MAESTRO DE VIDA
MAESTRO DE VIDA
· Los maestros que transforman nuestras
vidas
· Alfonso Valencia Ríos maestro de
maestros
· Profesional del periodismo reconocido
por todos
Por
Miguel Ángel Cristiani G.
Casi todos hemos tenido un maestro, que, en
algún momento, nos transformó la vida.
Puede ser que no nos hayamos dado cuente en ese
momento, pero con el transcurso del tiempo, nos damos cuenta de la importancia
que tuvo en nuestra formación.
En nuestro caso, el maestro de vida, fue
Alfonso Valencia Ríos, jefe de información del periódico El Dictamen.
En una tarde en el estacionamiento de la
Facultad de Periodismo de la UV, nuestra querida amiga y compañera Lucha Gómez
Buere -quien nos donaba todos los libros de texto porque ella iba un año
adelante- me dijo: vamos flaco -yo era flaco- vamos al Dictamen a ver al
maestro Valencia, que me mandó mi mamá a hablar con él.
Así entramos a la redacción del periódico por
vez primera.
El maestro amable y cordial como era con todo
el mundo, nos dijo: Pasen y siéntense, ya me habló tu mamá Luchita, para que
vengas a practicar todos los días. Los espero mañana a las 7 para darles sus
órdenes de trabajo.
Al día siguiente, Lucha ya no llegó, pero yo
sí, lo hice todos los días durante los años que fui estudiante de periodismo.
Así tuve la fortuna de que -por mera
casualidad- el maestro Alfonso Valencia Ríos me adoptara más que como un alumno,
como su hijo.
De esa manera, como parte de su equipo, tuve la
oportunidad de aprender y practicar las distintas tareas que se llevan a cabo
en la redacción de un periódico como lo es el Decano de la Prensa Nacional.
Aprendí del mejor maestro.
Acompañándole todo el tiempo, a las entrevistas
en el aeropuerto, cuando llegaba algún funcionario importante de la federación.
El profesionalismo del maestro era reconocido
hasta por los presidentes de la república, que en varias ocasiones le
ofrecieron que fuera el encargado de comunicación social de la presidencia o
incluso le ofrecieron ser el embajador de nuestro país en el extranjero.
Pero el maestro siempre rechazo esas -que para
otros- pudiera ser tentadoras ofertas.
Incluso cuando le ofrecieron ser el director
del periódico, siempre respondía con orgullo: “yo soy un soldado más de la
infantería de los reporteros”.
Otra de las características del maestro, además
de su privilegiada memoria, era su capacidad de trabajo, para generar todas las
notas y editoriales para los periódicos El Dictamen y su versión vespertina La
Tarde.
Su horario comenzaba puntualmente a las 7 de la
mañana y terminaba su jornada hasta las 20:00 horas.
Trabajaba todos los días del año, sin descansos
ni vacaciones.
Siempre lo recordaré, tecleando la máquina de
escribir, que cual si fuera un piano, interpretaba las mejores notas
periodísticas.
Este día en el que se celebra a los maestros,
yo tengo que recordar a mi querido mentor, que seguramente él si sabía que me
estaba formando y transformando mi futuro y mi vida.
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