LUCHA LIBRE
ARS SCRIBENDI
LUCHA LIBRE
No recuerdo el año, pero
principiaba los sesenta, mi papá me llevó por vez primera a presenciar una
lucha libre profesional a la ciudad de Xalapa, recuerdo que la Arena se ubicaba
en la calle Úrsulo Galván, ya muy cerca de los Sauces. Era una Arena sencilla,
estaba sentado a la orilla del pasillo cuando pasó el luchador Henry Pilusso y
me rozó el hombro con su capa, es al único luchador que recuerdo en esa ocasión
y me impresionó mucho verlo luchar.
Al poco tiempo se inauguró la
Arena Xalapa, se ubicaba en la calle de Sayago, allí me llevaba mi papá los
domingos, cuando no podía lo hacía mi mamá. Esa Arena la recuerdo con mucho
cariño y sentimiento. Entrabamos por un pasillo como de cuatro metros de ancho
y a unos doce metros se ubicaban las taquillas de ambos lados, ya solo se
requería correr una cortina de terciopelo rojo y las butacas y el ring quedaban
al descubierto. Nosotros íbamos a gradas, se dominaba un mejor panorama y
estábamos exentos de cualquier accidente cerca del ring. Antes de comenzar la
función de lucha libre, se escuchaban canciones de Javier Solís “Escándalo”,
“La historia de Tomy” de César Costa” entre otras más, la gente iba llegando y
buscaba su lugar. A veces tuve la suerte de ver a algunos luchadores entrar a
la Arena y me emocionaba mucho.
La función dominical era de
seis de la tarde a las ocho de la noche, cuando apagaban la luz y se encendía
el reflector central quedaba iluminado el cuadrilátero, entonces veíamos
aparecer a los gladiadores de la primera lucha, recuerdo a Albero Rojas, llegué
a admirarlo mucho. Conocí a los técnicos Jesús “Chucho” Monroy, Hiraclis
Fenerly, daban espectáculos maravillosos. También vi luchar a el “Angelito”,
“Estrella Sureña”, “Pantera”, “Ray Mendoza, los hermanos Hernández y muchos
más. Técnicos y rudos dieron espectáculos que nos ponían de pie, los veíamos
volar por los aires para asentar un tope al rival, patadas voladoras, llaves y
costalazos, piquetes de ojos y muchos golpes prohibidos.
La Arena a reventar, en las
gradas se escuchaba el alarido apoyando a su luchador favorito, al que
convertían en ídolo, gritos y mentadas de madre, retar al mismo luchador a una
pelea cuerpo a cuerpo, de todos colores se pintaba esa escenografía de rudeza,
en las gradas se comerciaban las palomitas y refrescos, cigarros y alguna
clandestina cerveza. Al terminar la función los aficionados comentaban sus
experiencias y todo era alegría y pasión en esos encuentros en los que también
se jugaba la máscara contra la cabellera.
A veces mi papá me llevaba a
la Arena Xalapa los jueves, la función empezaba a las ocho de la noche y
terminaba a las once de la noche. Venían luchadores de la ciudad de México, es
decir los mejores a nivel nacional, así fue como conocí al Santo el enmascarado
de plata, Blue Demon “El demonio Azul”, a Sugi Sito, Tarzán López, Cavernario
Galindo, Rolando Vera, Gori Guerrero, Ciclón Corona, Neutrón, Black Shadow,
Dorrel Dixon, él Enfermero y a casi todos los que se encontraban en el pináculo
de la lucha libre mexicana de esa nostálgica época, cuando ese deporte
desbordaba la pasión en los aficionados, los gritos y porras encendían la Arena
Xalapa coreando a los ídolos de ring; el referí se llevaba la peor parte, pues
los luchadores lo costaleaban y la afición le gritaba infinidad de insultos.
José Alberto Rojas Cárdenas me
gustaba mucho verlo luchar, a veces subía al cuadrilátero cuando aún no
apagaban las luces del pequeño coliseo, pero ya estaba lanzando patadas
voladores y costalazos, su técnica la iba depurando cada vez que enfrentaba al
rival. Alberto Rojas fue uno de mis luchadores favoritos que recuerdo como si
lo estuviera viendo luchar y yo en las gradas temblando de emoción y
nerviosismo. Los años siguieron su curso y llegué a la tercera edad, gustaba de
tomar fotografías a los corredores de fondo y, grande fue mi sorpresa cuando
fotografiaba a un atleta que siempre me sonreía. No lo reconocía, pues el
tiempo cambia la faz de las personas, un día me dijo, Fui luchador profesional
y me llamo Alberto Rojas, en ese momento mi infancia se sé hizo presente y lo
vi en el centro del ring coreado por los aficionados. Gracias Alberto por
llenar un espacio de mi niñez con tu espectáculo como gladiador del ring, el
tiempo se detiene en ese punto en el que volabas por los aires haciendo
indelebles tus huellas de luchador.
Los luchadores llenaron de
felicidad y fantasía mi edad infantil, fue una época muy bonita que ya no se
puede repetir jamás, pero en esa Arena Xalapa, está la imagen de Porfirio Rojas
García, mi padre y de Aurora Colorado Estévez, mi madre, ellos siempre buscaban
que yo fuera feliz y en ese lugar experimenté muchas emociones que
transportaban a un mundo de mucha felicidad.
*En el programa se ve la
fotografía de Alberto Rojas, es el que está sin máscara.