Ars Scribendi

Los trovadores

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Rafael Rojas Colorado

rafaelrojascolorado@yahoo.com.mx

 

 

 El calendario marcaba cinco de agosto. La iglesia de Fátima abarrotada. Cantidad de gente se atiborraba en el atrio. El boletaje  agotado.  Imposible entrar. El grupo “Los tres de Coatepec” celebraba treinta años de vida artística. Las luces, impacientes, iluminaban el escenario. Cuando el grupo apareció ante el público, la musicalidad de los aplausos enterneció el alma de los festejados. Bernardo, primera voz del grupo, se emocionó al máximo.

Inevitablemente afloraron los recuerdos, que se sumaban al merecido homenaje a los trovadores. El público coreaba al borde del entusiasmo. ¿Cuántas parejas presentes se enamoraron con sus canciones? Bernardo, suavemente, se dejó envolver por ese torbellino de ensoñación. La evocación lo tomó de la mano, acompañándolo en su deambular por la quietud  de las calles coatepecanas de aquel ayer; con ellas compartió su niñez, la juventud y el primer amor. En esos apacibles barrios donde las tejas y las tardes con el blanco velo de la niebla traslucen el color del folclor provinciano por vez primera se atrevió a soñar. Su alma siempre fue invocada  por la música y el canto. Mil obstáculos le entorpecieron el camino, pero su determinación en todo momento lo agigantó.

Los desaparecidos trovadores Goyo y Serafín,  investidos por la bruma de la añoranza, también los convocaba la gratitud. Sus espíritus flotaban en ese clímax de nostalgia y emociones que a cada instante florecía. Juglares con los que compartió infinitas noches de serenata al amparo de la luna, atestiguados por el sereno que irrumpía su ronda para escucharlos cantar frente a las ventanas sin dejar de suspirar. El oído de Bernardo vagamente percibía ese apasionado himno que desflora en versos el amor a la tierra amada. “Cuando el sol acaricia tus plantas, / color a naranjo, / color a café. / Lindo es Veracruz, / lindo es Coatepec, / tierra mundial del café…”.

El mago de los sueños caprichosamente rozaba el corazón de Bernardo, develando el paño que dejaba al descubierto el talento de Marcos, Alfonso, Nalo, y Gil. Sólo algunos de los innumerables bardos que al pie del balcón, y bajo un manto bordado de lentejuelas brillantes, el sentimiento lo trocaban en canto, mientras las promesas de amor fluían del alma de los enamorados. El grupo “Los tres de Coatepec” se inclinaba agradeciendo profundamente los sonoros aplausos que cálidamente su auditorio les brindaba con el corazón en la mano. Bernardo seguía inmerso en esos recuerdos de la época romántica. En su alma estaban adheridas las huellas de esos tríos que con los matices del canto y la música cincelaron el alma de un paisaje provinciano en el que esculpió su experiencia, pero que también se quedó con su juventud.

Bernardo ya no deseaba soñar sino cantar. Pero un aniversario siempre convoca a la nostalgia. Y allí acudía a la cita el recuerdo de Manuel Solano, con la virtud de su canto y el talento de la armonía. ¡Cuántas horas gastadas en la bohemia, emanando profundas inspiraciones que con sus versos persuadían el corazón de los amantes! ¡Cuántas bellas historias que contar!

En ese fugaz viaje por los acrisolados recuerdos, el calendario detuvo su inquieto andar en el año 1984. El pueblo de Xico meció en su cuna a “Los tres de Coatepec”: Bernardo, Reynaldo y Manuel. Fueron una corazonada del señor Manuel Tepo. Ese luminoso día los cantores emprendieron el maravilloso vuelo hacia la libertad.

La escenografía que se vivía conjugaba bellas emociones, recuerdos, aplausos, cariño y entrega. Por momentos las luces se difuminaban, como si ellas también estuvieran teñidas de ternura y nostalgia. El maestro de ceremonia, después de enunciar una grata y vívida remembranza de los rapsodas, los presentó a su auditorio: Bernardo Andrade, Fidel Viveros, Víctor Benítez y  Arturo Vásquez. Cada músico, con guitarra en mano, ocupó su lugar. Listos para iniciar el recital.

Mientras, los recuerdos fieles, respetuosos de la prudencia, lentamente se fueron alejando a su lugar de origen. Un fuerte compromiso estaba en puerta. El grupo “Los tres de Coatepec” deberían de comenzar a cantar y nadie los debería de perturbar.

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