Más allá de la coyuntura
Más allá de la coyuntura
Por Uriel
Flores Aguayo
Todos los días, a cada rato, suceden las
noticias sobre hechos de nuestra vida pública. Son los temas políticos los que
tienen mayor centralidad. La mayoría se evapora en horas o días, sólo unos
cuantos prevalecen un poco más.
En general
nuestra conversación pública es breve y hueca, de coyuntura. Algo tiene que ver
nuestra sociedad poco participativa y una clase política frívola o
providencial. Excepto en el área de columnas de opinión y programas de debate
los análisis profundos son casi nulos. No hay gran debate en las Cámaras
Legislativas, donde abunda la ocurrencia y la descalificación, tampoco en los
partidos políticos, con acento en lo intrascendente, y, lamentablemente las
Universidades dejan mucho que desear como espacios de reflexión colectiva con
la sociedad. Hay algo en ámbitos ciudadanos pero con poco impacto. Lo peor es
la polarización en las redes, cuyos extremos ya hicieron un sistema de
descalificaciones y odio; en ese ambiente es prácticamente imposible el
diálogo. Hay algo todavía peor: una supuesta militancia política que repite
consignas, mentiras y propaganda. Si no se lee, no se investiga, no se buscan
evidencias y se niega al otro estaríamos en tiempos de oscuridad y pérdida de
tiempo. Sin información no hay diálogo, sin este no hay consensos ni avance
democrático.
Ahí están
las tareas de hoy y siempre para vivir de forma más normal, es decir, donde
cada quien, individual o colectivo, cumpla con su papel en la sociedad y su
entramado institucional. Se trata de fomentar en forma sistemática y sostenida
la participación de la sociedad en la vida pública; que no se le vea como masa
amorfa, como manada ni clientela política. Requerimos una sociedad fuerte,
informada, sin miedo, que ejerza derechos y valga en su dignidad uno por uno.
Es un asunto de cultura y democracia. Más información, más crítica, más
involucramiento en lo público, más legalidad, más respeto, más apertura, más
voluntad, más conciencia social, más derechos, más libertad, más pluralidad y
más derechos humanos. El diálogo debe ser absoluta costumbre cotidiana; así
privilegiar una ciudadanía independiente y con alta autoestima. No transigir
con silencio ante la demagogia .
De los
Gobiernos se espera que se ocupen de lo importante. Que integren equipos
idóneos de trabajo, que planeen correctamente sus políticas y programas, que
ejerzan transparentemente los presupuestos, que respeten los derechos de la
gente, que hablen menos y eviten anacrónicos protagonismos. Que no reediten el
pasado. De sus fantasías y ocurrencias no deberíamos ser víctimas nosotros. No
es exagerado pedir que lean y se preparen nuestras autoridades. Lo que dicen
marca tendencias y la mayoría de las veces es una mezcla de analfabetismo y
mediocridad.
Lo que
sigue es no eludir los temas de la coyuntura pero tampoco quedarse en ellos.
Seguir así es un grave error, es perder el tiempo. Sin una mirada en reposo y
la reflexión calmada, poco se entenderá lo qué pasa a nuestro alrededor y mucho
menos saber qué hacer para mejorar nuestras condiciones de vida en lo general.
No debemos conformarnos con el estado actual de nuestra democracia, es pobre.
Es impresionante que, igual que hicieron los Españoles con los Aztecas,
cambiándoles oro por espejitos, según versiones, ahora se sostenga una vulgar
vendimia de rollos seudo ideológicos, más bien propaganda, a cambio del
silencio automatizado de la gente. No lo debemos aceptar. El cambio es cambio
no payasadas.
Recadito:
100 millones en la rehabilitación de el área de Plaza Cristal ???…
ufa.1959@gmail.com