MÁS IMPORTANTE QUE EL DINERO
MÁS IMPORTANTE QUE EL DINERO
Por Quintín Vallejo
Se llamaba Mateo,
un hombre acostumbrado a los “moches,” a la “tranza”, a los arreglos “en lo
oscurito”, en fin, un corrupto sin igual. En su mesa pasaba toda la
administración tributaria. Trabajaba
para un SAT plenipotenciario sin miramientos para gravar en cantidades
exorbitantes. Mateo no era una persona normal.
Mateo era odiado por los demás ciudadanos, ya que le veían como un traidor, un
hombre sin escrúpulos que no dudaría en usar su poder para que sus propios
paisanos pagarán más de manera injusta. Pero la vida y el trabajo de Mateo no
sólo era repudiada, sino también envidiada, estaban el “hueso” y las riquezas
aseguradas para aquellas personas con ese puesto tan odiado y anhelado a la
vez.
A Mateo le pasaba
lo que, a muchos en la actualidad, quieren ser ricos sin esfuerzos, creen que
en el dinero está la felicidad absoluta y no se dan cuenta del error. Muchos
pobres creen que cuando sean ricos serán felices y persiguen ese sueño, esa
ilusión; por eso no se quitan la vida. Al contrario, el rico se da cuenta que
la felicidad no está en el dinero y por eso, al haber alcanzado la riqueza, ya
no creen en nada y se quita la vida.
Christina, La hija
de Aristóteles Onasis, en su momento el hombre más rico del mundo, sufría de
depresión, bulimia y otras adicciones a fármacos y anfetaminas; fue encontrada muerta
a los 37 años. Después de 4 matrimonios, tristes decepciones amorosas y el
dinero que ningún ser humano en la época podía tener, nada le llenaba, vivía en
un vacío y tristeza crónicos.
Regresando a
nuestro personaje, Mateo anhelaba algo más, seguramente tenía ese vacío
existencial, ese que nada terrenal puede llenar. De más estima es el buen
nombre que las muchas riquezas, versa un antiguo proverbio hebreo, un proverbio
enseñado en cada sinagoga, y escrito en la biblia. Quien decidía ser publicano,
decidía ser rico, pero también este puesto conllevaba una denigrada imagen
social, por decir lo menos. El publicano era repudiado por los de su país, por
los romanos, por todo el mundo.
Un día, Mateo escuchó
que había un rabino diferente a los demás, tenía fama de ser comilón y bebedor
de vino, amigo de publicanos y pecadores (Lucas 7:35). Un rabino era un maestro versado en la
biblia, conociendo los textos sagrados del judaísmo con mayor profundidad que
el pueblo. Un pueblo elegido por Dios desde hacía miles de años.
La educación
infantil hebrea era estricta para el aprendizaje de la torá (Los cinco primeros
libros de la biblia, comúnmente llamados pentateuco). En algún momento se le plantea a todo niño ser
un servidor de Dios, aunque esto era reservado para los hombres de la tribu de
Leví, había excepciones con los profetas, jueces y otras personas. El apóstol
Pablo pertenecía a la secta de los fariseos y era de la tribu de Benjamín, así
que había oportunidad para servir a Dios aunque no se fuera levita. Mateo dejó
pasar de lado esa oportunidad para tomar un rumbo, digamos más financiero. Este
hombre creyó que las riquezas traerían felicidad, pero al contrario, le llegó
el vituperio. Este hombre estaba cansado.
De repente llegó
Jesús, un hombre diferente, que criticaba severamente el sistema religioso de
la época, a los cambistas, a los vendedores del templo. A los mismos
sacerdotes, escribas, saduceos y fariseos. La palabra hipócritas era la
descripción que Jesús empleaba más al referirse a estas personas (Ver Mateo 23,
donde los llama más de 7 veces de esta manera). Tal vez nuestro amigo pensaba
que si a los apegados a la religión les decía así ¿Qué no le esperaba a un
traidor como él?
Capernaum fue la
ciudad donde pasaron gran cantidad de milagros, no era una ciudad tan grande, al
vivir ahí, Mateo lógicamente había escuchado hablar del maestro, en las mesas
de la corrupción se sabe todo de todos. Quién anda bien, y quién anda en malos
pasos. Nada malo se decía de Jesús, por el contrario, se narraban sus milagros
sorprendentes.
Ese día Jesús de
Nazaret al llegar a las mesas se dirigía justo a la de Mateo. Obviamente no iba
para pagar impuestos, de eso se encargaba el tesorero, su amigo Judas, Mateo
sabía que no venía a eso. -¿Vendrá a reprenderme enfrente de todos?-
Probablemente, pensó. Así como piensa todo aquel que fue enfrentado por la
santidad de Jesucristo. Cuando la propia conciencia nos acusa de ser pecadores.
Pero ¿Qué le dijo aquel humilde carpintero? -Sígueme- fueron sus palabras.
La biblia narra
hermosamente lo que sucedió. – Y dejándolo todo, se levantó y le siguió (Lucas 5:28)-. ¿Qué hacemos cuando estamos cansados
de la vida, de falsas amistades, de hipocresía? Buscamos la verdadera fuente.
Esa fuente es Jesucristo, y Mateo, sin temor al qué dirán, al dinero que iba a
dejar de ganar, a esa seguridad financiera a la que muchos se entregan durante
más de 30 años con trabajos que no les gustan, esa misma a la que personas
entregan su juventud y sus emociones durante un matrimonio por conveniencia,
Mateo dejó todo.
Y no sólo lo dejó
todo, tarde esa noche en casa recibió a sus amigos, conocidos y familiares,
donde hizo una comida especial para despedirse del mundo del dinero y finanzas
y adentrarse a su nueva vida en Cristo, al escoger como María la buena parte,
la cual nunca les fue quitada (Lucas 10:42). Hay un versículo en la biblia que describe
profundamente lo que hizo Mateo y muchas personas que sin ser hipócritas buscan
sinceramente al Dios vivo: “De cierto os digo, que los publicanos y las
rameras van delante de vosotros al reino de Dios. Porque vino a vosotros Juan
en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le
creyeron; y vosotros,
viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle.” Mateo 21:31-32