Masa, ciudadanía y pluralidad
Por Uriel Flores Aguayo
El seis de julio y, al menos, un mes más de 1988 el movimiento encabezado por el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, sacudió a nuestro país; en Xalapa y algunas zonas como Poza Rica, Coatzacoalcos y Minatitlán, las votaciones fueron abrumadoramente favorables al Frente Democrático Nacional; alegres y masivas las celebraciones en la noche de la jornada electoral y movilizaciones impresionantes que inmediatamente se convocaron para repudiar lo que se consideró como un fraude electoral para imponer a Carlos Salinas de Gortari. Los ríos de gente que llenaban las calles y las plazas públicas despertaban entusiasmo y esperanza junto a la incertidumbre del momento. El desenlace ya es conocido, es un pasaje vivido de nuestra historia. Lo curioso, lección dura, es que aproximadamente dos meses después hubo elecciones municipales en Veracruz, con resultados adversos para los partidos que habían conformado el FDN. Se vio entonces, se repitió al menos por el lado de la izquierda en dos momento más (2006 y 2012), que la movilización electoral generada en esos procesos electorales era coyuntural y con plazos definidos. En algunos casos esas elecciones federales incidieron en resultados y recomposiciones locales, tanto a nivel de Estados como municipales.
Considerando las ubicaciones actuales de las fuerzas políticas que se reclaman de izquierda (PRD, MC, MORENA y PT), que dependen de sus motivaciones y estrategias propias, se puede ver una repetición esencial en MORENA del modelo de la movilización del FDN, el PRD y aliados en 88, 2006 y 2012. Se trata de la acumulación de fuerzas políticas y bases sociales unidas fundamentalmente para la elección presidencial, apostando su potencial y esperanzas en la obtención de la Presidencia. Se entiende la simpatía por AMLO en base a la trayectoria que incluye destacadamente dos intentos por ganar las elecciones, no quedan claras ahora las razones para respaldarlo en función de sus ideas y viabilidad de sus propuestas. El movimiento de AMLO es absolutamente pragmático, de los llamados “atrapa todo”, sin definiciones claras y sin la estructura suficiente para enfrentar con solidez los retos de una elección presidencial. Los actos masivos son más de escenografía que reflejo de fortaleza y potencial electoral.
Salvo la movilización de estos meses, actos y propaganda, no se construye ciudadanía ni un ambiente de tolerancia y democracia. Ese sería el gran pendiente, lo que falta para hablar de aportes de cambio. El gran avance estaría en un salto gigante en la participación ciudadana, en la apuesta por procesos colectivos, en la dignidad de los individuos y en la conciencia de las transformaciones posibles y sostenidas. Es lamentable que se sacrifique energía social en causas personales, que se traicione la esperanza de la agente en afanes de poder de un personaje. Significa poner todo en la suerte de “un volado”, en un acto casi único, súbito, esperando milagros. Eso es peligroso para la salud de nuestra vida pública y para las ilusiones de cambio de varios millones de mexicanos. Incluso, se posiciona en algunos sectores una especia de fatalismo, donde se sostiene que es “ahora o nunca”, que es la última oportunidad, etc.. Ese tipo de pensamiento es equivocado, se alimenta de una actitud mágica y providencial, que deposita una especie de fe en una persona, el caudillo, obviando las responsabilidades propias y la consideración normal de que la vida sigue.
Si AMLO ganara la Presidencia, MORENA y sus líderes se lanzarán al estrellato nacional, constituyéndose en la maquinaria de movilización social; en caso contrario, vivirá serios problemas para mantenerse como fuerza real, entrando en un proceso acelerado de descomposición. Es el costo de depender casi absolutamente de su figura principal y girar en torno a la causa del poder presidencial.
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