Más que buenas intenciones.
Más que buenas intenciones.
Por Martín Quitano Martínez
Supongo
que a veces tenemos buenas intenciones, pero tomamos malas decisiones.
Anónimo.
Nunca
será suficiente insistir en que nuestro país necesita avanzar hacia una mejor y
más tolerante discusión pública y política; no es de menor relevancia el
respeto a la planeación de las acciones de los gobiernos, como base para la
realización de los programas que se pretendan, como tampoco exigir que el
estado de derecho sea el marco de la acción y garante de la vida comunitaria.
Las
ocurrencias, los intereses facciosos, los prejuicios políticos y las venganzas,
la malintencionada polarización social, todo ello como ejercicios de gobierno
de cualquier nivel, no abonan a ningún buen propósito, cualquiera que este sea.
La
estatura de los políticos, de los funcionarios y administradores públicos se
manifiesta precisamente en la acción integral o no que realizan y la altura de
miras sobre la que desarrollan sus actividades. La cortedad mostrada a lo largo
de muchas administraciones, conduce a gestiones plagadas de infortunios y
complejidades, engrandecidas por las irresponsabilidades manifiestas y los intereses
que se encubren con ellas.
La
actual espiral de desencuentros, nos arrebata cada vez más la posibilidad de
superar nuestros agobios; una sinrazón que domina el escenario donde predominan
los reduccionismos, en lugar de la obligatoria apertura para los encuentros.
Detrás
de la declaración de las buenas intenciones, debe haber y mostrar el sustento,
condiciones claras que permitan realizar lo que se ofrece. De lo contrario,
estamos ante la continuación de las promesas que buscan “enamorar” a la “clientela”
electoral, sin más fundamento que sorprender las aspiraciones de sectores
sociales y ciudadanos, sumando un episodio más de lo que formó los hartazgos
sociales.
Es
necesario que los tiempos electorales que vienen, muestren que los actores
partidarios y los personajes políticos leen bien, que ofrecer lo mismo es
repetir aquello que se ha demostrado que fue descalificado. Ojalá que los
debates que se esperan de cara al 2021 no sean la continuidad de las
incapacidades para ofertas políticamente serias, que superen el rubro de las
descalificaciones, las calumnias y los devaneos de la ignorancia. Porque
utilizar en una campaña, el señalamiento morboso que “vende”, en lugar de
ofrecer programas y propuestas serias, reales, es desprestigiar una vez más la
actividad política, cargarla de errores y malos representantes. Es esta una
oportunidad de recomponerla como herramienta democrática, de enaltecerla con
nuevas prácticas, desde la discusión argumentada y el compromiso social.
Los
tiempos de la pandemia marcarán también cómo se visualizan las
responsabilidades en un proceso electoral que tendrá que innovar en la forma de
comunicarse, en la forma en que se establezcan los contactos con un electorado
que también debe asumirse de un actuar distinto, en la valoración serena de a
quién se elige y porqué. Este momento especial nos obliga a la reflexión de
soluciones especiales, demostrando que todos necesitamos más que buenas
intenciones.
LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
De Enero a Agosto, Veracruz, segundo nacional en
violencia de género, duele mucho.