto derramarían lágrimas al ver disuelto el grupo de sus ídolos, el que los hizo bailar y guardar bellos recuerdos.

 

El documental me acercó pasajes de mi vida, cuando ellos estaban en el pináculo de la fama y yo en mi vida ordinaria, trabajando, practicando algún deporte y tomando muchas copas de alcohol con mis amigos. Es la verdad, la música y las canciones se escuchaban en la radio y uno fantasea muchas veces con ser los protagonistas de esas historias musicales, o esas historias tienen cierta similitud con las que vivimos en nuestra realidad. Estos sucesos nos guardan los recuerdos para que el halo de la nostalgia los acerque en los instantes que los convocamos o, espontáneamente, se hacen presentes sin pedir audiencia. Cierta ocasión en mi casa que aún no se remodelaba, que estaba construida de una manera muy sencilla, pero que guardó muchos inolvidables recuerdos en sus muros y paredes de mis vivencias cotidianas, de vez en vez me los acerca. Tenía en la sala un televisor Silvertone de cuatro patas y con pantalla en blanco y negro; a un lado una consola MAGNA VOX con bonito diseño que les compré a los hermanos Hakim en su tienda ubicada en la esquina de Pedro Jiménez del Campillo y Constitución. Con unos amigos tomábamos algunas copas, no recuerdo quien fue, pero levanto la aguja del tornamesa y retiró el disco que escuchábamos, LET IT BE, se le cayó de la mano y se quebró en la primera canción. Me dio mucho coraje, más me aguanté, a pesar de tener copas en el cerebro, solo apreté las mandíbulas. Pasó el tiempo y en otra ocasión que también celebrábamos algo entre amigos, se lo regalé a Adán Bonilla. Tiempo después, en mi cumpleaños, un familiar me volvió a dar de regalo ese disco que tanto amaba y significaba para mí. Este álbum como muchos más de los Beatles me hacen recordar etapas de mi vida de juventud, desde que cursaba la educación primaria; le compraba a un compañero de clases, a razón de veinte centavos, recortes de periódico con fotos de los virus y las coleccionaba pegándolas en una libreta, para mí fueron un tesoro.

 

Un día cualquiera, la luz iluminó un escenario para que los fans los vieran actuar de cerca y fue en Candiestick Parck, San Francisco, en un 29 de agosto de 1966, nadie imaginaba que jamás los volverían a ver juntos en un escenario compartiendo sus inspiraciones musicales y extasiando al mundo con sus actuaciones artísticas, sin embargo, el verdadero y último concierto a la vista de unos cuantos privilegiados fue en la azotea del Apple Corps. El 30 de enero de 1969 en Londres, Inglaterra. Bellas melodías que se esparcían como alas de palomas despidiéndose de todos sus seguidores, el viento soplaba y se llevaba esa música a compartirla en la lejanía: las canciones llevaban el mensaje de la gratitud y el definitivo adiós a su público y entre ellos mismos, más siempre seguirían vivos en el corazón de quienes aman su música por siempre.

 

Los Beatles marcaron una época que perdura y seguirá eternizada sin importar el paso de los años, pues, simplemente, no únicamente fueron talentosos músicos, también hombres espirituales que revolucionaron al mundo con su música y con sus ideas para mostrar a la humanidad, la libertad, el amor, la paz y la lucha social a través del canto, la música y las letras. Estos cuatro jovencitos ingleses que soñaron su juventud llegaron con su música a todo el planeta, son como los poemas de Homero, La Hiliada y la Odisea. Mientras existan los seres humanos en la faz de la tierra, conocerán estas históricas epopeyas, también seguirán escuchando las letras y la música que conforma las canciones de los Beatles, pues las mismas viajan, acorde tras acorde, a través del universo.

 

NOTA. El 18 de abril que escribía el presente relato, mi nuera Carmen me acercó un billete de dos dolores estadunidenses, me los enviaba su hermano Javier Báez como un recuerdo, lo saludo brevemente en Xalapa ya que retorna a los Estados Unidos de Norte América, país en el que radica. El dólar venía con la firma de Javier y con una bonita dedicatoria: con cariño para Rojitas, “LET IT BE”, me emocioné y le agradecí a través de un mensaje de WhatsApp deseándole buen viaje.

 

rafaelrojascolorado@yahoo.com.mx