Especial

MALGRÉ TOUT

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8 de noviembre de 2019 viernes

En el año de 1886, de la Universidad de Ferrara, situada en la ciudad italiana del mismo nombre, egresó un brillante arquitecto de nombre Adamo Boari; con 23 años encima, este muchachón tuvo la osadía de viajar a la vecina ciudad de Bolonia para graduarse también de ingeniero en esa universidad. Con ambas carreras, se nutrió de toda la tradición modernista generada en Francia, Austria, Hungría y Alemania. La Europa, casi se la adueñó. Ese talento que portaba, lo empeñó principalmente en su propio país y en muy poco tiempo, sin internet ni redes sociales, adquirió fama internacional, logrando, en la última década del decimonónico, aplicarse en Brasil, Uruguay, Argentina y los Estados Unidos; primero en Chicago y después en la ciudad cosmopolita de New York.

 

En los primeros años del siglo XX, don Porfirio Díaz, al enterarse de tan magnífico diseñador, lo convence de venir a México y le facilita el ejercicio libre de su profesión, al revalidarle su título y encargarle varios proyectos de suma importancia, exonerándolo de caerse muerto con el moche, llamado también piquete de ojo. Don Adamo, obtiene una abundante cosecha de privilegios y con los jugosos dividendos que obtiene de la obra pública porfiriana, edifica su “casita blanca”, en la esquina de Veracruz y Jalisco (hoy Insurgentes y Álvaro Obregón) de la colonia Roma en la capital del país. Con todas las comodidades que le brinda el buen vivir en esa abundante ciudad, invierte cinco años para diseñar y construir con un estilo completamente ecléctico, la joya dorada de su corona: El Palacio Postal, o Quinta Casa de Correos, inaugurado en 1907, aunque ni cartas, mucho menos giros postales recibían de Cananea ni de Río Blanco. Vaya contraste.

El amado Adamo, ya encarrilado como buen constructor y mejor diseñador, dedicó toda su sabiduría al edificio del Teatro Nacional, hoy Palacio de Bellas Artes, proyecto iniciado en 1904, no pudiendo ver su consumación, ya que el “billete etiquetado” de ese rubro, fue desviado favoreciendo a las tropas protectoras del dictador, en la víspera de la revuelta revolucionaria y de su renuncia. El Teatro Nacional quedó abandonado durante casi veinte años; el presidente Pascual Ortiz Rubio, le puso empeño, pero después del balazo que casi le arranca la oreja, hizo su graciosa huida, sin importarle la silla del águila. Alberto J. Pani, flamante Secretario de Hacienda de Abelardo Rodríguez, suministra los chelines al arquitecto Federico E. Mariscal, para que, de una vez por todas, se estrene el Palacio de Bellas Artes. ¡Orden cumplida!

 

Todo este cuento viene a colación porque en este monumental recinto, el pueblo mexicano le hace un homenaje al compositor, guitarrista y pianista zacatecano Manuel M. Ponce, creador de una de las obras más bellas para piano llamada Malgré Tout, conocida en español como A Pesar de Todo, dedicada al escultor hidrocálido Jesús Fructuoso Contreras cuando perdió el brazo derecho debido al cáncer de hueso y, aun así, siguió trabajando. La característica de esta obra musical es que es exclusiva para la mano izquierda, cuestión que, al ver su ejecución y escuchar la armonía, queda uno completamente impresionado. A lo menos, así me pasó.

Amigos, recuerden que “el que no tiene opinión, se aprende cualquier canción”. Que tengan feliz fin de semana y por ahí nos estaremos saludando.

¡Ánimo ingao…!

Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz

 

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