Los juegos de palacio
“No podemos luchar contra el futuro.
El tiempo está de su parte”.
William Ewart Gladstone
La salida de Julio Scherer Ibarra de la Consejería
Jurídica de la presidencia, es el banderazo inequívoco de un cambio en el
equipo operativo de López Obrador. Pero, sobre todo, debe entenderse como el
cierre de filas con los verdaderamente leales al tabasqueño. Se trata de construir
la pista de salida del gobierno con andamiajes sólidos y confiables.
Recordemos que las “renuncias” y cambios del
gabinete han fortalecido la lealtad total al presidente: Ramírez de la O,
Delfina Gómez, Tatiana Clouthier, Javier May y Rosa Icela Rodríguez, quienes no
trastocan el libreto obradorista. Sin olvidar, el despido de Irma Eréndira, el
cual sólo fue un ajuste de cuentas por atreverse a torpedear la candidatura de
Salgado Macedonio. Nada importante para los dictados del tabasqueño.
La pieza que faltaba para deshacerse de los simples
“compañeros de viaje” era Olga Sánchez Cordero. A quién le asignó un papel
secundario en la toma de decisiones, incluso la propia ex ministra denunció
públicamente acciones de misoginia en su contra en el gabinete de seguridad. De
ser una especie de secretaria del interior, fue una dependencia reducida a
temas de los derechos de las mujeres y los desaparecidos, especialmente de los
43 de Ayotzinapa. Incluso, un caso humillante para Sánchez Cordero, fue el tema
migratorio, que orgánicamente le compete a dicha institución, lo administra
políticamente Marcelo Ebrard y en la contención la Guardia Nacional y los
gorilas agentes de Migración, cuyo jefe, Francisco Garduño, acuerda
directamente con AMLO. Así, el único que tiene reflectores es Alejandro Encinas
con la propaganda de atención a los desaparecidos. Un simple personaje
“maleable”.
El nuevo ajuste es claro. La llegada de Adán
Augusto López ha sido manejada con bombo y platillo por el presidente y no es
para menos, su hermandad va más allá de lo formal. Aunque no se le conoce
oficio político, será el nuevo secretario quien se encargue de la relación con
los otros dos poderes y los gobernadores, funciones que hacía Scherer
parcialmente. Claro, la confianza es distinta.
Ahora, AMLO se podrá avocar a manejar los ritmos de
la prematura sucesión y los puntos pendientes de su agenda. Mantendrá su
bombardeo a los distintos y tratará de llevar a la cárcel a algunos trofeos
mediáticos. Supone que con el círculo tabasqueño y otros de su club tendrá una
barrera de protección. El único problema será la convulsa realidad política,
social y económica que no es una variable dependiente del humor del inquilino
de Palacio Nacional. Todavía faltan algunos escenarios.
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