Crónica Coatepecana

LOS DUENDES EN LA TRADICIÓN ORAL DE LOS COATEPECANOS

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Dr. Jesús J. Bonilla Palmeros

Cronista de la ciudad de Coatepec

 

            En las fuentes documentales del periodo colonial, específicamente en los documentos escritos por religiosos, es normal encontrar referencias a diversos entes como: deidades benefactoras, apariciones, entidades malignas y naguales, entre otros. Mención especial merecen aquellos seres que habitan cada uno de los niveles en la concepción geográfico-simbólica, y que en algunos casos desarrollan una función específica como ayudantes de las entidades que habitan dichos espacios.

En lo referente a la presencia de seres “imaginarios” en la región de Coatepec, son muchas las historias que todavía se escuchan en relación con los duendes; en sí pequeños seres que habitan en las fincas, los nacimientos de agua, y a veces tienen la osadía de acercarse a las casas.

Antaño se identificaban varios tipos de duendes de acuerdo con el color de la vestimenta y sus actitudes, según comentan, hay duendes traviesos que solo les gusta jugar y se les reconoce por el color blanco o verde de su vestimenta. Por lo general se dedican a llevarse los niños a la finca para jugar, pero si los adultos se dan cuenta y se los quitan, entonces se proponen a realizar un montón de travesuras, ya sea a esconder las cosas, o en aquellos entonces que la gente se alumbraba con candiles, se los apagaban o les sacaban toda la mecha. En una ocasión una señora comentó a su comadre que estaba cansada de los duendes, cada rato se llevaban a su chamaco a la finca y cuando le llamaba solo respondía ¡ya voy estoy jugando con los niños!, a lo cual la comadre le recomendó que no lo dejara salir, y así lo hizo, pero le empezaron a hacer una gran cantidad de travesuras los duendes. Nuevamente acudió a su comadre y le informó que la situación empeoró, a lo que la comadre le dijo ¡cada vez que oigas algún ruido en tu casa, suena la boca como si te echaras una flatulencia y grita fuerte que es para el duende!, sólo así se libró la señora del acoso de dichos personajes.

El lugar preferido de estos seres son las fincas los montes, y la persona que se atreva a entrar en lugares donde se sabe habitan los duendes, será objeto de sus travesuras, algunas personas se pierden y tienen que ponerse la camisa o los pantalones al revés para poder encontrar el camino, o se la pasarán dando vueltas sin encontrar la salida. En otros casos resultan apedreados por los propios duendes, y según dicen tienen un tino endiablado para descalabrar a la gente, al respecto antiguamente se contaba una historia sobre la actitud agresiva de estos personajes: “Se cuenta de un señor que estando en la finca, fue a traer agua a un nacimiento cercano, pero cuando se agachó a llenar su bule escuchó risas a sus espaldas, y volteando no vio a nadie, nuevamente se agachó y volvió a escuchar las risas, entonces enojado saco la moruna y retó a los duendes, al otro día se le encontró muerto con todo el cuerpo arañado”.

Los peores duendes son los que visten de color morado, y se les conoce con el nombre de “obispos”, según refiere la gente son muy malos y retan a quien los encuentra en su camino, les ofrecen dinero a los incautos y si aceptan les indican donde se halla algún tesoro, pero el precio es muy alto, les dejan afectado algún ojo o les inmovilizan alguna extremidad, e incluso pueden causar la muerte.

En lo referente a la presencia de los duendes, decía la gente que solo se acercan a las casas cuando viven en ella niños chiquitos, y sobre todo si tienen gemelos, de tal forma que siempre buscarán la manera de llevarse a uno de ellos. Razón por la cual los padres siempre tienen que estar atentos a cualquier situación extraña en su hogar.

Hace muchos años se contaba una historia entre las familias coatepecanas para describir la actitud rebelde y/o simpática de singulares personajes, aparte de referir lo difícil de librarse de su presencia, y dice así:

“Una familia de campesinos que vivía en la orillas del pueblo, siempre padecía de las travesuras de los duendes, cuando no se llevaban a los niños de la casa a jugar a la finca, los perdían e iban a salir por otro lado, a veces los apedreaban o les escondían las cosas, al grado de que resultaba muy difícil la situación para la familia. Cierto día el padre llegó muy contento y les informó que había conseguido otro lugar para vivir, muy lejos de allí; de tal forma que los duendes ya no les seguirían molestando. Los siguientes días la familia completa empezó a trasladar poco a poco las cosas al nuevo hogar, y a distribuirlas en cada uno de los pequeños cuartitos que integraban la rústica construcción, en esas actividades se encontraban cuando la madre le preguntó a los chiquillos donde había quedado la escoba, a lo cual respondieron que no sabían y que probablemente la olvidaron en la anterior casa. Entonces se escuchó una vocecita desde un oscuro rincón ¡aquí está la escoba!, para su mala suerte les siguieron los duendes a su nueva morada”.

Sea verdad o ficción la existencia de singulares personajes, no podemos descartar la posibilidad de que las características referidas en la tradición oral, en cuanto a su asociación con determinados colores y espacios como los nacimientos de agua y los terrenos de cultivo, se trate de la pervivencia de antiguas concepciones de tradición indígena, en lo concerniente a seres vinculados con cuestiones de carácter agrario y/o protectores de los seres del espacio natural, y en razón de la transgresión de tales espacios a partir del avance de la mancha urbana, genere la actitud reacia de tales personajes hacia los seres humanos.

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