LLEGÓ EL FRÍO
LLEGÓ EL FRÍO
Llegó
el frío, el ocaso del año anuncia que vendrá fuerte. Así que, a cuidarse de las
enfermedades respiratorias y las secuelas del Covid. Virus que puso de cabeza
al mundo, evidenció nuestra fragilidad como seres humanos, y en México confirmó
las enormes fallas del sistema de salud, a pesar del discurso oficial.
Empezando
por las citas para consulta, las largas esperas para que no haya medicinas, sí
requieres cirugía la odisea es digna de una trágico-comedia, entre citas y
exámenes los malestares avanzan, la tensión aumenta.
La
mente vuela, pensamientos negativos generan desconfianza, escondiendo el miedo
a la soledad. El tiempo pasa otra cita, para la programar la fecha, más
estudios, por fin tengo pase de entrada a quirófano.
No
dormir, poner cara de calma y entereza a los tuyos, por dentro uno siente
desmoronarse, tal vez porque nunca me han operado y yo “zacatón”.
Llegó
una hora antes, para evitar el tráfico, los dolores me llevan de la mano y el
corazón en un hilo. Entregó mi carnet. “Espere, nosotros le llamamos”, dice una
señora mal encarada. ¿Por qué siempre elijen a una señora enojona, e
insensible? Todo un misterio burocrático.
Y como
dice la canción, y dieron las ocho, las nueve, las diez. Desesperado, desvelado
y con un hambre que estrujan las tripas. Me atreví a ir con la enojona del
mostrador.
“¡Ya
le dije que se espere!”, fue la respuesta.
-¿Más?,
llevo cuatro horas, le respondí.
Voltea
a verme con dientes apretados como queriendo pelear. Le sostengo la mirada de
mujer despechada se voltea a su cuaderno para rayonearlo.
Otras
tres horas con pura agua y decenas de idas al baño.
Cambio
la estrategia, me dirijo al mostrador, recargado miro sus movimientos sin decir
palabra, ella me miraba de reojo una y otra vez. El teléfono suena, me salva el
timbre.
Siete
horas después, otra señora, había cambiada la guardia, informa que no había
anestesia y los doctores ya se iban. Me enviaron al médico de la clínica para
que programará nueva fecha.
No
supe sí, reír o llorar. Señorita llevó
siete horas y usted apenas me informa.
Señor
hay personas que están desde ayer”, respondió otra enfermera enojona.
Regresé
por donde mismo, con el mismo dolor y soledad.
No es
un cuento, es la historia de tantos derechohabientes, retrata la triste
realidad del sistema de salud. No tenemos un sistema como el de Dinamarca.
Defienden lo indefendible.
Hasta
aquí debo reconocer al personal de honrosas excepciones de médicos y enfermeras
que dan la cara aun sin material y medicinas, a pesar de ello hacen lo posible
para vencer la burocracia una política de austeridad marca 4t.
Y lo
peor es que ese capítulo lo he vivido en tres ocasiones. El dolor vive conmigo,
platicó con él, ya somos amigos, en ocasiones me traiciona y ser reí de mí.
La
cereza del pastel fue mi última visita, una vez más no había medicina. Lo que
si hubo fue una platica donde informaron del proceso para solicitar los
medicamentos a la Mega Farmacia del Bienestar.
Resulta
que cuándo no te den medicina, debes ingresar al portal para solicitarlos,
ellos te informarán cuando estén en tu unidad médica para que pases por ellos.
Es
decir, los pacientes deben hacer el trabajo administrativo para que le envíen
al consultorio. No puede ser.
Esto
pasa al ciudadano de a pie, nada tiene que ver con el discurso oficial del que
tanto criticaban antes de ser gobierno. Ineficacia vestida de blanco.
Esto
sucede todos los días a muchas personas en este país.
Para
todos ellos que sufren en carne propia estos pasajes, que no son cuento, son
una triste y dolorosa realidad.
Por
hoy hasta aquí.
Que
voy al Dr. Simi.
P.D.
La próxima les cuento cómo me fue en los Juzgados.