Los vicios del poder
Por Linda Rubí Martínez Díaz
Hola amigos lectores, les saludo con el cariño de siempre. El estudio del fenómeno político ha diferido de acuerdo a los contextos de cada época, pero es Maquiavelo quien marcó un antes y un después en la interpretación de la política, en primera por distinguir entre su orden y el de la moral, y en segunda por alejarse de las explicaciones teóricas para intentar comprender los sucesos desde sus propios contextos. Sin embargo, pese a que El Príncipe resulta de un análisis psicológico y del comportamiento, quienes actualmente ejercen el poder en todos los niveles son poco diestros, menos aún tienen capacidad de negociación, y con nula templanza para sopesar lo prioritario.
La mayoría de los políticos adolecen de las cualidades y conocimientos que Maquiavelo sugería para el buen gobierno. Pese a que hoy en día contamos con mejores herramientas, con un amplio historial de experiencias y acceso total a la educación superior, el comportamiento del político es poco conciliador y comprensivo con los desprotegidos, y esto es peor cuando cegado por el poder, se rodea de aduladores.
Como ya señaló Carlos Elizondo en su conocida obra La Silla Embrujada (la cual rememora el ingreso de Villa y Zapata a Palacio Nacional), aun cuando el poder es efímero sobre todo en democracias como la nuestra, éste cambia a las personas de forma radical, las enferma con delirios de grandeza simulando a falsos reyes Midas, que creen que todo lo que tocan lo convierten en oro. El poder es tan peligroso que muchas veces no solo saca el verdadero ser de las personas, sino peor aún, destruye los corazones de quienes son incorruptibles.
El quehacer político es uno de los más nobles, pero también de los más peligrosos para quien lo ejerce. Por ello, es importante que los políticos se preparen y tengan la actitud que se necesita para servir a quienes realmente lo necesitan. La ciudadanía ya está bastante desencantada como para que siga siendo burlada por falsos profetas, estén en el partido que sea.
Nos leemos la próxima, que Dios los bendiga.
